Información del libro

Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 46 de 72 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE CUARENTA Y SEIS

LA SENDA QUE CONDUCE A LA GLORIA

(5)

Mencionamos anteriormente que el Evangelio de Mateo no es un libro de historias sino de doctrinas. Mateo agrupa ciertos hechos históricos con el propósito de revelar una doctrina. Si se comparan los cuatro evangelios, se notará que Mateo presenta los hechos históricos en un orden distinto del que encontramos en el Evangelio de Marcos y el de Juan. Los evangelios de Marcos y Juan fueron escritos según la secuencia de la historia, pero el arreglo de los hechos en Mateo no sigue un orden cronológico, sino que los hechos se presentan conforme a la doctrina, porque el propósito de Mateo es presentarnos la doctrina en cuanto al reino de los cielos. Esta es la razón por la cual Mateo presenta la secuencia de esta manera.

En el capítulo quince, inmediatamente después de la disputa acerca del lavamiento de manos, se encuentra un relato que presenta al Señor Jesús como el alimento (15:21-28). Tal vez al leer el capítulo quince algunos no hayan encontrado una relación entre los versículos del 1 al 20 y los versículos del 21 al 28. Sin embargo, sí existe una relación entre las dos secciones. En el texto original de la Biblia no existen párrafos ni versículos. De manera que, la segunda sección era la continuación inmediata de la primera. Mateo tiene una razón definida para presentar estas dos secciones juntas. Su propósito es mostrar que el Señor quiere que le comamos, que le tomemos como nuestra comida, y no que nos lavemos las manos. Lo que El desea no es que nos lavemos exteriormente sino que le comamos, que le recibamos en nuestro interior. Aunque nos lavemos las manos muchas veces, seguiremos teniendo hambre. En Mateo 15:21-28 no tenemos el lavamiento de las manos, sino a un perrillo sucio alimentándose. Al Señor no le interesa el lavamiento de las manos. Si usted está sucio externamente o no, eso no significa nada para El. Lo que a El realmente le interesa es que nuestra hambre sea satisfecha. El Señor no dijo a la mujer cananea: “Sí, tú tienes el derecho de comer de Mí, pero estás sucia. Primero vé a lavarte y luego regresa a comer”. No, el lavamiento exterior se trató en la sección anterior, y no en ésta. Lo que vemos aquí es el asunto del comer. En este capítulo vemos que lo que le interesa al Señor no son las prácticas externas, sino la condición interior. Lo importante no es lavar lo sucio de nuestro exterior, sino ser limpiados interiormente.

La pregunta es cómo podemos limpiarnos interiormente. Para recibir la limpieza interior, es necesario que algo entre en nosotros, la cual se logra al ingerirlo nosotros. El Señor Jesús como el alimento que nos nutre es el mejor elemento purificador. Cuando El entra en nosotros como alimento, no únicamente nos nutre, sino que también nos limpia interiormente. El no lava nuestras manos, sino nuestro ser interior. La limpieza interior por medio de comer a Jesús es lo que une las primeras dos secciones del capítulo quince.

En la religión actual lo que se enseña es principalmente semejante al lavamiento de las manos. Domingo tras domingo la mayoría de los sermones tratan del lavamiento exterior. Pero lo que la gente necesita no es el lavamiento exterior, sino el interior, la limpieza al nivel de la vida y naturaleza. Ellos necesitan que el elemento purificador entre en su sistema y limpie todo su vaso. No les hace falta el lavamiento exterior de las manos, sino la limpieza interior que se produce con la alimentación adecuada. Jesús no sólo es el alimento que nos nutre, sino también el elemento purificador. Puedo dar testimonio de que día tras día el Señor Jesús entra en mí para limpiarme interiormente. El limpia mi ser interior. En la vida de iglesia no somos lavados exteriormente, sino que somos purificados interiormente.

Muchos de los santos están dispuestos a ser purificados por dentro. Siempre oran: “Señor Jesús, entra en mí. Quiero ser purificado más y más. Señor, aborrezco no sólo el pecado y el mundo, pero también mi yo, mi vida natural y mi inclinación natural. Oh Señor, estoy muy contaminado por mi propio modo de ser. ¡Cómo anhelo ser limpiado de mi inmundicia!” Mientras oramos de esta forma, espontáneamente comemos al Señor Jesús, y El entra en nosotros como el alimento que nos nutre y también como el elemento que nos limpia. Desde lo profundo de nuestra conciencia podemos afirmar que mientras disfrutamos al Señor en la vida de iglesia, somos purificados, aun cuando no tenemos la intención de ser purificados. Si disfrutamos al Señor, seremos purificados interiormente, de manera que todo nuestro ser será purificado en vez de tener una simple limpieza de las manos. En estos días hemos sido injustamente acusados de lavar cerebros. Sin embargo, no practicamos el lavar cerebros, sino lo que en realidad experimentamos es el lavamiento de nuestro ser natural. No sólo necesitamos que nuestra mente sea lavada, sino que todo nuestro ser experimente este lavamiento. El Señor puede testificar por mí que con frecuencia oro: “Señor, aún estoy sucio; Señor, siento que todavía mi ser, mi propio carácter, es muy natural. Señor, te amo y quiero vivir para Ti. Pero aún hoy, Señor, me he comportado según mi carácter natural. Oh Señor, necesito que me limpies porque aún estoy sucio en mi modo de ser natural”. Esta es la clase de limpieza que necesitamos. Este no es un asunto de lavarse las manos externamente para aparentar que estamos limpios, sino una limpieza interior que se produce al comer nosotros a Jesús. Todos necesitamos que el Señor nos limpie de esta manera.


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