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Estudio-vida de Apocalipsispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1446-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 62 de 68 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE APOCALIPSIS

MENSAJE SESENTA Y DOS

LA NUEVA JERUSALEN
(4)

Este mensaje es la continuación del mensaje anterior.

C. La apariencia unificada
por sus cuatro lados

Como hicimos notar, la apariencia de Dios es como de jaspe. El hecho de que el material del muro sea jaspe indica que la Nueva Jerusalén, como expresión corporativa de Dios en la eternidad, tiene la apariencia de El. Esta ciudad tiene la misma apariencia por sus cuatro lados. Esto indica que todas las diferencias se han desvanecido y que la ciudad es la única expresión del Dios Triuno. Esto dista bastante del concepto de muchos cristianos que piensan que todos debemos ser diferentes y expresar a Cristo en diferentes formas. De acuerdo con este concepto, usted expresa a Cristo a su manera, y yo a la mía. Se me enseñó anteriormente que tanto los creyentes como las iglesias debían ser diferentes entre sí y que ninguna iglesia debía ser igual a otra. No solamente se me enseñó esto, sino que yo mismo lo predicaba. Decía que no debemos imitar ni copiar a los demás. Usando las facciones de la cara como ejemplo, yo decía que cada rostro es único. Pero, al estudiar de nuevo el libro de Apocalipsis, vi que los siete candeleros eran exactamente iguales. Si los siete candeleros fueran colocados en una mesa frente a usted, no podría diferenciarlos. Cada candelero pierde su propia identidad, pues todos son iguales. Cuando vi esto, mi punto de vista fue radicalmente revolucionado, y me dije a mí mismo: “¡Qué concepto tan equivocado he recibido de esos insensatos que dicen que las siete iglesias son diferentes! Sí, ellas son diferentes en los aspectos negativos. Ciertamente la iglesia en Filadelfia no tenía los ídolos que había en Tiatira. Pero en el aspecto positivo, todas son iguales. Tienen un solo Dios y un solo Cristo”. Verdaderamente fui iluminado.

Desde ese día, el Señor me ha mostrado este asunto una y otra vez, hasta que finalmente me hizo ver que los cuatro lados del muro de la Nueva Jerusalén son iguales. Cada lado es igual en apariencia. Aunque quizás millones de piedras de jaspe han sido juntadas para conformar el muro, cada lado del muro tiene la misma expresión. Cada lado es igual en material, substancia, color y apariencia. Por consiguiente, todos nosotros debemos ser iguales. Yo debo ser igual a usted, y usted debe ser igual a mí. Al final, seremos tan parecidos unos a otros que perderemos nuestra identidad. Ver esto nos ayuda a entender lo que dijo Pablo en 1 Corintios 1:10: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. Debemos hablar una misma cosa y estar perfectamente unidos en un mismo sentir. Esto no implica que tenemos que ser controlados por otra persona. Ninguna de las piedras de jaspe edificada en el muro está controlada. Todas ellas son iguales en sustancia, en color, en apariencia, en resplandor y en gloria, porque han sido transformadas por la misma vida. De tal modo que debemos imitarnos unos a otros y ser réplicas el uno del otro. Las hermanas deben imitar a los hermanos, y los hermanos copiar a las hermanas. No me refiero a copiar las características naturales de los demás, sino a copiar el jaspe, la sustancia, el color y la apariencia.

El jaspe no es una sustancia directamente creada. Primero Dios la creó, pero después fue transformada. Todas las piedras preciosas transparentes, especialmente los diamantes, son sustancias transformadas. Un diamante es un carbón que ha sido transformado en un cristal puro por medio del calor y la presión. Ninguno de nosotros fue creado de jaspe. Fuimos hechos de barro (Gn. 2:7). Alabado sea el Señor porque fuimos regenerados y estamos siendo transformados. Muchos de nosotros pasamos diariamente por un proceso de transformación. Con el tiempo, llegaremos a ser piedras preciosas. Seremos jaspe, poseeremos la vida de Dios y tendremos la apariencia de Dios. Tendremos el elemento de Dios y Su misma apariencia. Dios parece jaspe, y nosotros también luciremos como jaspe. Cuando nos miremos unos a otros, veremos en cada uno la apariencia de Dios. Hasta los más pequeños entre nosotros nos pareceremos a Dios.

