Información del libro

Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 67 de 69 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE SESENTA Y SIETE

LA COMPLECIÓN DE NUESTRA FILIACIÓN

La revelación divina contenida en el Nuevo Testamento gira en torno a la filiación. La filiación es el deseo que Dios tiene; y Él sólo puede satisfacer este deseo haciendo de Su Hijo el modelo o prototipo. Además, este prototipo debe ser forjado en nuestro ser. De manera que lo que está siendo forjado en nosotros no es meramente el Salvador o la vida divina, sino también el prototipo mismo de la filiación, a saber: el Hijo primogénito de Dios. Como ya hemos dicho, existe una gran diferencia entre el Hijo unigénito de Dios y el Hijo primogénito de Dios. El Hijo unigénito de Dios no contaba con humanidad; Él era divino, pero no humano. En cambio, el Hijo primogénito posee tanto divinidad como humanidad, pues no solamente es el Hijo de Dios, sino también el Hijo del Hombre. Es el Hijo del Hombre que fue introducido en la filiación mediante Su resurrección. Ahora este Hijo primogénito, constituido tanto de divinidad como de humanidad, ha sido forjado en nuestro ser.

FUIMOS PREDESTINADOS PARA FILIACIÓN

Efesios 1:5 dice que fuimos predestinados para filiación. La filiación es nuestro destino. Nuestro destino no es solamente ser salvos. La salvación denota un proceso, es decir, no es la meta sino la manera de llegar a esa meta. La meta de Dios es la filiación. De manera que el perdón, la justificación, la salvación y la regeneración, los cuales provienen de Dios, tienen como objetivo la filiación. Dios nos perdonó, justificó, salvó y regeneró, a fin de que llegásemos a ser hijos Suyos.

EL PROCESO DE LA SANTIFICACIÓN,
LA TRANSFORMACIÓN Y LA CONFORMACIÓN

La filiación tiene un punto de partida y una compleción. Ésta empieza con la regeneración y culmina en la glorificación. Entre la regeneración y la glorificación está el proceso de la santificación, la transformación, la conformación. Muchos cristianos han oído acerca de la santificación. Sin embargo, el concepto que predomina en el cristianismo acerca de la santificación es muy distinto del que la Biblia nos presenta. Aunque el vocabulario, la terminología, es la misma, el concepto detrás de ella es completamente diferente, debido a que el “diccionario” de la cristiandad de hoy difiere del “diccionario” de la Biblia. Según la palabra pura de la Biblia, la santificación implica el hecho de ser saturados con el elemento del prototipo. Cuanto más saturados somos del elemento del Hijo primogénito, quien es el prototipo, más nos apartamos del mundo para Dios. Es mediante la santificación que somos separados del mundo; no es por medio de enseñanzas y milagros, sino al ser empapados del elemento de la naturaleza divina y humana del prototipo.

Todo nuestro ser era como una mancha negra. Un día, el elemento maravilloso del prototipo entró en nuestro espíritu y lo santificó. ¿Pero qué podemos decir del resto de nuestro ser? Tenemos que reconocer que todavía sigue siendo muy oscuro. Aunque usted se considere una persona buena, moral, correcta e incluso “espiritual”, sigue siendo oscura. Tal vez sea tan oscura como una tumba. Aunque usted sea bueno o malo, justo o injusto, moral o inmoral, ético o no muy ético, “espiritual” o natural, su ser sigue siendo oscuro. Cuando otros tienen contacto con usted, pueden percibir su opacidad. Usted habita en el sombrío calabozo de su religión y moralidad, y nada es transparente con respecto a usted. Debido a que usted es una persona tan oscura y opaca, necesita ser santificado, es decir, necesita ser saturado del elemento maravilloso del prototipo. Cuanto más se logre difundir Cristo en usted, más será usted santificado y se apartará del mundo. En esto consiste la santificación.

La transformación está relacionada con la santificación. Cuanto más somos saturados del elemento de Cristo, más somos santificados, y cuanto más somos santificados, más somos transformados. En varias ocasiones hemos dicho que la transformación no denota un cambio externo, ni se trata de que seamos corregidos o enmendados. Más bien, la transformación implica un cambio metabólico interno, un cambio en cuanto a vida, naturaleza y forma. La santificación tiene como fin la transformación, y la transformación tiene como fin la conformación. Necesitamos ser transformados a fin de ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29). Por la misericordia del Señor, estamos en la vida apropiada de iglesia donde somos santificados, transformados y conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Esto es mucho más profundo y elevado que ser personas morales y correctas, o incluso personas “espirituales”. Algunas enseñanzas acerca de la llamada espiritualidad son pura vanidad. La verdadera espiritualidad es la conformación. Ser espirituales depende de que seamos conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Ningún esfuerzo, labor ni imitación humanos pueden producir esto. Esto únicamente lo puede producir el prototipo que mora en nosotros, es decir, el Hijo primogénito de Dios, quien es real y viviente, y opera automáticamente es nosotros. A medida que opera en nosotros por medio la ley de vida, Él nos unge continuamente desde nuestro interior.


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