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Estudio-vida de Josué, Jueces y Rutpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6224-5
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Actualmente disponible en: Josué 8 de 15 Capítulo 8 de 33 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE JOSUÉ

MENSAJE OCHO

LA DESTRUCCIÓN DE HAI

Lectura bíblica: Jos. 7—8

En este mensaje consideraremos Josué 7 y 8. Estos capítulos son un relato de la destrucción de Hai.

La primera vez que los hijos de Israel subieron a Hai para destruirla, fueron derrotados. Hubo cuatro razones para esta derrota. En primer lugar, Israel había pecado. El pueblo de Dios debía ser santo, mantenerse santificado, especialmente en tiempo de guerra. Pero uno de sus hombres de guerra, procedente de la tribu de Judá, pecó al hurtar algo que había sido dedicado a destrucción. En segundo lugar, ellos habían perdido la presencia del Señor. En tercer lugar, ellos confiaron en sí mismos. Y en cuarto lugar, ellos dejaron de ser uno con Dios.

Dios puede hacer todas las cosas sin tener que recurrir al hombre, pero conforme al relato en el libro de Josué, Él desea que el hombre sea uno con Él. En concordancia con el principio de encarnación, Dios desea hacer todas las cosas por medio del hombre, con el hombre e incluso en el hombre. En Jericó, Israel marchó alrededor de la ciudad portando el Arca, un tipo de Cristo como corporificación del Dios Triuno, sobre los hombros de los sacerdotes. El significado espiritual de esta escena es que ella es un cuadro del Dios-hombre corporativo, es decir, Dios y el hombre, el hombre y Dios, que andan juntos como una sola persona. Ésta fue la manera en que los hijos de Israel cruzaron el río Jordán, y ésta fue la manera en que destruyeron la ciudad de Jericó. Dios e Israel combatían juntos. En realidad, Dios combatía, e Israel simplemente gritaba, proclamaba y testificaba hasta, finalmente, ocupar la ciudad.

Esta escena debía haberse repetido muchas veces al tomar Israel posesión de la tierra. Pero después de la destrucción de Jericó, Israel pecó al tomar para sí algo de Jericó que había sido dedicado a destrucción (6:18-19). Aunque este pecado fue cometido por un individuo, Acán, afectó toda la asamblea del pueblo de Dios. Por esta razón Dios le dijo a Josué: “Israel ha pecado” (7:11a). A causa de este pecado Dios se mantuvo alejado de Israel, de modo que Su presencia dejó de estar con ellos. Ésta fue la razón por la cual Josué y todos los hijos de Israel se hicieron necios, soberbios y ciegos al atacar a Hai.

En Jericó, conforme a la economía de Dios, Josué había enviado espías, no para que combatieran, sino para que ganasen a Rahab. No hubo necesidad de combatir para destruir a Jericó. Pero ante Hai, a causa de que ellos habían perdido la presencia del Señor, Josué envió espías con miras a combatir (v. 2). Al regresar donde Josué, estos espías le dijeron que debido a que los enemigos eran pocos, no era necesario que todo el pueblo subiera. Ellos sugirieron que unos dos mil a tres mil hombres subiesen y atacasen a Hai. Debido a su necedad, soberbia y ceguera, ellos menospreciaron a sus enemigos. No obstante, Josué recibió el informe de los espías y envió tres mil hombres de guerra para atacar a Hai. Pero cuando Israel fue derrotado por el pueblo de Hai y treinta y seis hombres fueron muertos, Josué se dio cuenta de que algo andaba mal. Entonces, Josué se postró en tierra sobre su rostro delante del Arca de Jehová hasta el anochecer (vs. 6-9).

Dios le habló a Josué, diciéndole que a menos que ellos juzgaran el pecado, Él no estaría más con ellos (v. 12). Josué reunió al pueblo, y valiéndose del Urim y el Tumim encontró a la tribu (Judá), la familia (Zara) y la persona (Acán) que había pecado (vs. 16-18). Los hijos de Israel entonces apedrearon y quemaron a Acán y todo lo que tenía. De este modo, Israel saneó su situación y pudo retornar a Dios para ser uno con Él nuevamente.