¿Cree usted que cuando todos tengamos la sustancia, el color y la apariencia del jaspe, continuaremos debatiendo o teniendo diferencias de opinión? ¡Por supuesto que no! Se puede decir que la Nueva Jerusalén es una ciudad de jaspe: no es una ciudad de madera. Un día esta ciudad aparecerá con un color verde brillante que expresa a Dios. En la Nueva Jerusalén no expresaremos el carácter alemán, británico, chino, estadounidense ni ningún otro carácter humano. Expresaremos un carácter único, el carácter divino, el cual es Dios mismo en Su apariencia. La iglesia hoy tiene que ser así. En ella todos expresaremos a Dios.

Ya vimos que la ciudad, la Nueva Jerusalén, es sólida y su substancia es oro. Esto indica que la iglesia en su totalidad debe ser sólida y estar substancialmente constituida de la naturaleza divina. Este es el contenido de la iglesia. La iglesia no debe tener nada que no sea Dios mismo en Su naturaleza como su sustancia y su contenido. Vemos también que el muro de la ciudad tiene la apariencia de Dios. Ante toda la gente y todo el universo la iglesia debe expresar a Dios mismo.

La edificación de la iglesia depende de la sustancia contenida en la vida de iglesia. Si el contenido no es Dios mismo, será imposible tener la edificación apropiada y genuina. Pero si nuestro contenido es la naturaleza divina, este contenido nos transformará y nos conformará a Su imagen. Por esta transformación, todos nuestros conceptos, puntos de vista y opiniones serán absorbidos. Esto es lo que significa ser transformado por medio de la renovación de nuestra mente, como lo menciona Romanos 12:2. La mente es renovada por el contenido de la iglesia, la naturaleza divina. Cuando la naturaleza divina llena la iglesia y viene a ser su contenido, dicha naturaleza renueva nuestra mente y absorbe nuestras ideas, conceptos, puntos de vista y opiniones. Cuanto más llenos por dentro estemos de la naturaleza divina, más espontáneamente abandonaremos nuestros conceptos y nuestras opiniones. Como resultado, ya no tendremos un entendimiento natural de las cosas, sino uno que corresponda a la naturaleza divina. Por lo tanto, espontáneamente adquiriremos el mismo sentir y la misma opinión, hablaremos una misma cosa, tendremos una sola expresión, la apariencia de Dios, y seremos edificados en esta expresión.

Supongamos que usted está aferrado a sus conceptos naturales, y yo a mi punto de vista natural. Es posible que ni su concepto ni mi punto de vista sean pecaminosos. Sin embargo, por ser diferentes nuestros conceptos, no pueden estar hechos del mismo jaspe. Pero cuando ambos estamos llenos de la naturaleza divina y somos absorbidos por ella, nuestros conceptos son cambiados y somos del mismo jaspe. Entonces tenemos un solo sentir, un solo concepto y una sola opinión. Esta es la manera de ser edificados como iglesia. Debemos abandonar todas nuestras diferencias y ser edificados en el mismo muro a fin de que todos tengamos una sola expresión, la de Dios.

La iglesia no puede ser edificada con nuestros esfuerzos, ni nuestra bondad, ni por ser pacientes el uno con el otro. Edificar no significa que yo acceda a su opinión y usted a la mía. Eso es simplemente buena conducta, algo parecido a las enseñanzas de Confucio; mas no es lo que enseña la Biblia. La edificación genuina consiste en ser uno absorbido por la naturaleza divina, ser lleno, saturado e invadido de la naturaleza divina. Para que esto suceda tenemos que amar al Señor y consagrarnos a El sin reservas y decirle: “Señor, no quiero nada de mí mismo. Quiero entregarte todo mi ser y permitirte que tomes posesión de mí y me invadas hasta lo más profundo de mi ser. Señor, quiero que me llenes contigo mismo”. Esta es la manera correcta. El ser edificado en la iglesia no es un asunto de tratar de amar a diferentes clases de personas ni tratar de ensanchar nuestro corazón para incluir a los que tienen una manera de ser diferente. Este es un concepto natural. Lo que necesitamos es que nuestro carácter, ya sea estadounidense, chino, británico o alemán sea absorbido y sustituido por el oro divino. Si uno está lleno del oro divino, su corazón será más grande que el de Salomón (1 R. 4:29), pues será tan grande como el de Dios. Cuando todos estamos llenos e invadidos de la naturaleza divina, tenemos la misma expresión y apariencia porque tenemos la misma opinión y hablamos una misma cosa. Cuando todos tenemos la misma expresión, tenemos la apariencia de Dios, representada en el Apocalipsis por el jaspe. Esta es la expresión de la vida de iglesia.


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