Información del libro

Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 52 de 69 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE CINCUENTA Y DOS

MIRAD BIEN QUE NINGUNO CAIGA DE LA GRACIA

En el capítulo 12 encontramos la quinta y última advertencia del libro de Hebreos. Este libro fue escrito de una manera muy particular. Principalmente nos presenta cinco enseñanzas, y cada una de ellas contiene una advertencia. Tres de estas advertencias vienen después de la enseñanza (3:7—4:13; 10:19-39; 12:1-29), y dos de ellas están en medio de la enseñanza (2:1-4; 5:11—6:20). Todo el capítulo doce es en sí una advertencia que viene después de la enseñanza presentada en el capítulo once. En esta advertencia se nos exhorta a correr la carrera y a no caer de la gracia. Para correr la carrera se requiere la gracia, y la gracia es suficiente para correr la carrera.

Antes de abordar lo que significa caer de la gracia, quisiera añadir algo más concerniente a la carrera. En los capítulos 10 y 12 encontramos tres términos que son sinónimos. En 10:20 tenemos el “camino nuevo y vivo”, y en 12:1 se menciona la carrera. Como hemos visto, la carrera es el camino en el que estamos corriendo. Si sólo vamos caminando, el camino sigue siendo un camino, pero una vez que empezamos a correr, el camino se convierte para nosotros en una carrera. El tercero de estos términos es “sendas” (12:13). De manera que el camino vivo, la carrera y las sendas, todos se refieren a lo mismo. El camino por el que andamos es la carrera que corremos, y la carrera se refiere a las sendas. Ya sea que hablemos de la carrera, el camino o las sendas, el significado es el mismo.

Tal vez usted se pregunte por qué el camino y la carrera están en singular, mientras que las sendas están en plural. En realidad, esto es como una autopista que tiene varias secciones Las distintas secciones son las muchas sendas.

El camino mencionado en 10:20 es el camino que nos conduce al Lugar Santísimo, y la carrera mencionada en 12:1 tiene como finalidad llegar a la meta y obtener el premio. En 12:13 vemos que en esta autopista que nos lleva hacia el Lugar Santísimo y hacia la meta de Dios, están las sendas, y que dichas sendas deben ser derechas, sin ninguna curva. Algunos cristianos tienen tobillos débiles, y si el camino no es recto, caerán. Por lo tanto, debemos hacer sendas derechas para que sus tobillos no se disloquen ni se tuerzan, sino que sean sanados.

Permanecer en el Lugar Santísimo equivale a continuar en la carrera. Conforme a nuestra experiencia, cada vez que en nuestros pensamientos comenzamos a transigir en algo, sentimos muy dentro de nuestro espíritu que nos hemos alejado de la presencia de Dios y que no estamos más en el Lugar Santísimo. En esos momentos, el camino por el cual tenemos contacto con Dios deja de ser recto, y comienzan las curvas. Todas estas curvas nos alejan del Lugar Santísimo, del Arca del Testimonio, del maná escondido, de la vara que reverdeció y de las tablas del testimonio. Aunque al principio sólo estemos un poco alejados del Lugar Santísimo, con el tiempo descubriremos que nos hemos alejado demasiado.

Nuestra carrera finalmente debe continuar en el Lugar Santísimo. Si en nuestra carrera únicamente vamos corriendo por el atrio exterior, eso significa que somos muy superficiales. Tenemos que correr la carrera en el Lugar Santísimo. Tal vez piense que el Lugar Santísimo es un área demasiado pequeña para correr una carrera. Es cierto que el Lugar Santísimo en el tabernáculo era un cubo de apenas diez codos de longitud, anchura y altura (Éx. 26:8, 16); en el templo medía veinte codos su longitud, anchura y altura (1 R. 6:20), y finalmente, en la Nueva Jerusalén, medirá doce mil estadios su anchura, longitud y altura (Ap. 21:16). Las dimensiones cúbicas del Lugar Santísimo tanto en el tabernáculo, como en el templo y en la Nueva Jerusalén, representan la perfección del ser eterno de Dios. Desde cualquier perspectiva, Dios es perfecto y completo. Su perfección es eterna e ilimitada.

Cuanto más corremos, más se agranda el Lugar Santísimo; el principio es conforme a las dimensiones del tabernáculo, luego conforme a las medidas del templo y, finalmente, conforme a las medidas de la Nueva Jerusalén. Cuando comenzamos a correr la carrera en el tabernáculo, es sólo una carrera de diez codos. Al seguir corriendo, ésta se convierte en una carrera de veinte codos, conforme al templo, y finalmente, en la Nueva Jerusalén, llega a ser una carrera de doce mil estadios. Cuando corramos la carrera en la eternidad, descubriremos que se extiende eternamente. Esto es muy significativo.

Nunca terminamos de correr la carrera en el Lugar Santísimo. Yo he estado corriendo la carrera por muchos años, y cuanto más corro, más largo, ancho y alto se hace el Lugar Santísimo. Para los jóvenes, el Lugar Santísimo en el que corren tal vez sólo mida diez codos en sus tres dimensiones. Pero después de que corran la carrera por varios años más, llegará a ser mucho más grande. Finalmente, cuando entremos en la eternidad veremos que la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, mide lo mismo en cada uno de sus lados, y que ella misma es el Lugar Santísimo. Hoy seguimos corriendo en el Lugar Santísimo, y las sendas de esta carrera debemos hacerlas derechas. Para hacer sendas derechas requerimos de la gracia. Por lo tanto, debemos correr la carrera y no caer de la gracia, pues sin ella no podremos correr la carrera.


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