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Estudio-vida de Jacobopor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3277-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 14 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE JACOBO

MENSAJE CUATRO

LAS VIRTUDES PRÁCTICAS
DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA

(4)

Lectura bíblica: Jac. 1:19-27

PRONTO PARA OÍR, TARDO PARA HABLAR,
TARDO PARA AIRARSE

En este mensaje consideraremos Jacobo 1:19-27. En el versículo 19 Jacobo dice: “Sabéis esto, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Las palabras griegas traducidas “sabéis esto” también pueden traducirse “sabed esto”. Al oír algo tal vez nos sintamos tentados a hablar, y lo que hablemos puede ser fuego que encienda la ira (véase 3:6). Pero si refrenamos nuestro hablar (1:26), apagamos el fuego de nuestra ira. Lo que Jacobo dice aquí, con la intención de fortalecer su perspectiva acerca de la perfección cristiana práctica, tiene el mismo tono de los proverbios del Antiguo Testamento (Pr. 10:19; 14:17).

En el versículo 20 Jacobo añade: “Porque la ira del hombre no cumple la justicia de Dios”. La justicia de Dios no necesita la ayuda de la ira del hombre; la ira del hombre es completamente inútil en lo que se refiere a ejercer la justicia de Dios.

RECIBIR CON MANSEDUMBRE
LA PALABRA IMPLANTADA

En el versículo 21 Jacobo añade: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”. Aquí la palabra de Dios es comparada con una planta viva que es sembrada en nuestro ser y crece en nosotros con el fin de producir fruto para la salvación de nuestras almas. Debemos recibir tal palabra con mansedumbre, con toda sumisión, y sin resistencia alguna.

Según el contexto de este capítulo, la salvación de nuestras almas implica soportar las pruebas que se originan en nuestras circunstancias (vs. 2-12) y resistir la tentación de la concupiscencia (vs. 13-21). La perspectiva de Jacobo tocante a la salvación de nuestras almas era hasta cierto punto negativa, y no era tan positiva como la de Pablo, quien dijo que nuestra alma puede ser transformada de gloria en gloria por el Espíritu renovador hasta obtener la imagen del Señor (Ro. 12:2; Ef. 4:23; 2 Co. 3:18).

Debemos tener gran aprecio por Jacobo por decir que necesitamos recibir con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestras almas. Pablo en sus escritos no usó la expresión la palabra implantada. Esta expresión indica que la palabra está relacionada con la vida. Aquí Jacobo compara la palabra con una planta viva que se siembra en la tierra de nuestro corazón. De esta manera, la palabra llega a ser la palabra implantada. Después que la palabra de Dios haya sido plantada en la tierra de nuestro corazón, ella crecerá y tendrá el poder para salvar nuestras almas.

En el versículo 21 se nos dice que debemos recibir la palabra implantada con mansedumbre. En este versículo la mansedumbre no significa amabilidad, sino sumisión, sin ofrecer resistencia alguna. Recibir la palabra con mansedumbre es no rechazarla, es tener una actitud de sumisión con respecto a ella. Debemos recibir la palabra de Dios que fue implantada en nuestro ser con toda sumisión. Lo que la palabra de Dios diga, debemos aceptarlo diciendo: “Amén”. Como dice el himno: “Digamos ‘amén’ a la palabra de Dios” (Hymns, #1218).

Si recibimos la palabra implantada con mansedumbre, esto es, con una actitud de sumisión, eso significa que estamos absolutamente abiertos a la palabra de Dios. Nosotros somos como la tierra que está lista para recibir la semilla de parte del labrador y la lluvia de parte del cielo. Dios planta, o siembra, Su palabra en nuestro corazón, y nosotros debemos recibir Su palabra con mansedumbre. Esto es lo que significa recibir con mansedumbre la palabra implantada. Puesto que esta palabra es viviente, después de que haya sido plantada en nuestro corazón, crecerá. Además, a medida que crezca, salvará nuestras almas.

LA PALABRA IMPLANTADA
PUEDE SALVAR NUESTRA ALMA

En 1:14 y 15 Jacobo dice: “Sino que cada uno es tentado cuando es atraído y seducido por su propia concupiscencia. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, engendra la muerte”. Aquí vemos que la tentación está relacionada con la concupiscencia. Además, la concupiscencia tiene mucho que ver con el alma. Por tanto, la salvación del alma tiene que ver con tanto el soportar las pruebas como el resistir las tentaciones.

La persecución, la prueba y la tentación en su mayor parte afectan nuestra alma. Por ejemplo, supongamos que a un hermano le roban su auto, y se pone triste a causa de ello; por tanto, él sufre en su alma. Asimismo, si otro hermano pierde su trabajo, también sufrirá en su alma. La mayoría de los sufrimientos afectan nuestra alma. ¿Cómo podemos soportar estos sufrimientos? Como ya señalamos, el poder para soportar los sufrimientos nos lo suministra la vida divina que está en nosotros. Somos quienes hemos nacido de Dios y, como tales, resistimos la tentación también por medio de la vida divina.


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