Información del libro

Estudio-vida de Isaíaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6375-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 36 de 54 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE ISAÍAS

MENSAJE TREINTA Y SEIS

UN SANTUARIO PARA LOS POSITIVOS,
Y UNA PIEDRA CONTRA LA CUAL SE GOLPEAN,
UNA ROCA DE TROPIEZO, UNA TRAMPA Y UN LAZO
PARA LOS NEGATIVOS

Lectura bíblica: Is. 8:14-15; Jn. 1:14; 2:19, 21; Ap. 21:2-3, 22; Mt. 21:44a; 1 P. 2:7-8; 1 Co. 1:22-23

En el mensaje anterior vimos la revelación de Cristo contenida en Isaías 7:14 y 9:6. En esos versículos Él es revelado en calidad de niño que posee tanto la naturaleza divina como la humana nacido de una virgen humana y también en calidad de Hijo en la naturaleza divina dado por el Padre Eterno. En este mensaje queremos ver la revelación de Cristo contenida en Isaías 8:14-15. En estos versículos Cristo es revelado como un santuario para los positivos. Él también es visto como una piedra contra la cual se golpean, una roca de tropiezo, una trampa y un lazo para los negativos.

I. UN SANTUARIO PARA LOS POSITIVOS

Cristo es un santuario para los positivos (Is. 8:14a). A fin de profundizar en esta revelación necesitamos ver que el Dios Triuno es nuestra morada. En Salmos 90:1, Moisés dijo: “Oh Señor, Tú has sido nuestra morada / en todas las generaciones”. Nuestro Dios es nuestra morada eterna. Debido a que Él es nuestra morada, podemos descansar dentro de Él. Además, encontramos alimento y bebida dentro de Él. Una morada adecuada también debe contar con luz, aire, un muro que proteja a sus moradores y puertas de entrada. Nuestro Dios es tal morada a la que podemos entrar, la cual cuenta con todos estos aspectos.

El Antiguo Testamento muestra que Dios ganó para Sí un pueblo colectivo, el pueblo de Israel. Él los llevó al monte Sinaí y allí les encargó edificar un tabernáculo. Con el tiempo, cuando ellos entraron en la buena tierra, edificaron el templo a fin de reemplazar el tabernáculo. El tabernáculo y el templo no solamente fueron la morada de Dios, sino también la morada de quienes le servían: los sacerdotes. Ellos vivían y servían en el templo de Dios. Ellos vivían junto con Dios. Dios era su “compañero de habitación”. Debemos comprender que Dios no es solamente nuestro Salvador, Redentor, Amo, Señor y vida, sino también nuestra morada. Él es también uno de los moradores, por lo cual es nuestro compañero de habitación. Dios mismo, en quien hemos creído, es nuestro compañero de habitación, con quien vivimos todos los días.

A. El templo interior donde Dios mora

Tenemos que ver el pensamiento central de Dios para con los positivos, Su pueblo escogido. Los positivos son aquellos que han sido escogidos, llamados, redimidos y salvos por Dios, aquellos que han sido regenerados y ahora están siendo transformados a la imagen divina. Para estas personas, Dios no es cualquier morada. Dios es un santuario para ellos, y el santuario es el templo interior donde Dios mora. La parte más interna del templo es el Lugar Santísimo, la morada de Dios. La morada de Dios llega a ser nuestra morada. Tal revelación de Dios como nuestro santuario debería hacer que aspiremos a llevar una vida en la que Dios es nuestro compañero de habitación todo el tiempo. Debemos tener tiempos de comunión definida, íntima y dulce con Dios como nuestro compañero de habitación. Debemos vivir, permanecer y morar todo el tiempo junto con Dios y en Dios mismo.

B. El Lugar Santo donde los sacerdotes
permanecen y sirven a Dios

Cristo es el santuario, el Lugar Santo, donde nosotros, los sacerdotes, permanecemos y servimos a Dios.

C. El Cristo encarnado es un tabernáculo
para el pueblo de Dios

Cuando Dios se encarnó para ser un hombre, Él fijó tabernáculo entre los hombres aquí en la tierra. El Cristo encarnado es un tabernáculo para el pueblo de Dios (Jn. 1:14). Él es el tabernáculo de Dios.

D. El Dios-hombre, Cristo,
es el templo interior de Dios

Cuando Jesús salió para ministrar, le dijo a los judíos que Él era el templo de Dios (Jn. 2:19, 21). El Dios-hombre, Cristo, es el templo interior de Dios. En Juan 1, Él es el tabernáculo de Dios; en Juan 2, Él es el templo de Dios. El libro de Isaías, escrito unos setecientos años antes de la encarnación de Cristo, profetizó que Aquel que venía sería el santuario del pueblo escogido de Dios para que ellos vivieran con Dios, tomando a Dios como su compañero de habitación.

Cuando le disfrutamos a Él como nuestra morada y nuestro compañero de habitación, obtenemos luz, aire, agua, alimentos y todo cuanto necesitamos. Cuando estoy lejos de mi casa, es posible que el lugar donde esté tenga muchas cosas, pero no tiene lo mismo que tengo en casa para atender a mis necesidades. Simplemente no hay lugar en la tierra mejor que nuestro hogar. Siempre que regreso a mi hogar, tengo el sentir de que éste es “hogar, dulce hogar”. Hoy en día nuestro hogar es una persona: Cristo, quien es también la morada de Dios.


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