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Estudio-vida de 2 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2362-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 33 de 59 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS

MENSAJE TREINTA Y TRES

LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS,
Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR

(1)

Lectura bíblica: 2 Co. 4:10-18

Hemos visto que, como continuación del tercer capítulo de 2 Corintios, el capítulo cuatro presenta el cuadro de la vida que capacita a los ministros del nuevo pacto para ser uno con su ministerio. ¿Cómo podían los apóstoles demostrar que eran ministros del nuevo pacto? Ellos podían comprobarlo llevando la clase de vida que se describe en el capítulo cuatro. Es por medio de esta vida que ellos son uno con su ministerio.

En el cuarto capítulo de 2 Corintios Pablo no habla de su obra; no se refiere a lo que ha hecho o cumplido. Más bien, él habla de una vida, la clase de vida que él y sus colaboradores llevaban. Según este capítulo, Pablo y sus colaboradores vivían de tal manera que su vida llegó a ser su ministerio.

EL NOMBRE DE JESÚS

Al presentar la vida que llevaba como ministro del nuevo pacto, Pablo usa el nombre de Jesús de una manera muy particular. En ningún otro lugar de entre todo lo que escribió, usa Pablo el nombre de Jesús como lo hace en el cuarto capítulo de 2 Corintios. En el versículo 10, Pablo declara: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. Aquí Pablo se refiere a la muerte de Jesús y a la vida de Jesús. En el versículo 11 añade: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Pablo usa también el nombre de Jesús en el versículo 14: “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. En estos versículos, Pablo usa repetidas veces el nombre de Jesús.

Es importante descubrir por qué en este capítulo, Pablo usa el nombre de Jesús de un modo tan particular. No es fácil explicar la razón. De hecho, tal vez haya más de una razón. En este mensaje empezaremos a considerar por qué Pablo usa el nombre de Jesús como lo hace en el cuarto capítulo de 2 Corintios.

UNA CRÓNICA DE LA VIDA

Hemos señalado que en el capítulo cuatro, Pablo describe la vida que él y sus colaboradores llevaban. Ésta es la vida que los hizo uno con su ministerio. Esta vida está en contraste con las obras que se recalcan entre los cristianos de hoy.

El cristianismo se ha convertido en una religión. Toda religión depende de ciertas obras, pues sin obras, una religión no puede sobrevivir. Una religión no puede existir si sus seguidores no llevan a cabo ciertas obras. Como resultado, en la religión vemos obras de muchas clases. Pero aunque resulta fácil reconocer las obras de la religión, es muy difícil encontrar allí algo de vida. Por tanto, un principio básico de la religión es que ella está llena de obras, pero carece de vida. Esto no sólo es cierto de la religión cristiana, sino también de cualquier otra religión. Toda religión está llena de trabajo, actividades y obras. Pero en la religión no hay vida.

Con esta comprensión acerca de la religión, miremos una vez más la historia de Jesús. Cuando consideramos la crónica de la vida terrenal del Señor, no vemos un énfasis en las obras. Los cuatro evangelios no recalcan lo que hizo el Señor, las obras que realizó. El relato que habla del Señor Jesús, el cual vemos en los evangelios, gira principalmente en torno a la vida. En los evangelios se hace énfasis en la vida, y no en las obras ni en las actividades. Los evangelios son biografías que presentan a una persona que vive de cierto modo. Por tanto, los evangelios no son principalmente una crónica de las maravillosas obras del Señor, sino una descripción de la vida que el Señor Jesús llevó en la tierra. Ésta es una razón por la cual, en el cuarto capítulo de 2 Corintios, Pablo con tanta frecuencia usa el nombre de Jesús. El uso de este nombre en el capítulo cuatro nos lleva de nuevo al Señor como hombre, cuya vida fue uno con Su ministerio. El Señor vivió de tal modo que Su persona fue uno con Su ministerio. Hablando con propiedad, podemos decir que el Señor no llevó a cabo una obra; antes bien, Él simplemente vivió cierta clase de vida.

Al oír algunos que los evangelios recalcan la vida del Señor y no Sus obras, tal vez querrán argumentar: “Hermano Lee, ¿acaso los evangelios no nos presentan una crónica de las obras del Señor Jesús?” Sí, ciertamente lo hacen. No niego que los evangelios describen la obra del Señor. Sin embargo, si leemos los evangelios detenidamente, veremos que el cuadro que allí encontramos, no describe una crónica de las obras del Señor. Antes bien, el cuadro que presentan los evangelios nos muestra la vida del Señor. Por lo menos podemos decir que en este cuadro, la vida del Señor Jesús es presentada de una manera más enfática que Sus obras. Los evangelios nos muestran más de la vida del Señor que de Su obra. Sí, los evangelios describen las obras del Señor, pero más que eso, presentan la vida que Jesús llevó y nos muestran de qué manera vivió.

Los evangelios contienen varios indicios de que el Señor Jesús no se ocupó en llevar a cabo una gran obra. Sabemos que durante Su ministerio, el Señor realizó muchos milagros, uno de los cuales fue el de alimentar, con cinco panes y dos pescados, a una multitud de más de cinco mil personas. ¿Acaso no fue un maravilloso milagro el que el Señor Jesús alimentara, con cinco panes y dos pescados, a tan grande multitud? Ciertamente eso fue un gran milagro. Juan 6:14 describe la respuesta de la gente a ese milagro: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Éste verdaderamente es el Profeta que habría de venir al mundo”. El versículo siguiente describe la respuesta del Señor Jesús: “Entonces Jesús, sabiendo que iban a venir para apoderarse de Él, y hacerle rey, volvió a retirarse al monte El solo”. Esto indica que al Señor Jesús no le interesó tener muchos seguidores. En lugar de preocuparse por la muchedumbre, se alejó. Pero si nosotros hubiéramos estado allí con el Señor, probablemente habríamos estado muy entusiasmados al ver que la multitud lo seguía. Quizás habríamos dado alabanzas a Dios por las bendiciones que Él había brindado en tal obra, y le habríamos dado gracias por tantos seguidores. No obstante, el Señor Jesús no se mostró entusiasmado. Él no permitió que la gente lo erigiese rey; más bien, dejó la muchedumbre y se fue al monte a orar.

En Juan 12 encontramos otro ejemplo de cómo el Señor se preocupó por la vida, y no por la obra. En Jerusalén una gran multitud dio una calurosa bienvenida al Señor Jesús. Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Jn. 12:13). Aun los fariseos reconocieron que el mundo se había ido tras Él (v. 19). Además, cuando Andrés y Felipe dijeron al Señor que los griegos lo buscaban, el Señor contestó: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (vs. 23-24). Esto indica claramente que lo que al Señor Jesús le interesaba era la vida, y no la obra. En los cuatro evangelios encontramos muchos casos tales como éstos. Siempre que la gente pensaba, según sus propios conceptos, que la oportunidad era propicia para que el Señor realizara una gran obra, Él jamás se aprovechaba de esas oportunidades para hacerlo; más bien, se apartaba de ellas, pues no había venido a realizar una gran obra. A Él le interesaba la vida.


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