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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 57 de 72 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE HECHOS

MENSAJE CINCUENTA Y SIETE

LA PROPAGACION EN
ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE
EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PABLO

(23)

Lectura bíblica: Hch. 21:18-26

En este mensaje, seguiremos examinando la situación de Pablo en 21:18-26.

SE PURIFICO CON LOS NAZAREOS

Anteriormente vimos que Jacobo y los ancianos glorificaron a Dios al oír las cosas que El había hecho entre los gentiles por medio del ministerio de Pablo (vs. 18-20a). Pero por otra parte, también le hicieron notar que en Jerusalén había millares de judíos que habían creído y eran celosos por la ley (v. 20). Además, le dijeron que estos creyentes judíos habían oído que él enseñaba a “apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni anden según las costumbres” (v. 21). Finalmente, Jacobo y los ancianos le exigieron a Pablo que hiciera lo siguiente: “Tenemos aquí cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley” (vs. 23-24). Como ya vimos, el voto mencionado aquí es el voto nazareo (Nm. 6:2-5). Purificarse con los nazareos implicaba hacerse un nazareo, uniéndose a ellos en el cumplimiento de su voto.

Según el versículo 24, Pablo recibió mandato de que se purificara con los cuatro hombres que habían hecho voto y que pagara los gastos de ellos. Lo primero que un nazareo tenía que hacer era purificarse en presencia de Dios. Según la costumbre de esa época, los ricos solían pagar los gastos de las ofrendas necesarias para que un nazareo cumpliera su purificación. Ya que con frecuencia los nazareos pobres no podían pagar las ofrendas, necesitaban que alguien les ayudara con los gastos. Los que ayudaban a los nazareos se unían a ellos de esta manera.

El hecho de que Pablo en Hechos 21 se purificara con los nazareos y pagara sus gastos equivalía a unirse a ellos, de modo que ya no eran cuatro sino cinco nazareos. Conforme a lo dicho por Jacobo y por los ancianos de Jerusalén, si Pablo se purificaba con los nazareos y pagaba sus gastos, demostraba a todos los creyentes judíos que también andaba ordenadamente, guardando la ley. Pero, ¿acaso Pablo guardaba la ley? Por supuesto que no, pero a pesar de ello, Jacobo y los ancianos le exigieron que se uniera a los cuatro nazareos para que así los creyentes judíos vieran que él también guardaba la ley. Lo que Jacobo y los ancianos proponían era sumamente grave e incorrecto.

En 21:25 Jacobo y los ancianos le dijeron a Pablo: “Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros ya hemos escrito lo que determinamos: que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación”. Estas palabras conllevan el mismo tono rancio del capítulo quince.

Leamos Hechos 21:26: “Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo y dio aviso del cumplimiento de los días de la purificación, hasta que la ofrenda se presentara por cada uno de ellos”. El cumplimiento del cual se habla aquí es el cumplimiento del voto nazareo (Nm. 6:13).

Prestemos la debida atención a las palabras “habiéndose purificado”, las cuales implican que Pablo ya se había purificado con los cuatro nazareos, había entrado con ellos al templo, y ahora esperaba hasta que la ofrenda por cada uno de ellos fuera presentada. El tiempo de espera se indica con la palabra “hasta”. Pablo, después de purificarse junto con los cuatro nazareos, esperaba con ellos en el templo a que el sacerdote se presentara en el cumplimiento del séptimo día para ofrecer sacrificios por cada uno de ellos, incluyendo al propio Pablo.

LA TRANSIGENCIA DE PABLO Y SU LIBERACION

Resulta muy difícil creer que Pablo se purificara, entrara en el templo y esperara a que el sacerdote presentara las ofrendas. Cuando todo esto ocurrió, él ya había escrito las epístolas de Gálatas y Romanos; dichos libros fueron escritos poco antes de su llegada a Jerusalén. Es difícil creer que Pablo hiciera caso a las palabras de Jacobo y de los ancianos, pero es un hecho que él se unió a los nazareos y que entró en el templo con ellos.

Como veremos en el próximo mensaje, se suscitó un alboroto en contra de Pablo (21:27—23:15), y finalmente los judíos lo prendieron (21:27-30). Leamos lo que declara 21:27-28 acerca de esto: “Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley, y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar”. Este alboroto se produjo “cuando estaban para cumplirse los siete días”, es decir, en el séptimo día. La intención de Pablo al entrar en el templo era evitar problemas. Sin embargo, su ida al templo con los cuatro nazareos ciertamente le causó muchos problemas.

Supongamos por un momento que Pablo se hubiera rehusado a ir al templo, y que más bien se hubiera quedado con los hermanos de la casa de Mnasón, donde se había hospedado con sus compañeros. Supongamos también que hubiera dicho a los hermanos: “No me interesa el templo, pues ya Dios lo abandonó. Hermanos, ¿acaso no nos dijo el propio Señor Jesús que Dios desechó el templo? Yo me baso en las mismas palabras del Señor. El sacerdocio y todos los sacrificios también han terminado. Por tanto, no puedo regresar al templo ni participar de las ofrendas ni del sacerdocio. Prefiero quedarme aquí y tener comunión con ustedes”. ¿No creen que si Pablo hubiese procedido así la situación habría sido muy distinta? Sin duda alguna habría sido muy diferente.

Sin embargo, en este capítulo vemos que Pablo cedió más de lo debido. A pesar de haber escrito Gálatas y Romanos, poco después hizo lo que se narra en este capítulo. Dar un paso de tal magnitud fue un grave error de su parte.

Hechos 21:26 y 27 revelan que Pablo estaba esperando el cumplimiento de los días de la purificación en el templo. El debía permanecer en el templo hasta que el sacerdote presentara las ofrendas por él y por los cuatro hermanos. ¿Cómo pudo Pablo permanecer en el templo tanto tiempo? ¿Piensa usted que se sentía contento? ¿Cree que estaba alabando al Señor alegremente? Ciertamente él alabó al Señor cuando estuvo encarcelado en Filipos (16:23-25), pero ¿cree usted que pudo hacerlo mientras estaba en el templo de Jerusalén? Aparentemente, el templo era un lugar mucho mejor que una cárcel. En realidad, la cárcel de Filipos fue para él un lugar santo e incluso los cielos mismos, mientras que el templo de Jerusalén se convirtió en una cárcel. Pablo se encontraba allí aprisionado, sin poder liberarse; él se hallaba atrapado en esa situación.

Sin embargo, aunque Pablo estaba encarcelado en el templo, el Señor halló la forma de sacarlo de esa cárcel. Dios usó a los mismos judíos para liberarlo; en particular, usó el alboroto que causaron los judíos. Aparentemente esto lo puso en mayores dificultades, pero en realidad lo rescató, no solamente del templo de Jerusalén, sino también de la mezcla de la ley del Antiguo Testamento con la gracia neotestamentaria, una mezcla que Dios condenaba. Por lo tanto, el Señor en Su providencia protegió a Su fiel siervo de esta terrible mezcla.


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