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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 51 de 120 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE CINCUENTA Y UNO

VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UNA INTERCESION GLORIOSA

2) Una intercesión gloriosa

En este mensaje llegamos a otra semilla de la revelación divina sembrada en el libro de Génesis: la semilla de la intercesión. Los primeros diecisiete capítulos de Génesis no relatan ninguna intercesión. Podemos suponer que Melquisedec intercedió por Abraham entre bastidores, pero de ello no existe ninguna constancia escrita. La primera mención explícita de intercesión en la Biblia se encuentra en Génesis 18, donde Abraham fue el primer intercesor. Este relato de intercesión no presenta una semilla simple, pues está bastante desarrollada. En Génesis 18 no tenemos una simple historia de intercesión sino una revelación clara de los principios fundamentales de la intercesión. La intercesión representa algo muy importante en la Biblia. Sin ella, la economía de Dios no puede llevarse a cabo. Ahora el ministerio excelente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote real y divino es un ministerio de intercesión. En Romanos 8:34 y Hebreos 7:25 se nos explica que Cristo intercede por nosotros. La intercesión es tan importante que debemos dedicarle un mensaje completo, en el que abarcaremos primordialmente sus principios fundamentales.

a) Conforme a la revelación de Dios

El primer principio de la intercesión es que debe concordar con la revelación de Dios (18:17, 20-21). La única intercesión útil a los ojos de Dios es la que concuerda con Su revelación. Esto significa que la intercesión apropiada no es iniciada por nosotros sino por Dios en Su revelación. Génesis 18 lo describe claramente. Abraham no se levantó una mañana preocupado por Lot ni postrándose a orar por él al que está sentado en el trono celestial. ¡No! Mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda para refrescarse del calor del día, Dios se le presentó en forma de hombre mortal. Dios no se presentó a Abraham en Su gloria majestuosa; por eso, al principio Abraham no se dio cuenta de que Jehová Dios lo estaba visitando. Finalmente, Abraham entendió que Aquel era Dios mismo. No obstante, Abraham no se atemorizó; estaba en paz, conversando con Dios como hablaría con un amigo íntimo. Esta conversación debe de haber durado varias horas, pues se necesita tiempo para preparar la comida e ingerirla. Cuando Dios y los dos ángeles estaban a punto de marcharse, Abraham no se despidió de ellos, sino que los acompañó, recorriendo probablemente cierta distancia con ellos. Aquí vemos que nuestro Dios no es solamente un Dios de amor sino también un Dios que pone a prueba. El nos ama y lo sabe todo, pero a menudo nos prueba. El conoce nuestro corazón, la parte más profunda de nuestro ser, pero a menudo no dice nada. Al ponernos a prueba, hace aflorar lo que hay dentro de nosotros.

¿Cuál era el propósito de Dios al presentarse a Abraham en Génesis 18? Indudablemente no vino para comer, y tampoco para confirmar Su promesa acerca del hijo que Sara había de dar a luz. Dios se presentó a Abraham porque buscaba un intercesor. En Su trono celestial, Dios había decidido ejecutar Su juicio sobre la impía ciudad de Sodoma. Sin embargo, no podía olvidar que Lot, uno de los Suyos, se hallaba allí. Lot ni siquiera se daba cuenta de que debía ser rescatado de Sodoma. ¿Qué podía hacer Dios? Tenía que encontrar a alguien que intercediera por Lot. Dios sabía que no había nadie en la tierra que se preocupara tanto por Lot y que estuviese entregado tan enteramente a El como lo estaba Abraham. Por consiguiente, Dios se presentó a Abraham en busca de un intercesor. Sin un intercesor que rogara por Su pueblo, Dios no podía hacer nada. Dios tiene Sus principios divinos. Uno de ellos es que sin intercesión El no puede salvar a nadie. La salvación de cada cristiano se ha llevado a cabo por medio de la intercesión. Dios no se quedó en Su trono en los cielos esperando que se produjera esa intercesión, sino que descendió y visitó a Abraham en forma de hombre mortal para que Abraham pudiera hablar fácilmente con El e intercediera por Lot. En Génesis 18 Abraham no oró a Dios ni invocó Su nombre, sino que conversó con El como lo haría con un amigo íntimo. Por consiguiente, en ese capítulo, Dios visitó a Abraham con el fin de que éste sintiera la carga de interceder por Lot según el deseo de Dios.

Dios permaneció a la entrada de la tienda de Abraham durante varias horas, habló mucho con él, pero no pronunció ni una sola palabra acerca de Su propósito de obtener un intercesor. Muchas veces nosotros actuamos así. Es posible que usted quiera que un hermano haga algo por usted. Si usted es sabio, no se presentará a él a pedirle en seguida que haga lo que usted desea. Primero determinará el humor en el cual se encuentra, hablando con él de varios asuntos. Al final de su visita, cuando el hermano está a punto de despedirse, usted se abre a él y le habla de lo que deseaba. Pero si él no se queda y le dice: “Nos vemos en la reunión esta noche”, usted entenderá que su corazón está demasiado frío y que no está interesado en hacer lo que usted desea. No obstante, si él dice: “quisiera quedarme un rato más contigo”, entonces usted sabrá que se puede abrir a él.

