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Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
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ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE TREINTA Y CUATRO

LA VIDA INDESTRUCTIBLE

En este mensaje abordaremos el tema de la vida indestructible, que es la esencia, el elemento y el constituyente del sacerdocio divino de Cristo. No nos es difícil asimilar el concepto de que el sacerdocio de Cristo es un sacerdocio real, ya que la lógica que lo respalda no es muy profunda. En cambio, sí es muy profundo, afirmar que el sacerdocio divino de Cristo está constituido de la vida, ya que esta vida es su elemento, esencia, componente y constituyente. La lógica que respalda este concepto es muy profunda. Como mencioné en el mensaje anterior, en el sacerdocio divino de Cristo la muerte no tiene cabida. Antes de comenzar a hablar sobre la vida indestructible, necesitamos abundar un poco más acerca del sacerdocio divino de Cristo, en el cual no puede penetrar la muerte.

De acuerdo con las Escrituras, el sacerdocio comprende tres aspectos representados por tres clases de sacerdocios: el sacerdocio aarónico, el sacerdocio real y el sacerdocio divino. El aspecto representado por el sacerdocio aarónico tiene como fin ofrecer sacrificios a Dios por nuestros pecados. Por esta razón, el sacerdocio aarónico se relaciona principalmente con la ofrenda por el pecado. El segundo aspecto, el aspecto relacionado con el sacerdocio real o de realeza, tiene la finalidad de ministrarnos al Dios procesado como nuestro suministro de vida. El tercer aspecto, el cual está relacionado con el sacerdocio divino, tiene como fin salvarnos por completo. Basándonos en esto, usaremos tres palabras para describir estos tres aspectos del sacerdocio: “ofrecer” en relación con el sacerdocio aarónico, “ministrar” en relación con el sacerdocio real y “salvar” en relación con el sacerdocio divino. La acción de ofrecer resuelve el problema del pecado, el acto de ministrar nos imparte al Dios procesado como nuestra suministración diaria y la acción de salvar nos rescata por completo. La salvación que nos brinda el sacerdocio divino nos rescata especialmente de la muerte y de un entorno donde hay muerte.

El sacerdocio aarónico resuelve el problema del pecado, mientras que el sacerdocio real nos ministra al Dios procesado, no como el objeto de nuestra adoración, sino como nuestro deleite para nuestra provisión diaria. La mayoría de los cristianos cuando escuchan la palabra Dios piensan en el objeto de su adoración. No obstante, por ahora, debemos desechar este concepto. Cada vez que escuchemos la palabra Dios, debemos pensar en Aquel que pasó por un proceso para impartirse en nosotros como nuestra suministración diaria. No existe otra mejor forma de adorar a Dios que disfrutarlo a Él como nuestra provisión diaria. Si usted se arrodilla delante de Él, tal vez Él le diga: “Hijo mío, no hagas esto. Yo prefiero ser el pan y vino que tu puedas comer y beber. Cuanto más Me comas y Me bebas, más me adorarás”. La mejor adoración que podemos rendirle a Dios es comerle y beberle. La adoración que verdaderamente satisface el deseo que Dios tiene en Su corazón es que le disfrutemos como nuestra provisión.

