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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 43 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE CUARENTA Y TRES

LA SENDA QUE CONDUCE A LA GLORIA

(2)

En este mensaje llegamos a Mateo 14:14-21, donde se relata la alimentación milagrosa de la multitud realizada por el Señor en el desierto.

II. LA MULTITUD SE ENCONTRABA EN GRAN ESCASEZ

A. En un árido desierto al caer la tarde

A menudo, después de haber experimentado nosotros algún rechazo, nos hemos sentido felices y liberados. Pero después de experimentar esa liberación, nos damos cuenta de que estamos en gran escasez y que no tenemos ni aun de qué alimentarnos; en efecto, carecemos de lo necesario para vivir. Esa era la verdadera situación de la multitud que siguió al Señor hacia el desierto.

Creo firmemente que aquellos que siguieron al Rey celestial hacia el desierto disfrutaban felices la compañía del Señor. Debe haber sido tanto su gozo que se olvidaron aun de comer. El versículo 15 dice: “Al caer la tarde, se acercaron a El los discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya avanzada; despide a las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí alimentos”. Pedro pudo haber sido uno de los que tomaron la iniciativa de recordar al Señor que se encontraban en el desierto, que la hora era ya avanzada, y que las multitudes necesitaban comer algo. El pudo haber sido el que sugirió al Señor que despidiera a las multitudes hacia las aldeas para que compraran alimentos para sí mismos. Es como si los discípulos le dijeran: “Señor, ¿no ves que ya la hora es avanzada? No retengas más a las multitudes aquí; despídelas”. ¿No era ésa una buena idea proveniente de un buen corazón? Los Pedros de hoy tienen un buen corazón. En la vida de iglesia los de buen corazón siempre hacen propuestas. No sea uno de estos Pedros.

B. Debemos aprender a suplir
las necesidades de los demás

Al leer el libro de Mateo debemos prestar atención a la secuencia de sus doctrinas. Muchos lectores toman a Mateo como un libro de cuentos o historias, pero no es un libro de historias sino de doctrinas. Por lo tanto, lo que el Señor dijo en el versículo 16 es muy significativo: “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer”. Los discípulos pidieron al Señor que despidiera a las multitudes para que éstas pudieran ir a comprar alimentos, pero el Señor les contestó que dieran ellos de comer a las multitudes. El concepto de los discípulos fue pedirle a la gente que hiciera algo, lo cual es el principio de la ley. Pero el concepto del Señor es dar a la gente algo para disfrutar, lo cual es el principio de la gracia. Lo que los discípulos propusieron estaba completamente basado en el principio de la ley.

En el versículo 16 el Señor Jesús puso fin a las preguntas de los discípulos. Los evangelios relatan varias ocasiones en que el Señor puso fin a las palabras de Pedro. En efecto, Pedro tenía mucha experiencia al respecto. Sobre el monte, cuando él sugirió edificar tres tiendas, Dios le calló. Cuando Pedro dijo a los que recolectaban el impuesto para el templo, que su Maestro sí pagaba los impuestos, el Señor puso fin a su presunción. El Señor Jesús siempre callaba a los de buen corazón. Si usted no es una de estas personas, el Señor nunca lo callará. Pero si lo es, prepárese, pues El lo callará. Su buen corazón tiene que ser regulado por el Señor, porque es natural. El Señor Jesús corrigió a los discípulos, diciendo: “Dadles vosotros de comer”. El Señor parecía estar diciendo: “No pidáis a las multitudes que hagan algo para obtener algo. Eso es la ley. Ustedes deben darles algo de comer, lo cual es la gracia. No estoy aquí como Moisés diciendo a la gente que tiene que hacer algo para obtener algo. Yo soy Jesucristo, y vine a traer la gracia. Yo siempre doy algo a la gente. La ley vino por medio de Moisés, pero la gracia vino por medio de Mí. Por lo tanto, vosotros debéis dar a las multitudes algo de comer. Vosotros los discípulos estáis completamente equivocados, porque todavía estáis bajo la ley diciéndoles a los demás que ellos tienen que hacer ciertas cosas. ¿Tiene hambre la gente? Ciertamente la tiene; lo sé muy bien. A propósito no atendí esa necesidad, para exponeros. Unicamente esperé a que cayera la tarde para que vosotros mismos os expusierais. Si Yo hubiera hecho algo respecto a vuestra necesidad, vosotros nunca hubierais sido expuestos”. A menudo tenemos esta clase de situaciones en el recobro del Señor. El Señor deliberadamente permite que ciertas cosas agoten la paciencia de los creyentes que viven por su vida natural. Sin embargo, los que se guían por su buen corazón no pueden sobrellevar esto; a menudo, minutos antes de que el Señor haga algo, hacen una sugerencia. Si hubieran esperado un momento más, su insensatez no habría sido expuesta. Por lo tanto, debemos sacudirnos de las regulaciones y los mandamientos de la ley, y en cambio aprender de la gracia, a ejercitarla y a dar a los demás conforme al principio de la gracia.

