Información del libro

Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 36 de 62 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y SEIS

LAS RIQUEZAS DE LA ABUNDANTE
SUMINISTRACION DEL ESPIRITU
SE HALLAN CORPORIFICADAS
EN LA PALABRA

Lectura bíblica: Fil. 1:19; 2:12b, 16a; Ef. 3:8; 5:18-20; Col. 3:16-17; 1 Ti. 4:6; 6:3

El pensamiento fundamental de la Biblia consiste en que el Dios Triuno desea forjarse a Sí mismo en el hombre, con el fin de que éste lo tome como su vida y lo viva a El. Para cumplir Su deseo, el Dios Triuno pasó por un proceso maravilloso. Tanto la encarnación como la crucifixión fueron etapas de dicho proceso. En la cruz, Cristo puso fin al pecado, a los pecados y a Satanás. Además, allí liberó Su vida divina. La muerte de Cristo, la cual puso fin a todo, fue seguida por Su resurrección. Por consiguiente vemos que mediante la encarnación Cristo se hizo hombre, que después, por medio de Su crucifixión, El aniquiló todas las cosas negativas, y que en la resurrección se impartió en todos aquellos que creen en El, para que llegaran a ser uno con El en vida y naturaleza.

EL HOMBRE FUE CREADO A LA IMAGEN DE DIOS

Puesto que el hombre fue creado por Dios, es una criatura Suya, y como tal, carece de la vida y naturaleza divina. No obstante, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dios lo creó de esta manera porque Su propósito era entrar en el hombre y ser uno con él. Ya que ésta era Su intención, Dios hizo al hombre de tal manera que éste pudiera recibirlo y llegar a ser uno con El.

Para entender mejor la relación que existe entre Dios y el hombre, y el hecho de que éste fue creado a la imagen de Dios, podemos usar el ejemplo de un guante. El guante está diseñado especialmente para contener la mano; es por eso tiene la imagen de una mano. Una vez que la mano entra en el guante, ambos llegan a ser uno. Del mismo modo, el hombre es un vaso creado a la imagen de Dios con el propósito de contenerlo. Romanos 9 revela que somos vasos creados con el fin contener a Dios.

SOMOS UNO CON EL DIOS TRIUNO

Por una parte, el hombre fue creado para contener a Dios; por otra, era necesario que Dios pasara por un proceso. Una vez que el Dios Triuno pasó por el proceso de la encarnación, la crucifixión y la resurrección, El pudo entrar en el hombre. Después de resucitar, el Señor Jesús envió a Sus seguidores a que hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19). Bautizar a los creyentes en el nombre del Dios Triuno equivale a sumergirlos en la persona misma del Dios Triuno. El nombre denota a la persona, y la persona es la realidad del nombre. Pablo en sus epístolas habla de bautizar a los creyentes en Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27), lo cual equivale a bautizarlos en la persona del Dios Triuno. Aquellos que creen en Cristo y son bautizados en El, llegan a ser uno con el Dios Triuno en vida y naturaleza.

Alabamos al Señor porque, como creyentes, poseemos la vida de Dios y participamos de Su naturaleza divina. En 2 Pedro 1:4 se nos dice claramente que somos participantes de la naturaleza divina. Debido a que participamos de la naturaleza de Dios, podemos decir con propiedad que somos divinos. No obstante, esto de ningún modo implica que evolucionamos hasta convertirnos en Dios, en el sentido de llegar a ser objetos de adoración. La Biblia jamás enseña que los creyentes serán deificados. Sin embargo, la Palabra de Dios sí revela que todo aquel que cree en Cristo es nacido de Dios. Por consiguiente, podemos decir que somos verdaderos hijos Suyos, y no meramente hijos adoptivos. Por ser hijos de Dios, poseemos Su misma vida y naturaleza; y puesto que poseemos Su vida y naturaleza, somos uno con El. No obstante, repito que esto no implica que llegaremos a ser Dios, en el sentido de llegar a ser objetos de adoración.

Basándonos en la Biblia, enseñamos que somos uno con Dios, ya que mediante la regeneración llegamos a poseer la vida y la naturaleza divinas. Tal como un niño posee la misma vida y naturaleza de su padre, nosotros también, como hijos de Dios, tenemos Su propia vida y naturaleza. Sin embargo, algunos cristianos son humildes de una manera religiosa, y no se atreven a afirmar que tienen la naturaleza de Dios, aun cuando reconocen haber nacido de Dios. Sólo declaran que son pecadores que han recibido la misericordia de Dios. Pero se resisten a confesar que poseen la naturaleza de Dios y que son uno con El.

La regeneración no nos hace parte de la Deidad. Pretender que los creyentes llegan a ser Dios en el sentido de ser objeto de adoración, constituiría una blasfemia contra El. No podemos participar de la Deidad en ese sentido, pero sí podemos compartir la naturaleza divina. Una cosa es formar parte de la Deidad, y otra, participar de la naturaleza divina. ¡Qué bendición tan grande es ser uno con Dios en Su misma vida y naturaleza!


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