El deseo original de Dios según Su eterno plan era que el hombre le comiera y bebiera (Gn. 2:9-10). Según Su plan eterno, Dios deseaba impartirse en el hombre y ser todo para el hombre, a fin de que éste llegara a ser Su plena expresión. Este propósito sólo puede cumplirse mediante el sacerdocio real de Cristo, el cual nos ministra al Dios procesado como nuestra provisión diaria. Sin embargo, antes de que Su propósito se cumpliera, se introdujo el pecado, entonces, el problema del pecado tenía que ser resuelto. Pero, solo resolver el problema del pecado no sería lo que cumpliría el propósito eterno de Dios; más bien, fue algo que tuvo que añadirse después por causa del pecado. El pecado entró con la caída del hombre. A causa de la caída, el pecado se introdujo para frustrar y dañar el propósito de Dios que consistía en ministrarse a Sí mismo en el hombre como su suministro diario. Debido a que Satanás introdujo el pecado para estorbar el propósito de Dios, el problema del pecado tenía que ser resuelto. Esto hizo que el sacerdocio aarónico fuera necesario, pues fue establecido para resolver el problema del pecado. Por lo que, el sacerdocio aarónico no formaba parte del propósito original de Dios, sino que tuvo que ser añadido posteriormente. Muchos cristianos se han olvidado de las cosas iniciales y se concentran en lo que fue añadido después, pues descuidan el sacerdocio real y prestan sólo atención al sacerdocio aarónico. El sacerdocio aarónico resuelve el problema del pecado, mientras que el sacerdocio real lleva a cabo el propósito eterno de Dios. El sacerdocio aarónico quitó el pecado, y el sacerdocio real trajo a Dios como nuestra gracia.

¿Entonces, para qué es necesario el tercer aspecto del sacerdocio, el sacerdocio divino? Si bien es cierto que el pecado ya fue quitado, este trajo una consecuencia trágica: la muerte. Romanos 5 nos dice que el resultado del pecado es muerte. No debemos pensar de la muerte según nuestra perspectiva humana, la cual es muy estrecha. La Biblia nos muestra que la muerte, en su sentido más amplio, incluye la vanidad, la corrupción, el suspirar, la deterioración y el gemir de la vieja creación. Todas las cosas se encuentran en proceso de descomposición. Uno puede tener un cuerpo fuerte, pero poco después éste comienza a deteriorarse. La vanidad, la corrupción, la esclavitud, todo se deteriora y gime, lo cual se presenta detalladamente en Romanos 8. En Romanos 5, encontramos el pecado y la muerte, mientras que en Romanos 8 se mencionan la vanidad, la corrupción, la esclavitud, la deterioración y el gemir de la vieja creación. El universo entero ha sido contaminado por la muerte, la cual es consecuencia del pecado que entró por medio de Adán, la cabeza de la antigua creación. ¿Cuáles son los efectos producidos por la muerte, la cual a su vez se deriva del pecado? Son la corrupción, la vanidad, la descomposición y el gemir de la vieja creación. Romanos 8:22 dice que toda la creación gime a una. ¿Por qué en la actualidad las personas dependen tanto de los deportes y del entretenimiento? Porque ellas, al igual que el resto de la creación, están enfermas y se encuentran gimiendo de dolor. Todas las personas gimen en su interior. Ellas, procurando escapar de este gemir, salen a bailar o participan de otros entretenimientos mundanos. Todos estos entretenimientos no son más que drogas, que como el opio, les alivia temporalmente el dolor de su enfermedad. En realidad, el opio no los sana, sino que simplemente los dopa. El baile, al igual que todos los deportes y entretenimientos, no son más que estupefacientes. Cuando las personas regresan después de un baile o de eventos deportivos, descubren que en su interior todavía siguen gimiendo, y que lo único que les sucedió es que habían estado drogadas. La educación es otro estupefaciente. Aunque usted obtenga el grado más alto de educación, una vez que se gradúe, dirá: “¿De qué sirve esto?”, y arrojará su diploma a la basura. El gemir es uno de los efectos producidos por la muerte.

