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Estudio-vida de Númerospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6614-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 53 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE NÚMEROS

MENSAJE NUEVE

CONFORMAN UN EJÉRCITO

(8)

Lectura bíblica: Nm. 6:6-12

En este mensaje continuaremos considerando el tema de ser santificados como nazareos, lo cual se abarca en el capítulo 6 de Números.

E. No toca nada muerto a fin de no contaminarse

En el mensaje anterior vimos que para ser santificados como nazareos, en primer lugar, uno no debía ser participe de ningún placer terrenal (representado por el vino, vs. 3-4) y, en segundo lugar, uno debía permanecer sujeto a la autoridad de Dios como cabeza (representado por el hecho de no afeitarse la cabeza, v. 5). Ahora necesitamos ver que un nazareo no debía tocar nada muerto a fin de no contaminarse. A los ojos de Dios, lo más aborrecible es la muerte, y un nazareo no debía contaminarse con ella.

1. No se contamina por la muerte
de sus padres consanguíneos,
sino que se mantiene apartado
a fin de ser santo para Dios

Un nazareo no debía ser contaminado por la muerte de sus padres consanguíneos, los parientes más cercanos a él, sino que debía mantenerse apartado a fin de ser santo para Dios (vs. 6-8). Al nazareo no le era permitido contaminarse ni siquiera por la muerte de su padre o su madre. Esto significa que no debemos contaminarnos con la muerte que proviene del afecto natural, sino mantenernos limpios en nuestra santificación. El nazareo debía permanecer completamente santificado, separado para Dios de todas las cosas, y debía siempre asirse a Dios.

El nazareo debía abstenerse de los placeres terrenales y no debía contaminarse con la muerte que proviene del afecto natural. Los placeres tienen que ver con el disfrute, y el afecto natural tiene que ver con el amor. Para evitar ser contaminado, el nazareo tenía que guardarse de los placeres terrenales y del afecto natural.

2. Si es contaminado por la muerte repentina
de alguien a su lado, se lava al séptimo día

Si su cabeza de nazareo era contaminada por la muerte repentina de alguien a su lado, el nazareo debía ser lavado al séptimo día (el último día de su separación, Hch. 21:27) afeitándose la cabeza (Nm. 6:9-12). Esto indica que si somos contaminados por alguna muerte inesperada, debemos ser lavados apartándonos nuevamente para el Señor.

Desde una perspectiva humana, el nazareo no tendría ninguna culpa si alguien que está junto a él muere repentinamente. Sin embargo, esa muerte repentina contaminaría al nazareo, y el nazareo cargaba con la responsabilidad de esa contaminación. Hoy en día vivimos con otras personas, y no podemos predecir cuándo, en un sentido espiritual, alguien morirá a nuestro lado. Si nos contaminamos a causa de una muerte súbita, debemos tener un nuevo comienzo. Debemos purificarnos apartándonos de nuevo para el Señor.

Nosotros no alcanzamos a darnos cuenta de cuán sucia y contaminante es la muerte. Por lo general, consideramos que el pecado es muy contaminante; no obstante, Dios detesta la muerte mucho más que el pecado. En la vida de iglesia, el pecado a veces se introduce para contaminar a la iglesia y causar daño a los santos, pero lo que nos contamina con más frecuencia es la muerte. La muerte está oculta. Muchas veces la muerte está justo a nuestro lado, pero como no nos percatamos de ella ni la percibimos, terminamos siendo contaminados por ella.

¿Cómo sabemos que hemos sido contaminados por la muerte? Lo sabemos porque tenemos una sensación, o sentir, de muerte. El pecado trae condenación, lo cual afecta nuestra conciencia. Pero la muerte no tiene que ver con la condenación, es decir, no afecta nuestra conciencia; más bien, la muerte nos hace perder la sensibilidad y nos mata.

A menudo, cuando usted asiste a una reunión, recibe una suministración de vida y es avivado. Sin embargo, en algunas ocasiones, al llegar a casa después de una reunión usted siente que ha caído en muerte, pero no sabe por qué. Aunque no siente ninguna condenación en su conciencia, percibe que algo en su interior le infunde muerte y lo mata. Su espíritu se debilita y se embota. Usted se siente desanimado e incapaz de levantarse, y pasan varios días sin que pueda orar. Tal vez no lo sepa, pero en aquella reunión usted recibió un elemento que le produjo muerte; cierta especie de muerte lo mató. Todos hemos tenido esta clase de experiencia.

