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Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 64 de 65 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE COLOSENSES

MENSAJE SESENTA Y CUATRO

LA PALABRA DE CRISTO HABITA EN NOSOTROS

Lectura bíblica: Col. 3:15-18; He. 1:1-2a; Ap. 2:1, 7a

LA UNIDAD: UN REQUISITO INDISPENSABLE
PARA QUE DIOS NOS HABLE

Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Inmediatamente después de que Pablo nos dice que la paz de Cristo actúa como árbitro en nosotros, nos exhorta a dejar que la palabra de Cristo more en nosotros. ¿Por qué menciona Pablo la paz de Cristo antes de la palabra de Cristo? La respuesta a esta pregunta está relacionada con un principio fundamental revelado en la Biblia, según el cual debemos estar en unidad para que Dios nos hable. Cada vez que el pueblo de Dios está dividido, Su palabra escasea. Dios no habla donde hay división. La división hace que el hablar de Dios disminuya, e incluso que cese.

Mientras los hijos de Israel estuvieron en el desierto, Dios les hablaba en el tabernáculo, la tienda de reunión. La tienda de reunión era una señal de la unidad del pueblo de Dios. Las doce tribus se situaban alrededor de la tienda de reunión, y Dios hablaba al pueblo desde el interior de ella. En aquel entonces, si un israelita deseaba escuchar a Dios, tenía que ir a la tienda de reunión, es decir, al lugar de unidad.

El templo que se construyó en Jerusalén fue la continuación de la tienda de reunión. Cuando el pueblo de Dios se dividió en dos reinos, el reino del norte y el reino del sur, la palabra de Dios solamente se manifestaba en el sur, porque era allí donde estaba el templo. Puesto que no había templo en el norte, la palabra de Dios, la cual se trasmitía mediante el sacerdocio, estaba ausente. La palabra de Dios mediante los sacerdotes procedía del Lugar Santísimo, que era el centro tanto del tabernáculo como del templo.

DIOS HABLA EN EL HIJO Y POR MEDIO DE SU CUERPO

El libro de Hebreos empieza con estas palabras: “Dios, habiendo hablado parcial y diversamente en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de estos días nos ha hablado en el Hijo” (He. 1:1-2a). El Señor Jesús, como Hijo de Dios, no sólo habló la palabra de Dios, sino que Él mismo es llamado el Verbo, la Palabra (Jn. 1:1, 14; Ap. 19:13). Dios habló en Su Hijo y no meramente por medio de Él. Dondequiera que estuviera el Hijo, allí también estaba la Palabra. Además, cada vez que el Hijo hablaba, era Dios quien hablaba en el Hijo. El Hijo vino con el fin de expresar a Dios, definir a Dios y hablar por Él. El Hijo en Su mismo ser y persona era la Palabra de Dios.

La intención maligna de los judíos religiosos fanáticos era poner fin al Hijo de Dios, a Jesús de Nazaret, crucificándole. Sin embargo, después de que el Señor fue crucificado, entró en la esfera de la resurrección y, en la resurrección, llegó a ser la Cabeza del Cuerpo. Antes de Su crucifixión y resurrección, el Señor Jesús estaba restringido por la carne; no podía ser una persona universal. Pero mediante la muerte y la resurrección, Él fue agrandado, ya que dejó de ser un sólo individuo para convertirse en un hombre corporativo. En el día de Pentecostés, Cristo descendió como Espíritu todo-inclusivo sobre Sus discípulos para constituirlos miembros de Su Cuerpo. El Cuerpo de Cristo, un hombre corporativo, incluye al Cristo resucitado, o sea, la Cabeza, y los millones de creyentes, quienes son Sus miembros. Ahora, así como todo mi cuerpo habla cada vez que yo hablo, de la misma manera el Cuerpo de Cristo habla cada vez que Cristo, la Cabeza, habla. Hoy en día, el Hijo de Dios ya no es un solo individuo, sino un hombre corporativo y universal. Es por eso que todos los miembros del Cuerpo pueden hablar la palabra de Dios. Incluso los jóvenes pueden hablar a sus padres y a sus compañeros de clase de parte de Dios.

Todos fuimos salvos cuando oímos la palabra de Dios. Cuando fui salvo en China hace más de cincuenta años, Dios no vino directamente a hablar conmigo; en vez de eso, escuché la palabra de Dios por medio de uno de los miembros de Su Cuerpo. Esto nos muestra que hoy en día, Dios continúa hablando en Su Hijo, quien ha sido agrandado y se ha convertido en un hombre corporativo, el Cuerpo de Cristo. ¡Cuán maravilloso es que todos formemos parte de este agrandamiento de Cristo, el hombre universal cuya Cabeza es Cristo y cuyos miembros somos nosotros!

Si verdaderamente somos uno con los demás miembros del Cuerpo de Cristo, podremos hablar la palabra de Dios. Sin embargo, si nos mantenemos murmurando, quejándonos y hablando chismes en lugar de ser uno con los santos, no podremos hablar la palabra del Señor. Para hablar la palabra del Señor se requiere que estemos en unidad. Donde no hay unidad, no puede manifestarse el hablar de Dios. Pero si permitimos que la paz de Cristo arbitre en nosotros para guardarnos en unidad y armonía, podremos hablar la palabra de Dios.

Cristo murió en la cruz para hacer la paz, la cual obtuvo como resultado de efectuar la redención y de reconciliarnos con Dios. Esta paz es vertical, pues es entre nosotros y Dios. Cristo también murió para crear la paz horizontal, es decir, la paz entre nosotros y los demás. Es por eso que Cristo abolió todas las ordenanzas, que son las diferentes maneras de adorar y de vivir. Al abolir las ordenanzas, Cristo hizo la paz horizontalmente entre los diferentes pueblos y, al hacerlo, anuló el efecto de Babel. En Babel la humanidad fue confundida, dividida y esparcida. Allí el hombre corporativo que Dios había creado fue dividido, pero Cristo, mediante Su muerte en la cruz, anuló la confusión y la división de Babel, e hizo la paz tanto vertical como horizontalmente. Por lo tanto, en el día de Pentecostés, Cristo pudo descender sobre los creyentes como el Espíritu de unidad y producir la iglesia de una manera práctica. En el día de Pentecostés, personas que hablaban diferentes lenguas llegaron a ser uno.

Pese a que Cristo hizo nula la división y produjo la unidad, el cristianismo de hoy ha destruido la unidad y ha producido la división. Es por eso que en el cristianismo dividido no se manifiesta el hablar de Dios. En vez de escuchar el hablar de Dios, muchos de los que acuden a las capillas, a las catedrales y a los locales de las denominaciones escuchan algo relacionado con la vida social o la política. Sin duda alguna, esto no es lo que Dios habla en el Hijo y por medio del Cuerpo. La razón por la cual no se escucha este hablar es la falta de paz y de unidad. Puesto que no hay unidad, Dios no tiene un centro, un oráculo, para poder hablar.


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