Cuando Dios se presentó a Abraham, éste le extendió la bienvenida, le trajo agua y le sirvió una buena comida. Dios habló a Abraham durante la preparación de la comida y en la comida misma, pero no le reveló el propósito de Su visita. Sólo le reveló Su intención cuando se levantó y salía de la tienda de Abraham y éste le acompañaba a El y a los dos ángeles en su camino. Mientras Abraham caminaba con ellos, el Señor dijo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (18:17). Dios no podía encubrir Su intención a Abraham, Su querido amigo a quien había llamado.

Mientras Abraham permanecía en la presencia de Dios, e incluso después de la partida de los dos ángeles hacia Sodoma, cuando quedó Abraham delante de Dios (18:22), éste se abrió a él. Dios no se abrió directamente a Abraham sino que dejaba implícito lo que quería. Dios no dijo: “Abraham, pronto destruiré a Sodoma. Lot está allí, y estoy muy preocupado por él. He venido a pedirte que intercedas por él”. Dios no habló de manera tan directa, sino que le dijo: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (18:20-21). Dios no pronunció una sola palabra acerca de Lot, pero al hablar de Sodoma, lo hacía por causa de Lot. Estos dos amigos hablaban de Lot, pero ningún de ellos mencionó jamás su nombre. Se refirieron a él de una manera misteriosa, con sobrentendidos. Abraham conocía la preocupación de Dios por Lot, e intercedió por Lot sin mencionar su nombre. Y Dios conocía la intención de Abraham así como éste conocía la Suya.

No piensen que la revelación de Dios con respecto a la intercesión viene repentinamente, de manera milagrosa, al estilo “pentecostal”. Si queremos recibir una revelación del corazón de Dios, debemos pasar por un proceso largo. Debemos salir de Ur de Caldea y pasar por muchos lugares hasta llegar a la entrada de la tienda en el encinar de Mamre en Hebrón. Primero Dios llamó a Abraham al aparecérsele como el Dios de gloria. En ese entonces, Abraham no estaba preparado ni calificado para recibir una revelación del corazón de Dios. El no estaba en íntima comunión con Dios. Incluso después de matar a Quedorlaomer y a los demás reyes, no estaba listo para conversar con Dios de una manera íntima. En los capítulos quince y dieciséis vemos que Abraham era un hombre que buscaba a Dios y lo amaba, pero todavía era demasiado carnal. En el capítulo diecisiete fue circuncidado y aniquilado, su nombre fue cambiado de Abram a Abraham, y vino a ser otra persona. Luego, en el capítulo dieciocho, Dios se le presentó en el encinar de Mamre en Hebrón, no como el Dios de gloria ni como el Dios Altísimo, el creador de los cielos y de la tierra, ni como El-Shaddai, sino como un hombre mortal que vino para disfrutar de una comida con Su amigo íntimo. En esa ocasión, Dios encontró a un hombre que concordaba con Su corazón. La intercesión gloriosa que Abraham presentó delante de Dios en Génesis 18 no fue la oración que un hombre en la tierra dirige al Dios de los cielos, sino una conversación humana entre dos amigos. Dios bajó de los cielos, se despojó a Sí mismo, y se vistió de la forma de un hombre mortal, y así conversó con Abraham. Finalmente, le indicó a Abraham que El era el Dios todopoderoso; aun así, siguieron conversando como dos amigos. En esta condición, Abraham estaba preparado y calificado para recibir una revelación del deseo que había en el corazón de Dios. La intercesión es una conversación íntima con Dios basada en la revelación del deseo que hay en Su corazón. Este es el primer principio de la intercesión.

Dios debe preparar al hombre que ha de recibir la revelación del deseo que tiene en Su corazón. Las personas que pertenecen a Dios se cuentan por millones, pero son muy pocas las que han sido preparadas, disciplinadas, adiestradas, circuncidadas y aniquiladas. Aunque nosotros no nos parezcamos a Abraham, de vez en cuando hemos tenido experiencias similares. Estábamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos y a rechazar nuestra carne. Entonces, tuvimos la sorpresa de ver a Dios venir a nosotros como un amigo humano. No oramos a El ni invocamos Su nombre, sino que conversamos con El como hablaríamos con un amigo íntimo.

Debemos pasar por un largo proceso a fin de cumplir el primer principio fundamental de la intercesión: ser conformados a una revelación íntima del deseo que Dios tiene en Su corazón. Debemos ser disciplinados, circuncidados y aniquilados. Entonces estaremos listos para tener una íntima comunión con Dios. Dios se nos presentará en un nivel humano, y no en un nivel divino, así como lo hizo con Abraham. Suponga que Dios viene a usted de esta manera hoy en día y que usted le sirve una comida y conversa con El cara a cara. ¡Qué maravilloso es conversar con Dios de esta manera! Cuando tenemos comunión con Dios así, no sentimos que estemos hablando con el Dios todopoderoso y majestuoso, sino con otro ser humano. Este es el significado de la intercesión que concuerda con la revelación de Dios. Esta intercesión siempre es íntima, misteriosa y con sobrentendidos.


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