Como personas que vivimos absoluta y exclusivamente entregados a Dios, debemos guardarnos de los placeres terrenales y de ser afectados por la muerte. Es fácil abstenernos de los placeres terrenales, pero no es fácil percibir que estamos cerca de alguien que está muerto espiritualmente. Sin embargo, si vivimos en el Espíritu en todo sentido, al venir a la reunión de inmediato tendremos la sensación de que allí hay muerte. Tal vez no sólo percibamos que la atmósfera de la reunión está baja y que hay pesadez, sino también que en la reunión hay muerte, la cual se oculta detrás de lo que se ve. En momentos como éstos, debemos orar mucho para contrarrestar dicha situación de muerte, diciendo: “Señor, cúbreme con Tu sangre de todo efecto mortal, de toda muerte espiritual”. Debemos pelear contra la muerte.

En mi ciudad natal, cuando empezamos a practicar la vida de iglesia sentíamos que estábamos en la etapa de luna de miel. Todo era nuevo y fresco, y prácticamente no se percibía muerte alguna. Aproximadamente un año después, dejé mi trabajo para servir a tiempo completo y me mudé a Shanghái para estar con el hermano Nee en la iglesia allí. La iglesia en Shanghái tenía bastante historia y había pasado por muchas dificultades. Debido a ello, la iglesia se encontraba en una condición de vejez. A pesar de que me encontraba en el centro de la obra y fácilmente podía enterarme de los problemas que allí había, aprendí que lo mejor era no estar enterado de nada, porque cuanto más uno se entera de las cosas, más muerte experimenta. (La mayor parte de las conversaciones en la vida de iglesia no tienen que ver con cosas pecaminosas, sino con la muerte). En algunas de las reuniones era avivado, pero en otras me sentía muerto. Al parecer, cuanto más tiempo permanecía sentado en esa reunión, más muerto me sentía. Quería orar, pero no podía expresar nada en oración. Me encontraba bajo el efecto de la muerte, y mi espíritu no podía levantarse.

Algún tiempo después, al hablar con algunos hermanos de más edad y experiencia, pude aprender una lección. Al venir a una reunión, uno debe percibir si hay muerte en ella. Uno no debe hacer esto a propósito, como si asistiera en calidad de inspector; por el contrario, debemos ser personas capaces de percibir si hay muerte presente en la reunión. Si la muerte está presente, entonces debemos ser los primeros en orar, diciendo: “Señor, cubre esta reunión con Tu sangre prevaleciente. Bajo esta sangre participamos de la vida divina”. Ejercite su espíritu de una manera poderosa para combatir contra la muerte que hay en la reunión. Entonces, mientras esté en dicha reunión será protegido. Esto forma parte de la guerra espiritual.

Las iglesias de los Estados Unidos tienen un pasado y una historia bastante extensos. Debido al pasado y a la situación actual, hay muchos elementos que han traído muerte. Creo que a esto se debe que la asistencia a la reunión de oración haya disminuido en muchas iglesias. La muerte oculta puede hacer que la reunión de oración caiga en un estado de aletargamiento. Por tanto, debemos pelear contra la muerte y todos sus efectos.

Como nazareos, debemos aprender a evadir la muerte. Es fácil evadir el efecto provocado por la muerte de un familiar, pues esa clase de muerte es obvia. Sin embargo, no es fácil evadir la muerte súbita de alguien que está cerca de nosotros, ya que esa clase de muerte a menudo está oculta. Por consiguiente, debemos ser personas llenas de vida, la cual es “anti-muerte”. Esto dependerá de cuánto ejercitemos nuestro espíritu para orar, no de una manera general sino con oraciones que combatan contra el enemigo.

El pecado proviene de Satanás (Jn. 8:44), quien también es el origen de la muerte (He. 2:14). En el árbol del conocimiento del bien y del mal se encuentra el mal; sin embargo, el resultado de participar de este árbol no es el mal, sino la muerte. Cuando comemos del árbol de la vida, el resultado es la vida. En la vida de iglesia debemos combatir continuamente contra la muerte. Por ejemplo, si en la reunión de oración la muerte nos dificulta que oremos, debemos combatir contra la muerte y sus efectos.

Como nazareos, debemos abstenernos de los placeres terrenales, permanecer sujetos a la autoridad del Señor como cabeza y aprender a pelear contra la muerte. La muerte se encuentra en todas partes. En la sociedad abundan los gérmenes de la muerte. Debido a que estos gérmenes se encuentran incluso en la vida de iglesia, debemos orar cada día, a cada hora, y combatir contra la muerte, el último enemigo de Dios (1 Co. 15:26).

No debemos pensar que los nazareos no combaten. Los nazareos son contados como parte del ejército de Dios. Ellos son personas que están muy alertas, personas llenas de sensibilidad que combaten contra la muerte. En cada iglesia se necesita que haya personas capaces de percibir la muerte, de percatarse de ella, a fin de poder combatir contra ella.


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