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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE TRES

EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS

(1)

Lectura bíblica: Lv. 1:2-6; He. 10:5-10; 9:14

En este mensaje comenzaremos a considerar el holocausto, el cual es el Cristo que satisface a Dios.

Es difícil entender el verdadero significado del holocausto, y reconocemos que la experiencia que hemos tenido de esta ofrenda es limitada. De hecho, muy pocos cristianos han experimentado verdaderamente el holocausto. Tal vez hayamos experimentado mucho la ofrenda por las transgresiones y la ofrenda por el pecado, y en cierta medida, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz, pero hemos tenido poca experiencia del holocausto.

Los tipos más finos y detallados de Cristo se encuentran en el libro de Levítico. Sin el capítulo 1 de Levítico, no podríamos explicar ni definir a Cristo como holocausto. Es correcto afirmar que el holocausto es el Cristo que satisface a Dios, pero ¿cómo pudo Cristo ser tal ofrenda? Esto no es fácil de explicar. Si queremos conocer a Cristo como holocausto, necesitamos estudiar Levítico 1.

Sin embargo, antes de estudiar este capítulo quisiera que consideráramos primero Hebreos 10:5-10. El versículo 5 dice: “Por lo cual, entrando en el mundo, dice: ‘Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo’”. Aquí “sacrificio y ofrenda” se refiere al conjunto total de los distintos sacrificios y ofrendas.

Existe una diferencia entre los sacrificios y las ofrendas. Los sacrificios se ofrecen por los pecados, y las ofrendas se ofrecen en calidad de dádivas. Si sentimos que somos pecaminosos y que debemos ofrecerle algo a Dios, esta ofrenda por el pecado, hablando con propiedad, es un sacrificio. En cambio, si le traemos algo a Dios no por nuestro pecado, sino para tener comunión con Él, lo que traemos no es un sacrificio sino una ofrenda.

Hebreos 10:5 dice que Dios no quiso sacrificios ni ofrendas; mas bien, le preparó un cuerpo a Cristo. Esto indica que Dios deseaba que Cristo remplazara todos los sacrificios y ofrendas antiguotestamentarios.

El versículo 6 añade: “Holocaustos y sacrificios por el pecado no te complacieron”. Esto parece repetir lo que dice el versículo 5; pero, de hecho, especifica y define el “sacrificio y ofrenda” mencionado en el versículo anterior.

Los versículos del 7 al 10 dicen además: “Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer Tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de Mí’. Habiendo dicho antes: ‘Sacrificios y ofrendas y holocaustos y sacrificios por el pecado no quisiste, ni te complacieron’ (cosas que se ofrecen según la ley), y diciendo luego: ‘He aquí que vengo para hacer Tu voluntad’; quita lo primero, para establecer lo segundo. Por esa voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. El “rollo del libro” mencionado en el versículo 7 se refiere al Antiguo Testamento. ¿A qué se refiere la voluntad mencionada en los versículos 7, 9 y 10, y qué significan las palabras: “Vengo, oh Dios, para hacer Tu voluntad”? Algunos maestros de la Biblia dicen que esto significa que todo lo que el Señor Jesús hizo y dijo se conformaba a la voluntad de Dios. Sin embargo, esta interpretación no concuerda con el contexto. “Esa voluntad” en el versículo 10 se refiere a la “voluntad” mencionada en los versículos 7 y 9. En estos versículos, la voluntad de Dios consiste en quitar lo primero, los sacrificios animales del antiguo pacto, para establecer lo segundo, el sacrificio de Cristo del nuevo testamento. Por consiguiente, aquí la voluntad de Dios es que Cristo viniera a reemplazar las ofrendas y sacrificios antiguotestamentarios. Cuando Cristo vino, Dios quería que Él quitara los sacrificios antiguotestamentarios —los sacrificios de ovejas, cabras y novillos— y estableciera los sacrificios neotestamentarios, que son el propio Cristo.

Hebreos 10:5-10 indica claramente que los sacrificios y ofrendas en el Antiguo Testamento son tipos, sombras, de Cristo. Cristo es la realidad, el cuerpo, de todos esos sacrificios y ofrendas.

Hebreos 10:5-10 revela además que la ofrenda principal es el holocausto. Esto también se muestra en Levítico, donde el holocausto es mencionado primero. Si hemos de entender qué es el holocausto, debemos considerar Hebreos 10, que nos dice que Cristo —en calidad de holocausto— hizo la voluntad de Dios. No debemos interpretar la palabra “voluntad” en este capítulo de manera común, natural o humana. Dios deseaba que Cristo reemplazara todas las ofrendas y sacrificios antiguotestamentarios. A esto se refiere la voluntad de Dios aquí, y Cristo vino a cumplirla.

No fue nada sencillo que Cristo reemplazara consigo mismo las ofrendas y los sacrificios. ¿Cómo podía un hombre reemplazar todas las ofrendas y los sacrificios? Consideren los requisitos que debía cumplir y la clase de persona que debía ser. La persona que reemplazara las ofrendas y los sacrificios tenía que ser alguien absolutamente entregado a Dios, aun en cada cosa pequeña. Todo aquel que no vive absolutamente entregado a Dios en todas las cosas pequeñas no es apto para cumplir la voluntad de Dios respecto a reemplazar los viejos sacrificios y ofrendas con los nuevos, es decir, quitar lo primero y establecer lo segundo. Quitar lo primero y establecer lo segundo equivale a quitar el antiguo pacto y establecer el nuevo pacto. La voluntad de Dios en Hebreos 10 consiste en reemplazar todos los sacrificios y ofrendas antiguotestamentarios con los sacrificios y ofrendas del nuevo pacto, y para hacer esto, uno tenía que vivir absolutamente entregado a Dios.

A menudo hemos hablado de andar en el espíritu y de poner en práctica ser un solo espíritu con el Señor. En las cosas importantes tal vez nos resulte fácil ser un solo espíritu con el Señor, pero no es fácil hacer esto en las cosas pequeñas. ¡Cuán fácil es que algo pequeño rompa nuestra unidad en espíritu con el Señor! Pero esto nunca le aconteció al Señor Jesús. Cuando Él estuvo en la tierra, nunca hubo algo pequeño que le hiciera perder Su unidad con el Padre. Si esta unidad se hubiese quebrantado, entonces Él mismo habría necesitado un Cristo. Además, Él habría sido descalificado para ser el holocausto, pues habría necesitado que alguien fuera Su Salvador. No obstante, el Señor Jesús vivió absolutamente entregado a Dios y, por consiguiente, era apto para ser el holocausto. Fue algo grandioso que el Señor Jesús hiciera la voluntad de Dios, a saber: que fuese el holocausto para reemplazar las ofrendas y sacrificios antiguotestamentarios.

Ninguno de nosotros es apto para ser el holocausto. Si hubiéramos sido regenerados antes de la caída, sería muy difícil que se quebrantara nuestra unidad con el Señor en nuestra vida diaria. Aunque fuimos regenerados, seguimos viviendo en la naturaleza vieja y caída. Tal vez ejercitemos nuestro espíritu para llevar una vida en la que somos uno con el Señor, pero a menudo una cosa pequeña hace que se quebrante esta unidad. ¿Qué haremos entonces? En lugar de desilusionarnos, debemos reconocer que necesitamos a Cristo; lo necesitamos como nuestro holocausto.


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