Cuando el Señor Jesús les dijo que dieran algo de comer a las multitudes, los discípulos respondieron: “No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces” (v. 17). Cuando estamos a punto de ejercitar la gracia, nos damos cuenta de que no tenemos nada. Si simplemente dictamos órdenes a los demás, no nos daremos cuenta de cuán pobres somos. Tal vez uno piense que es muy listo y se diga a sí mismo: “¡Qué listo soy! Nadie más ha notado que la tarde ha caído, pero yo estoy en todo. Aun le puedo dar instrucciones a Jesús. En el recobro del Señor yo soy el más inteligente; puedo decirles a los demás lo que deben hacer. Conozco el momento y la situación, sé lo que debo decir y hacer; lo sé todo. Incluso sé cómo dirigir al Señor Jesús”. Sin embargo, cuando el Señor nos pida que ejercitemos la gracia, diremos: “Ahora entiendo que cuando estoy bajo la ley, estoy ciego y no veo mi condición. Bajo la ley mi pobreza no es expuesta. Pero ahora que el Señor Jesús habló una palabra de gracia y me pidió que yo les diera de comer, esta palabra de gracia expone mi pobreza. Inmediatamente me doy cuenta de que no tengo nada, que sólo tengo una boca para dar órdenes. Puedo dar órdenes e instrucciones, puedo enseñar, pero no tengo nada que compartir”. La ley no nos expone de esta manera, pero siempre que estamos a punto de proceder con gracia, nuestra pobreza es expuesta. Nos damos cuenta de que no tenemos nada que dar a otros, ni aun para nosotros tenemos suficiente alimento.

¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros! No pensemos que ésta es simplemente una historia de la ocasión cuando el Señor alimentó a cinco mil hombres con sólo cinco panes y dos peces, sin contar a las mujeres y niños. Quizá le parezca a usted muy familiar la historia de este milagro, pero tal vez le falte revelación o entendimiento acerca de su contenido. Sin embargo, hoy estamos bajo la iluminación del Señor. Todos somos Pedros. Cuando creemos que sabemos qué hacer, y que podemos decir a otros lo que hagan, somos Pedros y estamos bajo la ley. No vivimos bajo la gracia, pues alguien así siempre dice: “Señor, no tengo nada que dar; hay una gran necesidad, pero yo no puedo suplirla. Entiendo que éste es el tiempo de la gracia y no de la ley; sin embargo, no tengo nada que dar. La gracia me expone”. ¿Se encuentra usted bajo la ley o bajo la gracia? Si está bajo la ley, seguirá pensando que tiene algo de qué estar orgulloso, ya sea su inteligencia, su visión previsora, su conocimiento o su habilidad para dar instrucciones a otros. Pero cuando el Señor lo ubica bajo Su gracia, serán expuestas su pobreza y su incapacidad, y usted tendrá que admitir que no tiene nada que ofrecer, ni nada con que alimentarse a sí mismo. Aquí vemos claramente los principios fundamentales de la ley y de la gracia.


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