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Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0338-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 62 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TRES

PABLO PADECIA POR CAUSA DEL EVANGELIO
Y A LA VEZ DISFRUTABA DE LA GRACIA

Lectura bíblica: Fil. 1:7-8, 12-14, 16-17, 28-30

En este mensaje, veremos cuánto sufrió Pablo por causa del evangelio y el disfrute que obtuvo de la gracia. Es fácil entender estos dos asuntos de una manera natural. Sin embargo, en lo tocante a asuntos espirituales, es imprescindible ir más allá de la mera comprensión natural o tradicional. De acuerdo con la epístola de Filipenses, sufrir por el evangelio y disfrutar de la gracia son en realidad dos experiencias profundas.

Sufrir por el evangelio implica que vivimos en la tierra exclusivamente por los intereses de la economía de Dios y que lo único que nos preocupa es que Su economía se cumpla. El evangelio incluye la economía de Dios, y sufrir por el evangelio indica que participamos en dicha economía. Por consiguiente, sufrir por el evangelio equivale a tomar parte en el cumplimiento de la economía de Dios.

Los escritos de Pablo revelan que él padeció por causa del evangelio. El evangelio por el que Pablo padeció no era un evangelio mediocre ni superficial. De hecho, sus padecimientos demuestran que el único propósito de su vida era llevar a cabo la economía de Dios. Su predicación no se limitaba a instar a las personas a que creyeran en Jesús como su Salvador para ir al cielo. Esta clase de evangelio no acarrea ningún sufrimiento. El evangelio que Pablo predicaba era el evangelio de la economía de Dios, para lo cual había tenido que renunciar a la religión, la ley, la cultura, las ordenanzas, las costumbres, las tradiciones, y a todo tipo de “ismo”. De hecho ponía fin a todo lo que no pertenecía a la economía de Dios. Su evangelio anulaba la religión, la política y la cultura, y en cierto sentido, podemos decir que también termina con nosotros. Por esa razón Pablo fue considerado un perturbador, una plaga (Hch. 24:5).

A pesar de que el evangelio anunciado por el apóstol Pablo le ponía fin todo lo que era contrario a la economía de Dios, él se refirió a su evangelio como el evangelio de la paz (Ef. 2:17; 6:15). En Efesios 2:17 Pablo declaró que Cristo, después de Su crucifixión y resurrección, fue a los gentiles y les anunció el evangelio de la paz. La paz sólo se obtiene cuando se ha terminado con todo lo que es contrario al evangelio. Es necesario poner fin a la religión, la política, la cultura, las ordenanzas y a la ley, para que reine la paz entre Dios y nosotros, y entre unos y otros. Ya que Pablo anunciaba un evangelio que terminaba con tantas cosas, su predicación no era bien recibida por los hombres. El no trataba de complacer ni a judíos ni a gentiles, sino que sólo se preocupaba por agradar a Dios. Por consiguiente, su predicación iba en contra de la religión, la política, la cultura, y de toda clase de “ismo”.

Si predicamos el evangelio como lo hizo Pablo, también tendremos aflicciones. Pero si nuestra predicación es “endulzada”, seremos bien recibidos en todas partes. En dicho caso, no padeceremos en absoluto por la economía de Dios.

No debemos entender el sufrimiento por el evangelio de una manera natural. Como ya dijimos, sufrir por el evangelio significa velar por los intereses de la economía de Dios. Mientras que permanezcamos en el recobro del Señor y nos preocupemos por el cumplimiento de la economía de Dios, nuestro destino será padecer por causa del evangelio.

El evangelio que predicamos en el recobro del Señor va en contra de la religión actual. En nuestro estudio-vida de Apocalipsis, dijimos que, de acuerdo con Apocalipsis 2 y 3, el judaísmo es satánico, el catolicismo es demoníaco y el protestantismo carece de Cristo. ¿Como podría esta palabra agradar a los que están en la religión? Sin embargo, estas palabras concuerdan con los propios términos que el Señor Jesús usó en Apocalipsis. Fue El quien usó la expresión “sinagoga de Satanás” (Ap. 2:9). ¿No indica esto que, a los ojos del Señor, el judaísmo se había convertido en un sistema satánico? Además, al referirse a la iglesia en Tiatira, la cual representa el catolicismo romano, el Señor usó la expresión “las profundidades de Satanás” (Ap. 2:24), lo cual se refiere a misterios profundos y satánicos. Sin duda, estas cosas son demoníacas. Y con respecto a la iglesia en Laodicea, vemos que Cristo está afuera, llamando a la puerta (Ap. 3:20). Es por eso que decimos que el protestantismo carece de Cristo; pues El se encuentra afuera, tocando a la puerta. A.W. Tozer se expresa con términos semejantes en un artículo titulado La pérdida de la autoridad de Cristo en las iglesias. En dicho artículo, Tozer indicó que el protestantismo carece de Cristo. Si somos fieles en predicar el evangelio de esta manera, de seguro recibiremos oposición. Cuando anunciemos el evangelio, no debemos tratar de complacer a las personas ni tampoco ofenderlas; simplemente debemos proclamar la verdad de Dios. Pero ciertamente esta verdad acabará con muchas cosas. Por lo tanto, todos aquellos que prediquen el evangelio buscando llevar a cabo la economía de Dios en la tierra, inevitablemente sufrirán por causa del evangelio.

