Información del libro

Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 31 de 72 Sección 1 de 6

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE TREINTA Y UNO

EL RESULTADO DEL MINISTERIO DEL REY

En Mateo 11 vemos el resultado del ministerio del Rey. La narración del capítulo diez indica que tanto el ministerio del Rey como el agrandamiento de Su ministerio efectuado por los doce apóstoles, fueron rechazados. En el capítulo diez el Señor dijo a los apóstoles que serían aborrecidos y perseguidos aun por la llamada gente santa del sanedrín y de las sinagogas. Les advirtió que aun sus familiares los perseguirían. En el capítulo once vemos que tres ministerios son rechazados: el ministerio de Juan el Bautista, el ministerio del Rey y el ministerio de los enviados del Rey, los doce apóstoles. Juan fue rechazado, el Señor Jesús también, y conforme a lo que El les afirmó a los doce apóstoles, el ministerio de ellos también iba a ser rechazado. En el capítulo once vemos cómo el Rey enfrenta este rechazo. El punto principal de este capítulo radica en cómo debemos enfrentar el rechazo.

I. EL REY FORTALECE A
SU PRECURSOR ENCARCELADO

A. El precursor encarcelado envía a sus
discípulos para provocar al Rey

En los versículos 2 y 3 vemos que la paciencia de Juan el Bautista, el precursor rechazado del Rey, se había agotado. Por tanto, “envió a sus discípulos a preguntarle, ¿eres Tú el que había de venir, o hemos de esperar a otro?” Lo que dijo Juan el Bautista no significa que tenía dudas con respecto a Cristo. Le hizo tal pregunta para incitarle a librarlo de la prisión. El sabía que Cristo era Aquel que había de venir, y lo había recomendado confiadamente al pueblo (Jn. 1:26-36). Después, Juan fue encarcelado (Mt. 4:12), y allí estaba a la expectativa de que Cristo hiciera algo para liberarlo. Sin embargo, Cristo no hizo nada por él, aunque sí hizo mucho para ayudar a otros. Cuando Juan oyó de esto, tal vez estuvo a punto de tropezar (v. 6). Así que, envió a sus discípulos con esa pregunta para provocar a Cristo. Juan no tenía ninguna duda acerca de que Cristo fuera el Mesías, ni envió a sus discípulos para que preguntaran al Señor al respecto. Su meta era incitar a Cristo a rescatarlo de la prisión. Pero es muy difícil provocar al Señor Jesús. Cuanto más tratemos de hacerlo, más indiferente se vuelve. Nunca podremos incitar al Señor provocándolo. Si tratamos de hacerlo, El estará poco dispuesto a hacer algo por nosotros.

B. La respuesta del Rey celestial

En los versículos del 4 al 6 podemos ver cómo le respondió el Señor a Juan. Los versículos 4 y 5 dicen: “Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: Los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”. El Señor mencionó primero que los ciegos recibieron la vista, porque en el Antiguo Testamento nunca se había hecho tal milagro. Al decir esto, le dio a Juan la evidencia clara de que nadie más que el Mesías habría podido hacer tal milagro (Is. 35:5). Además, en el sentido espiritual, primero los ciegos reciben la vista. En la salvación del Señor, primero El abre nuestros ojos (Hch. 26:18), entonces podemos recibirlo y andar en pos de El. Los cojos representan a los que no pueden andar en el camino de Dios. Después de ser salvos, pueden caminar por medio de una vida nueva (9:5-6; Jn. 5:8-9). Los leprosos que recibieron la limpieza representan a aquellos que han sido salvos de su rebelión (lepra) para convertirse en ciudadanos del reino. Los sordos representan a los que no pueden oír a Dios. Después de ser salvos, pueden oír la voz del Señor (Jn. 10-27). Los muertos representan a los que están muertos en pecados (Ef. 2:1, 5), incapaces de tener contacto con Dios. Después de ser regenerados, pueden tener comunión con Dios por medio de su espíritu regenerado. Los pobres representan a todos los que están sin Cristo, sin Dios y que no tienen esperanza en el mundo (Ef. 2:12). Al recibir el evangelio, son enriquecidos en Cristo (2 Co. 8:9; Ef. 3:8). El versículo 6 dice: “Y bienaventurado es el que no tropieza a causa de Mí”. Esta palabra implica que tal vez Juan el Bautista estuviera a punto de tropezar a causa del Señor, porque el Señor no actuó en beneficio de él según la manera que Juan esperaba. El Señor le exhortó a que tomara el camino que había designado para él, a fin de que fuera bendecido. Esta bendición está estrechamente relacionada con la participación del reino de los cielos.

En estos versículos parece que el Señor le decía a Juan: “No hay duda de que Yo Soy el Mesías. Esto no depende de que Yo haga algo por ti o no. He sanado a los ciegos, a los sordos y a los enfermos, aun he resucitado a los muertos. Pero decidí no hacer nada por ti. No esperes nada de Mí; pues te dejaré en prisión hasta que seas decapitado. Bienaventurado el que no tropiece a causa de Mí”. En el recobro del Señor debemos aprender esta lección. Siempre que el Señor hace algo positivo por nosotros, nos entusiasmamos. Pero a menudo el Señor no hará nada por nosotros. El no hizo nada para rescatar a Juan de la prisión, porque si Juan hubiera sido liberado, su ministerio habría competido con el ministerio del Señor. Por eso, el Señor, el Soberano, permitió que Juan fuese encarcelado para poner fin al ministerio de Juan, el cual era el de la recomendación. Después de hacer la recomendación, el ministerio debería haberse acabado. Por lo tanto, Dios, quien es soberano, tuvo que poner fin al ministerio de Juan encarcelándolo.


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