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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 12 de 185 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE DOCE

LAS TRES ESTACIONES EN EL
CUMPLIMIENTO DEL PROPOSITO DE DIOS

En este mensaje estudiaremos las tres estaciones en el cumplimiento del propósito de Dios como se mencionan en Exodo 3. Por medio del llamamiento de Dios, el pueblo escogido fue dirigido a tres estaciones distintas. El versículo 18 afirma que los hijos de Israel debían viajar durante “tres días” por el desierto. En el versículo 12, el Señor le dijo a Moisés; “Ve, porque Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que Yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. Finalmente, en los versículos 8 y 17, el Señor prometió a Moisés que El sacaría a los hijos de Israel de Egipto y que los llevaría a una “tierra donde fluye leche y miel”. Por tanto, las tres estaciones mencionadas en este capítulo son el desierto, el monte y la tierra.

I. AL DESIERTO

Muchos maestros cristianos han recalcado la importancia de la experiencia de los hijos de Israel en el desierto. No obstante, ellos interpretan el desierto como un lugar de pruebas. Aunque en otras partes de la Biblia el desierto sí tiene este significado, éste no es su significado en 3:18. Aquí el desierto denota un lugar de separación del mundo. Según 3:18, los hijos de Israel debían viajar durante tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor su Dios. Era imposible que el pueblo de Dios le ofreciera sacrificios a El en Egipto. Para servir a Dios de esta manera, ellos debían estar en un lugar de separación.

El desierto estaba separado de Egipto por el mar Rojo. El cruce del mar Rojo tipifica el bautismo. Después de creer en el Señor Jesús y de tomarlo como nuestra Pascua, fuimos bautizados. Por tanto, el agua bautismal nos separa del mundo y nos introduce en el desierto donde podemos servir a Dios. Sin embargo, muchos que han sido salvos todavía no han sido liberados y no han entrado en el desierto. Esto quiere decir que han sido salvos, pero no están separados del mundo.

El desierto, el lugar de separación del mundo, es la primera estación en la liberación del pueblo escogido de Dios de Egipto. Nuestra experiencia lo testifica. Antes de ser salvos, estábamos muy ocupados con las cosas del mundo. Pero la salvación de Dios nos ha liberado de esta preocupación y nos ha introducido en el desierto. Toda persona que es salva correctamente debe tener esta clase de experiencia.

Vemos esto tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. La única diferencia es que el Antiguo Testamento presenta la tipología, el cuadro, mientras que el Nuevo presenta la realidad espiritual en palabras. Puesto que nos resulta difícil captar las cosas espirituales en el Nuevo Testamento, Dios en Su sabiduría usa los cuadros del Antiguo Testamento para ayudarnos a entenderlas. La historia de los hijos de Israel describe la plena salvación de un creyente. Por ejemplo, la Pascua tipifica a Cristo. En 1 Corintios 5:7, Pablo dijo: “Porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada”. Además, en 1 Corintios 10:1 y 2, Pablo indica que el cruce del mar Rojo tipifica el bautismo. Además, el maná y el agua de la roca también tipifican a Cristo (1 Co. 10:3-4). No es difícil ver el significado de estas tipologías; no obstante, casi ningún cristiano se da cuenta de que la buena tierra también tipifica a Cristo. Por consiguiente, muchos consideran solamente la etapa inicial de la historia de los hijos de Israel como tipología. Cuánto le damos gracias al Señor por habernos mostrado que toda la historia de los israelitas describe nuestra salvación.

Los hijos de Israel salieron de Egipto y entraron en el desierto por medio del disfrute de la Pascua (12:11, 31-41) y mediante el bautismo en el mar Rojo (14:21-30). Para ellos, la Pascua fue un disfrute; disfrutaron el cordero, el pan sin levadura y las hierbas amargas. El suministro que recibieron a través de este disfrute los fortaleció para salir de Egipto. Además, el bautismo en el mar Rojo los liberó de los egipcios. Esto indica que por medio de Cristo como Cordero pascual y por Su muerte, somos separados del mundo e introducidos en el desierto, la primera estación en el cumplimiento del propósito de Dios.

II. AL MONTE

La segunda estación es el monte (3:12; 19:1-2, 11; 24:16-18), donde los hijos de Israel recibieron revelación acerca de Dios y del tabernáculo. Durante siglos, habían estado bajo las tinieblas en Egipto donde no había luz, ni Palabra, ni el hablar de Dios. Pero ahora, bajo la iluminación, habían de vivir conforme a la revelación acerca de Dios, y debían construir el tabernáculo conforme al modelo revelado por Dios.

