Información del libro

Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 36 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE TREINTA Y SEIS

SE REVELAN LOS MISTERIOS DEL REINO

(2)

En este mensaje llegamos al primer misterio del reino, del cual se trata en Mateo 13:3-8 y 18-23.

Al principio de la primera parábola de entre las siete que abarcan los misterios del reino, el Señor no usó la frase: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a”, como lo hizo en las siguientes seis parábolas (vs. 24, 31, 33, 44, 45, 47), porque el reino de los cielos comenzó con la segunda parábola. En la primera parábola el Señor salió únicamente a sembrar la semilla del reino, pues en ese tiempo la semilla todavía no había crecido hasta llegar a ser la cosecha con la cual se formaría del reino. De aquí que, el reino no había venido aún, sólo se había acercado a través de la predicación del Señor (4:17).

E. La parábola del sembrador:
la obra preliminar del Rey

El Señor Jesús vino con el fin de llevar a cabo la obra preliminar que conduce al establecimiento del reino. Durante el transcurso de Su vida humana, desde Su nacimiento hasta Su resurrección, el reino de los cielos aún no había venido. Durante toda Su vida El hizo los preparativos necesarios para el establecimiento del reino de los cielos.

1. El sembrador salió a sembrar

Los versículos 3 y 4 dicen que el sembrador salió a sembrar. El Señor Jesús, en Su obra preliminar, vino como un sembrador con miras a establecer el reino de los cielos. Muchas veces el Señor fue llamado maestro, pero aquí El se presenta no como un maestro sino como un sembrador. El sembrador del versículo 3 es el Señor mismo (v. 37). En realidad el Señor no vino a enseñar sino a sembrar la semilla. ¿Qué es esta semilla? Es la palabra del reino que contiene al Rey como vida (v. 19). La semilla es también los hijos, los ciudadanos del reino (v. 38). De acuerdo con nuestra experiencia, la semilla sembrada por el Señor Jesús en nuestra naturaleza humana es simplemente El mismo como vida, quien nos convierte a nosotros en la semilla del reino. Aquí hay tres asuntos inseparables que están estrechamente vinculados: la palabra del reino, los hijos del reino y Cristo mismo como vida dentro de la semilla. La palabra del reino en realidad es Cristo mismo como palabra de vida. Finalmente esta semilla produce los hijos del reino que son los creyentes. Por lo tanto, la semilla se refiere a la palabra del reino, a Cristo mismo como vida, y a nosotros los hijos del reino. Al sembrarse Cristo como palabra viva en nuestro ser, nosotros llegamos a ser los hijos del reino.

En esta parábola vemos que Cristo establece el reino de los cielos no por medio de guerras o enseñanzas, sino al sembrarse como la semilla de vida en los creyentes con el fin de que crezca el reino celestial. El establecimiento del reino de los cielos depende totalmente del crecimiento en vida. En efecto, establecer el reino equivale a hacerlo crecer. El reino no puede establecerse con el trabajo externo sino con el crecimiento interior, un hecho en el cual debemos hacer hincapié una y otra vez. Muchos obreros cristianos no han visto esto; por consiguiente, siguen creyendo que la iglesia se edifica por el trabajo externo. No obstante, la iglesia sólo se produce cuando Cristo se siembra como semilla en el hombre. El crecimiento de esta semilla produce la iglesia. La semilla de vida, que es Cristo mismo en la palabra sembrado en la humanidad, produce la iglesia. El trabajo no produce la iglesia, sino únicamente el crecimiento en vida. De aquí que el reino de los cielos no se produce mediante enseñanzas o trabajo, sino por Cristo como la palabra de vida sembrada en la humanidad. Esta semilla crece, y la vida que se encuentra en ella produce el reino. El reino depende totalmente de la vida que crece, y el origen del reino es Cristo, la semilla de vida. En efecto, el reino está estrechamente relacionado con la vida. Que este hecho nos impresione profundamente.

