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Estudio-vida de 1 y 2 Pedropor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2858-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 29 de 47 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE 1 PEDRO

MENSAJE VEINTINUEVE

LA VIDA CRISTIANA Y SUS SUFRIMIENTOS

(11)

Lectura bíblica: 1 P. 4:17-19

En el mensaje anterior empezamos a examinar la sección que abarca los versículos del 12 al 19 del capítulo 4 de 1 Pedro. En este mensaje proseguiremos, estudiando los versículos del 17 al 19 de este capítulo.

EL JUICIO COMIENZA POR LA CASA DE DIOS

En 1 Pedro 4:17 dice: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”. Hemos visto que esta epístola nos presenta el gobierno de Dios, especialmente en la manera en que Dios juzga a Sus escogidos. Los sufrimientos que ellos padecen al pasar por el fuego de tribulación son el instrumento que Dios usa para juzgarlos a fin de disciplinarlos, purificarlos y separarlos de los incrédulos, y evitar que sufran el mismo destino que éstos. Tal juicio disciplinario comienza por la casa de Dios.

La palabra griega traducida “casa” en el versículo 17 también significa familia. Esta casa, o familia, es la iglesia compuesta de los creyentes (2:5; He. 3:6; 1 Ti. 3:15; Ef. 2:19). Por esta casa, Su propia casa, Dios comienza Su administración gubernamental mediante el juicio disciplinario que Él ejerce sobre Sus propios hijos, a fin de tener una base firme para juzgar, en Su reino universal, a los que desobedecen Su evangelio y se rebelan contra Su gobierno. Esto tiene la finalidad de establecer Su reino, del cual se habla en la segunda epístola de Pedro (2 P. 1:11).

LOS QUE NO OBEDECEN AL EVANGELIO DE DIOS

En 4:17 Pedro pregunta cuál será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios, dado que el juicio de Dios comienza primero por nosotros. Esta pregunta nos da a entender que los incrédulos, quienes desobedecen al evangelio de Dios, sufrirán un juicio mucho más severo que el que sufren los creyentes.

En el versículo 17, las palabras “no obedecen” tienen un significado muy particular y específico. Muchos cristianos, sin embargo, no se percatan de esto. En 4:17, la frase “no obedecen” se usa principalmente con respecto a los judíos incrédulos, y no a los gentiles incrédulos. Los judíos, como el pueblo de Dios, habían recibido la ley mosaica y también las ordenanzas y los ritos del Antiguo Testamento. Pero para el tiempo en que se escribió esta epístola, la dispensación había cambiado. El Antiguo Testamento era la antigua dispensación, y el Nuevo Testamento era la nueva dispensación de Dios. La dispensación comenzó a cambiar con la venida de Juan el Bautista, y, por supuesto, cambió aún más con la venida del Señor Jesús.

Juan el Bautista era hijo de un sacerdote (Lc. 1:5, 13). Esto significa que él también debía haber sido un sacerdote que servía en el templo, cuyas funciones eran ofrecer sacrificios, encender las lámparas y quemar el incienso sobre el altar del incienso. Ésta era la manera en que los sacerdotes servían a Dios conforme a la antigua dispensación. Sin embargo, este hijo de sacerdote no permaneció en el templo, sino que, en vez de ello, salió al desierto. Además, como sacerdote que era, él debía haber usado las vestiduras sacerdotales, las cuales estaban hechas principalmente de lino fino (Éx. 28:4, 40-41; Lv. 6:10; Ez. 44:17-18). Pero en el desierto, él “tenía un vestido de pelo de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos” (Mt. 3:4). Juan también debía haberse alimentado de la comida sacerdotal, la cual consistía principalmente de flor de harina y de la carne de los sacrificios ofrecidos a Dios por Su pueblo (Lv. 2:1-3; 6:16-18, 25-26; 7:31-34). Sin embargo, la comida de Juan era langostas y miel silvestre. El hecho de que un sacerdote se vistiera de pelo de camello era un duro golpe especialmente para la mentalidad religiosa, ya que el camello era considerado un animal inmundo según las ordenanzas levíticas (11:4). Todo esto indica que Juan había abandonado por completo la dispensación del Antiguo Testamento. Juan no ofreció sacrificios, no encendió las lámparas del templo ni quemó el incienso sobre el altar de incienso, sino que, en lugar de ello, salió al desierto y llamó al pueblo de Dios al arrepentimiento. A aquellos que se arrepentían, él los bautizaba en agua. Así que, desde la perspectiva del judaísmo, lo que hizo Juan era herético.

En Mateo 3:2 leemos que Juan predicó en el desierto, diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. La predicación de Juan el Bautista marcó el inicio de la economía neotestamentaria de Dios. Juan no predicaba en el templo santo que estaba en la ciudad santa, donde el pueblo religioso y culto adoraba a Dios según las ordenanzas bíblicas, sino en el desierto, sin guardar ninguno de los preceptos de la antigua dispensación. Esto indica que la antigua manera de adorar a Dios según el Antiguo Testamento había sido rechazada, y que estaba a punto de iniciarse una nueva.