Sin embargo, si padecemos por el evangelio, también disfrutaremos de la gracia. Siempre que padezcamos por la economía de Dios, tendremos este disfrute. Puedo testificar que realmente disfruto de la gracia del Señor en medio de la oposición que afrontamos. Los sufrimientos que nos sobrevienen por causa de la economía de Dios, traen consigo el suministro de la gracia. Por consiguiente, el deleite de la gracia está relacionado con los padecimientos que experimentamos por el evangelio.

Disfrutar la gracia es experimentar a Cristo de una manera genuina, porque la gracia que disfrutamos no es otra cosa que Cristo mismo. No creo que los que predican el evangelio buscando agradar a los hombres conozcan este deleite. Sin duda alguna, los creyentes judaizantes que predicaban el evangelio en rivalidad con Pablo, no disfrutaban a Cristo como gracia. Su predicación no los llevó a disfrutar la gracia de Cristo. Anteriormente hemos dicho que la gracia no es otra cosa que el Dios Triuno procesado quien se nos imparte como nuestro deleite. Algunos tal vez se pregunten si esta definición de la gracia es correcta, pero analicemos lo que escribe Pablo en 2 Corintios 13:14: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Este versículo nos presenta al Dios Triuno como nuestro disfrute. Por tanto, la gracia equivale a experimentar al Cristo que mora en nosotros, quien en realidad es el Dios que se procesó para nuestro deleite. Cuanto más suframos por la economía de Dios, más nos deleitaremos en Cristo.

Si yo no hablara de lo que el Señor reveló en Apocalipsis 2 y 3 acerca del judaísmo, del catolicismo y del protestantismo, estoy seguro de que podría hacer muchos amigos mediante mi predicación. Sin embargo, perdería el disfrute de Cristo, el mejor Amigo. Si buscara agradar a los hombres, lo disgustaría a El. Jamás quisiera perder el favor de Cristo a cambio de ganar el favor de los hombres. Al igual que Pablo en Filipenses 3, estoy dispuesto a estimar todo como pérdida por amor de Cristo. Asimismo, estoy dispuesto a sufrir la pérdida de todas las cosas a fin de disfrutar de la gracia. No fui comisionado por el Señor para complacer a los hombres. Además, cuando se trate de la economía de Dios, debemos ser inflexibles. La verdad de Dios debe acabar con todo lo que se oponga a Su economía. Por tanto, al igual que Pablo, no tenemos otro camino.

En el libro de Filipenses vemos que Pablo no padecía meramente por predicar el evangelio, sino principalmente por defenderlo y confirmarlo. Ya vimos que el evangelio está relacionado con la economía de Dios, es decir, con el mover que Dios realiza en la tierra para cumplir Su propósito eterno. Cuando el apóstol escribió a los filipenses, había entre ellos ciertos predicadores que estaban pervirtiendo y distorsionando el evangelio de la economía de Dios. Debido a esto, Pablo tuvo que declarar que el judaísmo y la filosofía griega no tenían cabida en el evangelio de Dios. El había sido puesto para la defensa del evangelio (1:16), y además de esto, lo confirmaba al anunciar dos misterios: a Cristo como misterio de Dios, y a la iglesia como misterio de Cristo. Aunque había otros que predicaban a Cristo, ellos no lo hacían por el cumplimiento de estos dos misterios. En la actualidad lo mismo sucede entre los cristianos. A pesar de la importancia que le dan a las obras misioneras y a la predicación del evangelio, son pocos los predicadores que verdaderamente se preocupan por anunciar a Cristo como el misterio de Dios, y mucho menos aún los que hablan acerca de la iglesia como el misterio de Cristo. La mayoría prefiere evitar el tema de la iglesia. Por consiguiente, hoy en día son muy pocos los que confirman el evangelio. Es precisamente por esto que el Señor nos ha confiado la carga no sólo de defender el evangelio, sino también de confirmarlo. Nuestro interés es llevar a cabo los dos misterios, y esto nos causa mucha oposición.

Si usted predica el evangelio de una manera superficial, sin defenderlo ni confirmarlo, todos lo recibirán con brazos abiertos. Durante los primeros años de mi ministerio, un pastor de edad avanzada me dijo que si yo predicaba como ellos, sería bien recibido y que todos los cristianos de la ciudad estarían contentos conmigo. Luego, me advirtió que si yo seguía predicando como lo venía haciendo, esto ofendería a muchos. Sus intenciones al aconsejarme eran buenas, pero tuve que responderle que no tenía otra opción. Así que, desde ese día hasta hoy, he participado de los sufrimientos por el evangelio. Pero al mismo tiempo, he podido disfrutar a Cristo de una manera rica. Ciertamente lo he disfrutado como gracia.

Muchos de entre nosotros pueden testificar que, antes de venir a la vida de la iglesia, habían probado muy poco del deleite de Cristo. ¿Disfrutaba usted ricamente a Cristo cuando estaba en las denominaciones? Aparte de la vida de iglesia, en ningún otro lugar podemos disfrutar a Cristo apropiadamente. Si no creen lo que les digo, los reto a que viajen y busquen otro lugar donde puedan disfrutar más a Cristo que en la vida de iglesia. En 1948, le sugerí a un hermano que se quejaba mucho de la iglesia a que buscara un mejor lugar, y que tan pronto lo encontrara, me avisara para que yo también me reuniera allí con él. Sin embargo, nunca me informó al respecto. Es cierto que en la vida de iglesia padecemos por el evangelio, pero también contamos con la gracia, con el Dios Triuno procesado como nuestro deleite. Lo que disfrutamos es mucho mejor que todo aquello que la predicación de la verdad de Dios le pone fin.


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