Es debido a estos efectos generados por la muerte que necesitamos el sacerdocio divino, el cual está lleno de vida y exento de muerte. Cuando uno visita los hogares de algunos queridos santos de la iglesia, no percibe nada más que vanidad, corrupción, deterioración y el gemir de la vieja creación. Si ésta es la condición de su hogar, eso significa que le hace falta el sacerdocio divino. Cuando el sacerdocio divino de Cristo abunda en su hogar, allí no habrá ninguna muerte sino solamente vida. Allí no habrá vanidad, corrupción, deterioración ni el gemir de la vieja creación. Contrario a lo que piensan muchos cristianos, Hebreos 7:25 no nos dice que Cristo nos salva de asuntos como los juegos de azar, sino principalmente de la corrupción, la vanidad, la deterioración y el gemir de la vieja creación. ¡Oh, cuánto necesitamos ser salvos por completo! Cuando usted venga a mi casa, debe encontrar allí alabanzas, realidad, edificación y crecimiento, en vez de gemidos, vanidad, corrupción o deterioración. Ser salvos por completo significa ser salvos de estos derivados de la muerte. Ésta no es la salvación que nos provee el Salvador, sino la salvación que nos otorga el sacerdocio divino.

La palabra griega traducida “por completo” en 7:25, proviene de la misma palabra griega que se traduce “perfección”. Por lo tanto, ser salvos por completo significa ser salvos hasta ser perfectos. ¿Cuál es el grado de perfección al que nos está salvando Cristo? El mismo grado de perfección que Él alcanzó. Por ende, ser salvos por completo significa alcanzar el mismo grado de perfección que Cristo. El divino Hijo de Dios se encarnó, vivió en la tierra, pasó por la muerte, resucitó y fue plenamente perfeccionado para siempre. Eso significa que en el estado de perfección en que Él se encuentra no existe la vanidad, la corrupción, la esclavitud, la deterioración ni el gemir de la vieja creación. En Cristo, el Hijo de Dios perfeccionado, quien fue resucitado y exaltado, ya no existe más el gemir de la vieja creación. ¿Cree usted que dentro de Él todavía se halla la vanidad, la esclavitud, la corrupción o la deterioración? No, pues Él está completamente exento de estas cosas. La vanidad, la decadencia, la esclavitud, la corrupción y el gemir, son todos productos de la muerte. Cristo, quien ha sido perfeccionado, es capaz de salvarnos de todos estos efectos de la muerte y conducirnos a Su perfección. En este maravilloso estado de perfección no existe la vanidad, la corrupción, la esclavitud, la deterioración ni el gemir de la vieja creación. En esto consiste ser salvos por completo, ser salvos hasta la perfección. Esta es la salvación que nos brinda el sacerdocio divino de Cristo.

Cuando Cristo estuvo en la tierra, Él resolvió el problema del pecado y de la muerte. Como vimos en el mensaje treinta y uno, la obra de Cristo tipificada por el sacerdocio aarónico se encontraba en la “planta baja”, mientras que el ministerio de Su sacerdocio real, está en “el segundo piso”, es decir en un plano más elevado. Ahora nos encontramos en el segundo piso disfrutando de Su sacerdocio real. El sacerdocio real no tiene como fin solucionar el problema del pecado. El pecado ya fue quitado, y no se necesita más la ofrenda por el pecado. Esto es lo que quiere decir Hebreos 10:26 cuando dice que “ya no queda sacrificio [...] por los pecados”. Aquí, en el segundo piso, estamos disfrutando del sacerdocio real de Cristo, en el cual Él nos ministra a Dios como nuestro deleite para nuestra diaria provisión.

Mientras disfrutamos a Dios quien se suministra a nosotros como Aquel que pasó por un proceso, participamos del sacerdocio divino que reduce, elimina y absorbe todos los efectos producidos por la muerte, como son la vanidad, la corrupción, la esclavitud, la deterioración y el gemir de la vieja creación. Día a día dentro de nosotros se está reduciendo y está siendo absorbida la vanidad y el gemir, y cuanto más participamos del sacerdocio divino de Cristo, menos gemimos. Cuanto más disfrutamos de Su sacerdocio divino, menos suspiramos; en lugar de lamentarnos, damos gritos de júbilo. Lo que más se destaca en algunas reuniones cristianas son los suspiros pues, lo único que uno oye en tales reuniones son suspiros. Pero, cuando entramos a la vida de iglesia y empezamos a decir “Amén”, algunos nos dijeron: “No alcen tanto la voz para decir amén ni griten aleluyas; más bien mantengan un buen orden”. Aquellos que suspiran en sus reuniones todo el tiempo no están ni siquiera en la planta baja, sino en el sótano. Nosotros gritamos en nuestras reuniones porque hemos ascendido al segundo piso. Cuanto más disfrutemos del sacerdocio divino de Cristo, menos suspiraremos y más gritos de júbilo daremos.