En realidad la predicación del evangelio no comenzó con el Señor Jesús sino con Juan el Bautista. Juan dijo a los que venían a ser bautizados por él: “Yo os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, a quien yo no soy digno de llevarle las sandalias, es más fuerte que yo; Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en Su mano, y limpiará completamente Su era; y recogerá Su trigo en el granero, pero quemará la paja con fuego inextinguible” (vs. 11-12). Aquí Juan parecía decir: “El que viene después de mí os bautizará en el Espíritu o en fuego. Él los pondrá en el Espíritu o en el lago de fuego. Solamente Él tiene el poder para hacer esto. Por tanto, ustedes deben arrepentirse de todo corazón”.

Los fariseos, los saduceos, los escribas, los ancianos y los principales sacerdotes de entre el pueblo judío no obedecieron a la predicación de Juan el Bautista ni tampoco a la predicación del Señor Jesús. Esto se ve claramente en los Evangelios y en el libro de Hechos. En el día de Pentecostés, Pedro y los otros once discípulos predicaron el evangelio al pueblo judío. La mayoría de los que creyeron eran judíos que habían sido esparcidos y que habían venido a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés. Pero los judíos de allí, en particular los fariseos, los saduceos y los líderes del pueblo, no quisieron creer. Esto significa que no estuvieron dispuestos a obedecer al evangelio. Además, cuando Pablo fue levantado por el Señor, él salió a predicar el evangelio a las ciudades de los gentiles. Adondequiera que iba, los judíos le perseguían, le causaban problemas y se le oponían. Ésta es la razón por la cual los apóstoles usaron la palabra desobedecer en sus escritos, la cual se refiere a los judíos incrédulos que no obedecieron al evangelio.

Hemos señalado que el libro de 1 Pedro fue escrito a creyentes judíos. En particular, esta epístola fue dirigida a los “peregrinos de la dispersión” (1:1). La palabra “dispersión” era un término muy conocido por todos los judíos que se hallaban dispersos entre las naciones. De manera que este término indica que esta epístola fue escrita a creyentes judíos. Estos creyentes, quienes habían sido dispersados por todo el mundo gentil, estaban padeciendo persecución. Es muy importante hacer notar que esta persecución no provino principalmente de parte de los gentiles, sino de los judíos opositores, los judíos que no obedecían al evangelio.

Expresiones tales como “dispersión”, la cual aparece en 1:1, y “no obedecen”, la cual se menciona en 4:17, indican que los escritos de Pedro resaltan este aspecto dispensacional. Pedro indicó claramente que él escribía a los peregrinos de la dispersión. La palabra dispersión era un término judío. En la época en que se escribió esta epístola, muchos judíos se hallaban dispersos en distintos lugares. Mientras que los creyentes gentiles vivían en sus propias ciudades, los creyentes judíos se hallaban dispersos, pues habían sido dispersados o esparcidos entre los gentiles y se encontraban lejos de su patria. Por consiguiente, estos judíos eran peregrinos de la dispersión.

Las expresiones judaicas usadas en este libro son una clara señal de que este libro fue escrito a creyentes judíos. Una de estas expresiones es “ser rociados con la sangre” (1:2). Según la tipología, la aspersión de la sangre expiatoria introducía en el antiguo pacto a los que eran rociados con ella (Éx. 24:6-8). Del mismo modo, la aspersión de la sangre redentora de Cristo introduce en la bendición del nuevo pacto, es decir, en una plena participación del Dios Triuno, a los creyentes que son rociados (He. 9:13-14). De manera que expresiones tales como “peregrinos de la dispersión” y “rociados con la sangre de Jesucristo” nos muestran que esta epístola fue escrita a creyentes judíos.

Así, pues, la expresión “aquellos que no obedecen al evangelio de Dios”, hallada en 4:17, se refiere principalmente a los judíos incrédulos. A los ojos de Dios, los judíos incrédulos eran desobedientes. Dios les había dado la ley por medio de Moisés, y ellos la aceptaron. Pero cuando la dispensación de Dios cambió y Él quiso darles el evangelio, los judíos desobedecieron al evangelio y se rebelaron contra el mismo. Si hemos de entender el versículo 17, debemos comprender que la frase “no obedecen al evangelio” se refiere principalmente a la desobediencia de los judíos incrédulos.

J. N. Darby, en su sinopsis, dice en repetidas ocasiones que 1 Pedro es un libro de carácter dispensacional, escrito a creyentes judíos. Debido a este aspecto dispensacional, hay ciertos versículos de 1 Pedro que no se aplican totalmente a los creyentes gentiles.


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