En esta parábola, la cual nos da un cuadro claro de la obra preliminar del reino, Cristo se presenta como el sembrador. Todos aquellos que han sembrado semilla saben que si la semilla no tiene vida, nada sucederá, pues sin vida es imposible tener crecimiento. En esta parábola Cristo no vino a hablar como un gran profeta ni a regir como un poderoso rey. Es cierto que El era un profeta y un rey, pero en esta parábola se presenta como un sembrador y no como profeta o rey. En Su mano no vemos un cetro con el cual reinar o ejercer autoridad, sino una semilla con la cual producir vida. El vino como un sembrador para sembrarse a Sí mismo como la semilla. ¡Oh, que todos podamos ver esto! Esta visión cambiaría nuestros conceptos y nuestra labor en el Señor, y si realmente la viéramos, no confiaríamos más en nuestra obra, porque sabríamos que el reino es un asunto de vida, y que la iglesia depende del crecimiento de la vida contenida en la semilla sembrada en nosotros. Como consecuencia, confiaríamos únicamente en el crecimiento de esta vida. Aquellos que han estado con nosotros durante algunos años pueden dar testimonio de que yo nunca digo a otros lo que deben hacer, ni doy instrucciones acerca de la conducta que deben observar. Por el contrario, reunión tras reunión, conferencia tras conferencia y entrenamiento tras entrenamiento ministro a Cristo, quien es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Siempre he ministrado a Cristo, la vida, el Espíritu y la iglesia.

Todos debemos recibir la visión básica de que el reino está relacionado con que la vida crezca en nosotros. Los jóvenes que tienen carga por los campos universitarios deben ver esto. Jóvenes, si ustedes van a las universidades a llevar a cabo un trabajo, eso no significará nada. No deben ir allí a trabajar sino a sembrar la semilla; deben ir como sembradores. Durante los años que estuve con el hermano Nee en China, pude ver que él no estaba trabajando sino sembrando a Cristo como la semilla. El me comentó que la señorita M. E. Barber no había ido a la China a laborar. Ella estaba en la China sembrando a Cristo, y aun sembrándose a sí misma en Cristo. Ella era una semilla sembrada en esa región de China. Finalmente algo brotó de esa semilla. El recobro del Señor hoy es el producto de la semilla sembrada por la hermana Barber y el hermano Nee. No pensemos que nuestro trabajo es muy importante; no, nuestro trabajo no significa nada. Al volver a estudiar los evangelios de nuevo, se puede ver que el primer obrero cristiano fue Cristo mismo. Sin embargo, El no se esforzó tanto en trabajar como en sembrar.

En la parábola del sembrador, el Señor describió lo que El vino a hacer. El vino como un sembrador a sembrar la semilla. Para los orgullosos esta parábola es un misterio. Los fariseos probablemente dirían: “Nosotros ya sabemos todo al respecto y no estamos interesados en oír nada más acerca de ese tema. Sabemos lo que es un sembrador. Sabemos que lo que un sembrador hace es simplemente sembrar la semilla, y que esta semilla cae en diversos tipos de terreno. Este es un conocimiento muy elemental, y nosotros queremos escuchar algo más profundo y filosófico. Jesús, háblanos acerca de la ley de Moisés. ¿Alguna vez has leído a Moisés y los salmos? Nos gustaría escuchar acerca de eso y no de la semilla que cae junto al camino, en tierra rocosa, entre espinos o en buena tierra. Tú eres un simple maestro de jardín de niños”. Pero para los pobres en espíritu y puros de corazón esta parábola es mucho más profunda que las enseñanzas de Moisés y que los salmos. ¡Aleluya por el sembrador, por la semilla y por la buena tierra! Esto es un asunto de vida. Necesitamos más himnos que hablen del sembrador, de la siembra, de la semilla y del crecimiento. Vuelvo a decir que el reino crece; no se edifica por nuestra labor. No debemos tratar de edificar la iglesia por nuestra propia cuenta porque la iglesia sólo se edifica por el crecimiento. Lo que debemos hacer día tras día es sembrar a Cristo.

