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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 24 de 120 Sección 1 de 5

ESTUDIO VIDA DE GENESIS

MENSAJE VEINTICUATRO

LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE
(2)

En este mensaje continuaremos nuestro estudio de la segunda caída del hombre. Como vimos en mensajes anteriores, en la primera caída el hombre comió algo equivocado. Según nuestro concepto humano, eso no era muy grave. Cuando yo era un cristiano joven, traté de alegar con Dios, y le preguntaba qué había de malo en comer un pedazo de fruta. Encontré a otros cristianos que tenían el mismo concepto. No obstante, si pasamos de Génesis 3 a Génesis 4, veremos las cosas malignas que brotan de esta pequeña semilla.

A la semilla que entró en el hombre en Génesis 3 Pablo la llama pecado en Romanos 7. Leamos lo que dice Pablo en Romanos 7:19-20: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico. Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Aunque la mayoría de los cristianos sabe que Gálatas 2:20 dice “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, son pocos los que prestan atención a Romanos 7:20, donde vemos que ya no obro yo, sino que el pecado mora en mí. Gálatas 2:20 nos muestra que el Cristo que mora en nosotros es una persona. Cristo, la corporificación misma de Dios, mora en nosotros. Según el mismo principio, podemos decir que el pecado que mora en nosotros también debe de ser una persona viviente. No tengo ninguna duda de que el pecado es la corporificación de Satanás. Cristo es la corporificación de Dios y mora en nuestro espíritu; mientras que el pecado es la corporificación de Satanás y mora en nuestra carne. Satanás, el maligno, se ha inyectado en nuestra naturaleza. Esto se produjo en Génesis 3, pero el resultado de esta inyección aparece en el hombre caído de Génesis 4.

Esta simiente maligna empezó a expresarse religiosamente en forma de adoración a Dios. ¿Puede usted imaginar que la simiente de Satanás que mora en el hombre caído lo incitaría a adorar a Dios? No obstante, como mencionamos antes, la simiente que estaba en Caín lo incitó efectivamente a adorar a Dios, no conforme al camino de Dios ni a Su revelación, sino según sus conceptos de hombre caído. ¿Cuáles son los conceptos del hombre caído? Son la expresión de Satanás en el hombre. No olvide jamás el incidente relatado en Mateo 16:20-23, en el cual Pedro expresó su preocupación por el Señor. Pedro no se dio cuenta de que Satanás estaba presente en su concepto, pero el Señor lo reconoció y llamó a Pedro “Satanás”. Por consiguiente, el concepto del hombre caído no es más que la expresión de la presencia interior de Satanás.

d. La mentira del hombre y su arrogancia

Génesis 4 nos muestra que la simiente maligna inyectada en el hombre en Génesis 3 empezó a manifestarse en lo que era aparentemente algo bueno: la adoración a Dios. No obstante, este capítulo nos muestra que la semilla se desarrolla más aún: primero los celos, luego la ira, el odio, el homicidio y las mentiras. Caín no sólo mató a su hermano, sino que también mintió a Dios mismo. ¿Puede imaginarse que esa persona se atrevió a mentirle a Dios? Después de que Caín mató a Abel, Dios se le presentó con bondad y misericordia. En cierto sentido, Dios no vino a juzgar ni a ejecutar la sentencia de muerte sobre Caín. Dios le preguntó a Caín dónde estaba su hermano. Esta pregunta indica que la puerta del arrepentimiento todavía estaba abierta. Si yo fuese Caín, habría dicho: “Señor, perdóname porque maté a mi hermano; cometí una acción muy pecaminosa”. Iluminado por el evangelio, habría confesado y pedido perdón. Pero escuche la respuesta de Caín: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Gn. 4:9). Esta respuesta era una gran mentira, la primera mentira en la historia de la raza humana. Juan 8:44 demuestra que no fue Caín solo el que mintió, sino que le diablo también mintió desde el principio. Caín fue uno con la mentira, el diablo. Satanás, el diablo, era mentiroso, y Caín cooperó con él para decir una gran mentira. La primera mentira de la tierra no se le dijo a un hombre, sino a Dios. Observe ahora el desarrollo de la semilla de Génesis 4: empezó con la adoración a Dios y continuó con la mentira a Dios. Además, Caín era arrogante. Sus palabras: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” así lo demuestran. Ahora podemos ver hasta qué punto el hombre había caído. Toda la maldad que encontramos en Génesis 4 provenía de la pequeña simiente inyectada en el hombre en Génesis 3.

Esta pequeña simiente permanece en nuestra naturaleza. Aparentemente, usted puede ser amable, bueno, agradable y comprensivo; pero en realidad, la simiente maligna de Satanás mora en su naturaleza. Por tanto, debemos seguir el camino de la salvación revelado por Dios. La simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente, el maligno, quien es la fuente de todo mal (Gn. 3:15). La simiente de la mujer, nuestro Señor Jesucristo, hirió la cabeza de la serpiente objetivamente en la cruz; día y noche, El sigue hiriendo la cabeza de la serpiente subjetivamente dentro de nosotros. Bajo la sangre prevaleciente del Señor, la cual nos cubre, puedo testificar que varias veces en el día de hoy la simiente interior de la mujer ha herido la cabeza de la serpiente dentro de mí. Mientras no nos preocupemos por la simiente de la mujer, la simiente que está en nosotros, Satanás seguirá manipulándonos. No tenemos ninguna otra alternativa que creer diariamente que Jesús es la simiente de la mujer y a toda hora hiere la cabeza del maligno dentro de nosotros.

No tenemos ninguna necesidad de cometer pecados para ser pecadores. Como seres humanos, ya somos pecaminosos. Somos pecaminosos por nacimiento. De hecho, éramos pecaminosos antes de nacer. Por consiguiente, no somos otra cosa que pecado. Si usted me pregunta lo que soy yo naturalmente, contestaría que no soy más que pecado. Estoy contaminado y soy corrupto. Necesito ser lavado por la sangre del Cordero de Dios. Necesito a Cristo como la simiente de la mujer para que aplaste la serpiente dentro de mí. No obstante, si adoro a Dios según mi propio concepto en lugar de tomar el camino de salvación de Dios, me encontraré automáticamente bajo el control del maligno. Si él me incita a adorar a Dios, al hacerlo él se apoderaría completamente de mí. Después de incitarme a adorar a Dios, él puede desarrollarse en mí hasta el punto de hacer de mí un hombre mentiroso y arrogante en presencia de Dios. Todos debemos ver que la simiente de cada maldad mora en nosotros.

Cuando yo era un joven cristiano, decía: “Puesto que Satanás estaba en Caín, y éste era tan malo, ¿por qué Dios no lo eliminó? Si yo fuese Dios, lo habría sentenciado a muerte”. Pero Dios era bondadoso y misericordioso, y dejó abierta la puerta al arrepentimiento para Caín y para todas las personas caídas.


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