Información del libro

Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 185 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE SIETE

LA ZARZA CORPORATIVA

Hemos visto que la zarza en Exodo 3 simboliza a Moisés como aquel que ha sido llamado por Dios. A los ojos de Dios, Moisés era una zarza. Nadie presta mucha atención a una zarza. Aunque Moisés había sido rechazado por el hombre, él fue aceptado por Dios, y el fuego de la gloria de Dios ardía dentro de él y sobre él. Por tanto, Moisés era una zarza ardiendo con la gloria de Dios.

La zarza ardiente en Exodo 3 se refiere no solamente a Moisés como individuo, sino también a los hijos de Israel como entidad corporativa. El pueblo de Dios, los hijos de Israel, incluía a aquellos que eran débiles y a aquellos que eran fuertes. Moisés era solamente una persona entre el pueblo corporativo de Dios. Para el Señor, la zarza ardiente en el capítulo tres no era solamente un individuo, sino también un pueblo corporativo. En este mensaje, mi carga consiste en considerar el aspecto corporativo de la zarza. Como individuos, todos somos los Moisés de hoy. Pero también formamos parte de la iglesia como la zarza corporativa.

Al tratar con Su pueblo, los hijos de Israel, El tenía una meta: obtener una morada apropiada. Deuteronomio 33:16 habla de Dios como Aquel que moraba en la zarza. Esta palabra, escrita por Moisés, indica que Dios poseía esta zarza ardiente como Su casa, Su morada. ¿Quién hubiera pensado algún día que la habitación de Dios en la tierra sería una zarza?

Moisés debe haberse dado cuenta de que la zarza ardiente que él vio cuando Dios lo llamó era un símbolo de él mismo. En la época de Deuteronomio 33, Moisés se consideraba a sí mismo como una zarza; sin embargo, para Dios él era “el hombre de Dios” (Dt. 33:1). En el aspecto individual, Moisés era una zarza, y en el aspecto corporativo, los hijos de Israel eran una zarza. No obstante, el Dios de bendición moraba en esta zarza. Si Dios no mora en nosotros, estamos acabados. Sin El no somos más que zarzas comunes. Podemos ser damas y caballeros cultos o profesionales bien adiestrados, pero seguimos siendo zarzas porque nuestra naturaleza caída está relacionada con las espinas y con la maldición.

Al referirse a Dios como Aquel que moraba en la zarza, el corazón de Moisés debe haber estado lleno de agradecimiento a Dios. Durante los últimos cuarenta años de su vida, Moisés sabía que él no era más que una zarza. Pero él sabía también que Dios estaba con él. Todos debemos darnos cuenta de esto. Cuando tenemos un espíritu apropiado delante del Señor, sabemos que somos una zarza. Sabemos que aún nuestras virtudes naturales, como la bondad, la humildad y la paciencia, son “espinas”. A veces podemos sentir que debemos postrarnos ante el Señor y confesarle lo lamentable que somos. Mientras Moisés bendecía a los hijos de Israel, probablemente se sintió así.

Un cántico evangélico muy conocido dice: “No soy más que un pecador salvo por gracia”. El sentir que tenía Moisés era más profundo, aún más tierno y dulce que eso, pues él entendía que él era una zarza quemada por la gloria de Dios. Hoy en día, nosotros los creyentes en Cristo, no somos solamente pecadores salvos por gracia, sino una zarza ardiendo con el fuego de la gloria de Dios. Moisés se daba cuenta de esto tanto para sí mismo como para los hijos de Israel como pueblo corporativo de Dios. En su interior, él sabía que él personalmente y también los israelitas corporativamente eran una zarza.

I. LA ESPINA Y LA LLAMA DE FUEGO
EN GENESIS 3

Debemos ver que existe un lazo entre Génesis 3 y Exodo 3. En ambos capítulos, vemos la espina y el fuego. La espina de Génesis 3 indica que el hombre se encuentra bajo una maldición (vs. 17-18), y la llama de fuego indica que el hombre está excluido de Dios como el árbol de la vida (vs. 22-24). Según Génesis 3, las espinas provienen de la maldición causada por el pecado. Por tanto, las espinas simbolizan al hombre caído bajo la maldición. Inmediatamente después de que la maldición fue pronunciada, se colocó una espada flameante al este del jardín para guardar “el camino del árbol de la vida” (v. 24). Por tanto, el pecado introdujo la maldición, y la maldición trajo la llama de fuego. La función del fuego en Génesis 3 consiste en excluir a los pecadores del árbol de la vida, es decir, de Dios como la fuente de vida.

Si la Biblia hubiera terminado con Génesis 3:24, nuestra situación no habría tenido ninguna esperanza jamás. Según los capítulos uno y dos de Génesis, fuimos creados específicamente para recibir a Dios como vida. El hombre creado por Dios fue colocado frente al árbol de la vida. Entonces en el capítulo tres vino el pecado: el hombre cayó bajo una maldición, y el fuego de la santidad de Dios excluyó a los pecadores malditos y les impidió tener un contacto directo con Dios como el árbol de la vida.


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