Recientemente un opositor le dijo a un hermano: “Vamos a poner fin a su obra”. El dijo que estaban planeando detener el recobro del Señor. Si los opositores tratan de hacer esto, se encontrarán con un problema. No se debe tocar nada de la vida, porque mientras más se la toque, más se multiplicará. Si uno la deja en paz, la vida permanecerá inactiva, pero si la toca, ésta crecerá. Supongamos que uno dice a la semilla: “Semilla, yo impediré que crezcas; te voy a enterrar”. ¡Cuán bueno será esto para la semilla! En cambio, si guarda la semilla en una vitrina, apreciándola, admirándola y valorándola, ésa será la mejor forma de detenerla. Mas si uno trata de terminar con la semilla enterrándola, ésta de seguro crecerá. Los opositores sencillamente no saben lo que es el recobro del Señor; pues no es una obra cristiana, ni una enseñanza o teología, sino una semilla. El recobro del Señor es el Cristo viviente como una semilla. Tengo la seguridad de declarar a todo el universo que el Cristo todo-inclusivo como el Espíritu vivificante ha sido sembrado en miles de estadounidenses. No los toquen, porque si ustedes tratan de perseguirlos o enterrarlos, la semilla se multiplicará. ¿Quién puede detener el recobro del Señor? La semilla ya ha sido sembrada; el Señor vino a la tierra como un sembrador para sembrarse a Sí mismo. ¡Aleluya que Jesús se ha sembrado en la humanidad! El principio es el mismo hoy en el recobro. El recobro como la semilla de vida ha sido sembrada en Norteamérica, Europa, Brasil y muchos otros lugares, y nada ni nadie pueden detenerlo. El recobro del Señor no es un movimiento cristiano, sino Cristo mismo como la semilla de vida sembrado en nuestro ser. El sembrador es Cristo, y la semilla también es Cristo, es decir, Cristo en la palabra sembrado en nosotros para transformarnos en hijos del reino.

De acuerdo con esta parábola y con la interpretación que el Señor le dio, esta semilla es sembrada en nuestro corazón (v. 19). En el pasado hicimos notar que el corazón no es el órgano con el cual recibimos, sino el órgano con el cual amamos, y que el órgano receptor es nuestro espíritu. Decimos esto tomando por base Ezequiel 36, donde leemos que Dios prometió darnos un espíritu y un corazón nuevos: un espíritu nuevo para recibir a Dios y un corazón nuevo para amarle. Aquí el Señor Jesús no menciona nada acerca del espíritu, pero sí dice que el corazón es el lugar donde la semilla es sembrada. Nada puede entrar en nuestro espíritu sin pasar primero por nuestro corazón. En 1 Pedro 3:4 nuestro espíritu es llamado el hombre interior de nuestro corazón, lo cual indica que nuestro espíritu está cercado por nuestro corazón. Las tres partes principales del corazón son la mente, las emociones y la voluntad. Cuando creímos en el Señor Jesús, ciertamente ejercitamos nuestro espíritu aunque inconscientemente, pero con nuestro corazón sí entendimos que creíamos en El. En otras palabras, cuando creímos en El, abrimos nuestro corazón, pero el resultado de eso fue que El entró en nuestro espíritu. Cuando abrimos nuestro corazón y creímos en El, El entró en nuestro espíritu. Sin em- bargo, nuestro espíritu no es el terreno donde Cristo crece; el terreno es nuestro corazón. Esta parábola explica claramente que nuestro corazón es el terreno, la tierra, el lugar exacto donde la semilla es sembrada y crece. Por lo tanto, en esta parábola el Señor no toca nuestro espíritu, sino principalmente nuestro corazón.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top