Los hijos de Israel fueron llevados al monte por el árbol que hizo del agua amarga agua dulce (15:23-25), las doce fuentes en Elim (15:27), el maná del cielo (16:14-15, 31-32, 35), el agua viva de la roca hendida (17:6), y la victoria sobre Amalec (17:8-16). Cuando los israelitas llegaron a Mara, “no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas” (15:23). El pueblo murmuró en contra de Moisés, y por esta razón él clamó al Señor: “y el Señor le mostró un árbol, y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron” (15:25). Este árbol representa a Cristo con Su cruz. Los hijos de Israel siguieron hasta Elim, donde habían doce fuentes de agua (15:27), y acamparon allí cerca de éstas. Cuando siguieron viajando desde Elim, volvieron a murmurar; esta vez porque no tenían comida. Dios satisfizo sus necesidades al mandarles maná, la comida celestial para sostenerlos. Asi mismo, cuando los hijos de Israel murmuraron por no tener agua, Dios produjo agua de la roca hendida (17:1-6). Todas estas cosas representan varios aspectos de Cristo como nuestro suministro de vida, el suministro mismo que Dios usa para llevarnos al monte. Nosotros en las iglesias locales podemos testificar que hemos recibido el suministro por el agua dulce, las doce fuentes en Elim, el maná celestial, y el agua viva que fluye de la roca hendida.

El pueblo escogido de Dios no debía permanecer en el monte ni en el desierto. La intención de Dios consistía en que siguieran adelante hasta la buena tierra. Del mismo modo, en la actualidad no debemos permanecer en el desierto ni en el monte. Por el contrario, debemos considerar ambos lugares como una parada temporal. Nuestro destino final es la buena tierra.

Pocos cristianos han llegado, en su experiencia, al monte. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de entrar en la vida de iglesia, no estábamos en el monte, el lugar de revelación. No obstante, la mayoría de los santos en el recobro de Dios han llegado al monte que está en el desierto. Por una parte, estar en el monte es una experiencia maravillosa; por otra parte el permanecer allí mucho tiempo causa sufrimientos. Entre los que han estado en Cristo durante muchos años, algunos no han ido más lejos que la estación del monte. En el día catorce del primer mes, los hijos de Israel celebraron la Pascua en Egipto, y durante el tercer mes llegaron al monte (19:1). Se quedaron allí durante aproximadamente nueve meses. En el primer día del siguiente año, el tabernáculo fue construido y fue llenado de gloria (40:17, 34). Esto indica que permanecer en el monte por mucho tiempo no es algo normal. Muchos de nosotros en el recobro del Señor hemos visto la revelación en el monte y hemos participado con otros en la construcción del tabernáculo. Esto es maravilloso, pero lo es sólo temporalmente.

Si estudiamos el cuadro de los hijos de Israel en el desierto, vemos que entre los que salieron de Egipto, sólo dos personas: Josué y Caleb, entraron en la buena tierra. Todos los demás, incluyendo a Moisés, Aarón y María, murieron en el desierto. Para ellos, el desierto no fue solamente un lugar de separación, sino también un lugar de pruebas. Antes de que los hijos de Israel llegaran al monte, el desierto era positivo, pues era solamente un lugar de separación. Pero después del monte, el desierto llegó a ser un lugar de pruebas por la incredulidad de ellos.

Cuando los israelitas estaban en el monte, recibieron la revelación acerca de lo que Dios es. No considere la ley solamente como algunos mandamientos. La ley era un testimonio, definición, descripción y explicación de lo que Dios es. Por la ley podemos conocer a Dios mismo. Dios exigía que Su pueblo escogido viviera conforme a esta revelación de El mismo. De esta manera, en el monte, Moisés recibió una revelación tanto de lo que Dios es, como de la clase de vida que debería llevar el pueblo de Dios. Puesto que Dios es santo, justo y amoroso, Su pueblo debe llevar una vida caracterizada por la santidad, la justicia y el amor. Los capítulo 20 al 24 de Exodo revelan que Dios es detallado en Su santidad, justicia y demás atributos divinos. Su pueblo debe llevar una vida que corresponde con los atributos detallados de Dios. Podremos ver esta revelación solamente en la cima del monte.

Es en el monte donde el pueblo de Dios puede ver también la revelación del deseo del corazón de Dios. Aquí vemos que Dios desea que vivamos conforme a lo que El es porque el deseo de Su corazón es tener una morada en la tierra. El tabernáculo fue erigido para satisfacer temporalmente este deseo. Antes de la construcción del tabernáculo, Moisés recibió una revelación detallada acerca de todos los aspectos de ello en los capítulos 25 al 31. Los demás capítulos abarcan la experiencia de los hijos de Israel en el monte y nos hablan de la construcción del tabernáculo.

En el monte tenemos la vida de iglesia representada por el tabernáculo. La vida de iglesia que llevamos actualmente no es la del templo; por el contrario, es la vida de iglesia portátil, el tabernáculo. El tabernáculo no tenía suelo ni fundamento, sino que fue erigido sobre la tierra. Por el contrario, el templo construido en la buena tierra tenía un fundamento firme. En el Nuevo Testamento, ningún versículo afirma que la iglesia es construida con madera. Por el contrario, tanto Pablo como Pedro afirman que es edificada con piedra (1 Co. 3:12; 1 P. 2:5). Esto indica que el tabernáculo, un tipo de la iglesia, era la morada temporal de Dios. Su morada permanente sería el templo construido en la tierra de Canaán. No obstante, muchos cristianos no han alcanzado la vida del tabernáculo, la vida de iglesia temporal, y mucho menos la del edificio sólido.


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