Para muchos cristianos solamente existe el sacerdocio aarónico. Cuando predican el evangelio solo se quedan en el nivel del sacerdocio aarónico. ¡Alabado sea el Señor porque ya hemos ascendido al nivel del sacerdocio real y divino de Cristo! El sacerdocio divino está constituido de la vida indestructible. Es por eso que es capaz de salvarnos completamente de todos los efectos producidos por la muerte y llevarnos a la perfección de Cristo.

De acuerdo con Romanos 8, el último paso de la obra que Dios realiza en nosotros es la glorificación. ¿Qué significa ser glorificado? Significa ser completamente saturado del sacerdocio divino. Cuando seamos plenamente saturados del sacerdocio divino, habremos sido glorificados. Ser glorificado también significa ser librado de la vanidad, la corrupción, la esclavitud, la decadencia y el gemir de la vieja creación. Esto es exactamente lo que significa la glorificación mencionada en Romanos 8: la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo. La redención de nuestro cuerpo es la transfiguración que rescata nuestro cuerpo de la vanidad, la corrupción y la deterioración de la vieja creación, y lo lleva a un estado en el que es completamente saturado del sacerdocio divino. Así será nuestra glorificación. El sacerdocio aarónico se encuentra en Romanos 3 y 4, el sacerdocio real se halla en Romanos 6 y en la primera mitad de Romanos 8, y el sacerdocio divino lo hallamos desde la segunda mitad hasta el final del capítulo ocho. Hebreos 7 no corresponde a los capítulos tres y cuatro de Romanos, sino a Romanos 6 y a la primera parte de Romanos 8, y finalmente concuerda perfectamente con la segunda mitad de Romanos 8, que trata de la glorificación y de nuestra liberación —de la vanidad, corrupción, esclavitud y deterioración—, que nos conduce a la libertad de la gloria.

Ahora estamos en camino a esta perfección, es decir, nos hallamos en un proceso de perfeccionamiento. Cristo, nuestro Precursor, ya entró en el estado de perfeccionamiento pleno, y nosotros también seremos llevados allí. Seremos salvos por completo. Ser salvos por completo equivale a ser introducidos a la perfección completa de Cristo, donde la vanidad, la corrupción, la esclavitud, la decadencia, el gemir y el suspirar de la vieja creación no tienen cabida. Es así como nos salva el ministerio del sacerdocio divino. Cuando lleguemos a Hebreos 8, veremos que allí se nos presenta a éste ministerio como el más excelente. El ministerio más excelente es el ministerio del sacerdocio real y del sacerdocio divino.

La meta del sacerdocio real es la edificación de Dios. Según Zacarías 6:12-13, Cristo, nuestro real Sacerdote, combina el reinado con el sacerdocio con el propósito de edificar el templo del Señor. Por lo tanto, la meta del sacerdocio real es la edificación de la iglesia, ya que este sacerdocio es el que conserva un buen orden donde puede haber justicia y paz. Este orden de justicia y paz da la oportunidad para que la obra de edificación que Dios realiza siga adelante. Mientras se lleva a cabo el ministerio del sacerdocio real, el sacerdocio divino, el cual está constituido con el elemento de la vida indestructible, se introduce para reducir todos los efectos secundarios producidos por la muerte. Ahora debemos ver en qué consiste esta vida indestructible, el elemento del sacerdocio divino.


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