Todos debemos aprender la lección que se desprende de este relato. Nosotros, el pueblo de Dios, siempre debemos ser uno con Dios. Hoy en día, especialmente en el Nuevo Testamento, nuestro Dios no solamente está entre nosotros, sino también dentro de cada uno de nosotros. Por tanto, ninguno de nosotros es un individuo solitario, una persona aislada. Por el contrario, somos hombres que tienen a Dios: Dios-hombres. ¿Se da cuenta usted de que por ser creyente de Cristo, es un Dios-hombre, que Dios forma parte de usted y usted forma parte de Dios? Nosotros venimos de diferentes países, pero somos la misma clase de persona. Todos nosotros somos Dios-hombres. Por este motivo, tenemos que darnos cuenta de que no importa qué hagamos, dónde vayamos o qué seamos, no debemos hacer nada por nosotros mismos. No debemos actuar, comportarnos ni hacer nada por nosotros mismos, sino con Dios.

El informe de los espías a Josué indica que Israel se había apartado de Dios. Ellos se olvidaron de Dios y dependieron únicamente de sí mismos. En aquel tiempo, ellos no eran uno con Dios, sino que sólo se preocupaban por sí mismos. Por tanto, Dios permaneció alejado de ellos y le dijo a Josué: “No estaré más con vosotros a menos que destruyas lo dedicado a destrucción de en medio de vosotros” (v. 12c). Ciertamente, es un asunto muy serio que Dios ya no esté con nosotros. Nada puede reemplazarlo. Personalmente, puedo testificar que no puedo vivir sin Dios. No puedo existir apartado de Él.

Israel se apartó de Dios a causa de su pecado. Este pecado hizo que ellos fuesen necios. Israel debió haber indagado de Dios con respecto a lo que Él quería que ellos hicieran en contra de Hai. Éste era el secreto para vencer. Josué debió haber dicho al pueblo: “No se olviden de nuestra experiencia en Jericó. Nosotros no combatimos, sino que en lugar de ello, marchamos siendo uno con Dios. Hagamos lo mismo en Hai, marchando alrededor de la ciudad con el Arca”. Si Josué les hubiera hablado así, habría actuado sabiamente, y los hijos de Israel habrían seguido su sabio consejo.

La clave que explica la derrota que Israel sufrió en Hai fue que ellos habían perdido la presencia de Dios y ya no eran uno con Él. Después de esta derrota, Josué aprendió la lección de permanecer con el Señor delante del Arca. A la postre, el Señor vino a hablarle a Josué e indicarle lo que debía hacer. Hoy en día, este mismo principio se aplica a nosotros también. Si tenemos la presencia de Dios, tendremos sabiduría, discernimiento, previsión y el conocimiento intrínseco de las cosas.

Al estudiar el significado intrínseco de esta parte de la historia de Israel, debemos aprender el secreto de andar con el Señor. Hoy no solamente debemos seguir al Señor, sino andar con Él, vivir con Él y hacer que todo nuestro ser esté con Él. Ésta es la manera de andar como cristianos, combatir como hijos de Dios y edificar el Cuerpo de Cristo.

Debemos recordar que somos Dios-hombres y poner en práctica ser uno con el Señor. Al respecto, el Señor Jesús dijo: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 14:20). Lo dicho por el Señor Jesús revela que somos personas caracterizadas por “en”: estamos en Cristo, y Él está en nosotros (15:4). Por tanto, nada de lo que hagamos debemos hacerlo por nosotros mismos, sino que debemos hacerlo con otra persona y por otra persona.

Cuando yo era joven, se me enseñaron diversas maneras de vencer, ser victorioso, ser santo y ser espiritual. Sin embargo, ninguno de estos métodos funcionó. Finalmente, después de más de sesenta y ocho años de experiencia, he descubierto que lo único que da resultado es contar con la presencia del Señor. Que Él esté con nosotros, lo es todo.

Examinemos ahora en mayor detalle Josué 7 y 8.


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