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Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 16 de 62 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DIECISEIS

TENER EL MISMO ANIMO Y
ARRIESGAR LA VIDA DEL ALMA

Lectura bíblica: Fil. 2:19-30

En este mensaje quisiera hablarles algo adicional en cuanto a tener el mismo ánimo y arriesgar la vida del alma. Al referirse a Timoteo, Pablo dijo: “Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros” (2:20). Luego, acerca de Epafrodito, dijo: “Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, arriesgando su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí” (v. 30). Sin la debida experiencia espiritual, no podemos entender lo que Pablo quiso decir en estos versículos. Una simple lectura de estos versículos no es suficiente. Pero gracias a la experiencia que hemos adquirido en la vida de iglesia y a nuestra observación, hemos podido entender, por lo menos hasta cierto punto, lo que Pablo quiso decir cuando habló de tener el mismo ánimo y de arriesgar el alma.

EL ORIGEN DE LAS DIVISIONES

Como todos sabemos, en la actualidad los cristianos están divididos; de hecho, existen miles de divisiones. En la mayoría de los casos, las divisiones son causadas por cristianos que tienen un corazón dispuesto y que aman al Señor con sinceridad. De hecho, cuanto mayor sea el número de los creyentes que amen al Señor, más peligro existe de que se produzcan divisiones. Esto se debe a que su amor por el Señor les incita a hacer algo para El. Pero una y otra vez se ha comprobado que el resultado de esto ha sido la división.

Siempre que hagamos algo para Cristo, necesitaremos ejercitar nuestra alma. Para tener comunión con el Señor, sólo basta ejercitar nuestro espíritu, pero si deseamos laborar para El, tendremos que valernos de nuestra alma con todas sus facultades. Es por eso que Dios creó el alma con la facultad de pensar, sentir y tomar decisiones. Así que, cada vez que un creyente hace algo para el Señor, necesita usar dichas facultades. Sin embargo, el mayor problema se presenta cuando los cristianos, movidos por su amor hacia el Señor, se proponen hacer cosas para El, sin tener el mismo ánimo. En lugar de ello, tienen una alma muy distinta de los demás. Tales diferencias en el alma son la fuente principal de las divisiones.

Comúnmente pensamos que las diferencias doctrinales son la causa principal de las divisiones entre los cristianos. Aunque aparentemente sí lo son, en realidad, la verdadera causa de las divisiones no reside en los desacuerdos doctrinales, sino en las diferencias que se presentan en el alma de los creyentes. Puesto que muchos cristianos no tienen el mismo ánimo, es decir, que no son verdaderamente uno en el alma, aun cuando amen al Señor, ellos son los causantes de la mayoría de las divisiones que vemos en la actualidad. Por consiguiente, deducimos que el origen de las divisiones es el alma del hombre.

En el recobro del Señor, los santos aman al Señor Jesús con un amor sincero. En cuanto a amarlo y disfrutarlo en comunión no hay ningún problema. Pero es muy probable que surjan dificultades cuando nos proponemos hacer algo para El, aun cuando esto se base en la visión que hemos recibido al tener comunión con El en nuestro espíritu. Esto se debe a que somos diferentes en el alma; en otras palabras, el problema es que no tenemos el mismo ánimo al emprender algo para El.

DOS RESULTADOS

Las diferencias que se originan en nuestra alma pueden producir dos resultados. El primero es que algunos decidan abandonar la vida de iglesia y crear una nueva división; y el segundo es que, respetando la unidad basada en la localidad, decidan permanecer en el recobro, pero con una actitud negativa, disidente y fría. Es posible que un santo que permanece en el recobro con esta actitud, razone de la siguiente manera: “Estos hermanos son muy férreos en su perspectiva. Simplemente no logro hacer que me entiendan. Ya que no aceptan mis sugerencias, lo mejor es que de aquí en adelante me quede callado. No volveré a tomar ninguna iniciativa, más bien, me haré a un lado y permaneceré pasivo. Aunque siga asistiendo a las reuniones, dejaré que otros se encarguen de los asuntos de la iglesia”. Puede ser que los que adopten esta actitud tengan una buena intención. Tal vez estén tratando de evitar discusiones y no causar tensiones. Por ejemplo, un anciano de una iglesia local puede pensar: “Mi punto de vista es diferente al de los demás ancianos. Aunque pienso que mis ideas son mejores, ellos se rehúsan aceptarlas. Por tanto, creo que lo mejor es que me quede callado y no discuta. Voy a dejar que ellos hagan las cosas como quieran, y que asuman toda la responsabilidad de llevar la iglesia adelante”. He visto muchos casos así en la vida de iglesia.


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