Información del libro

Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
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ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE NOVENTA Y CINCO

LA BENDICION

Ya hemos destacado repetidas veces que el libro de Génesis es un libro de semillas. Casi todo lo que contiene es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Lo mismo sucede con la bendición. En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida, examinaremos la bendición sembrada en Génesis y su desarrollo en el Antiguo Testamento y el Nuevo.

I. EL PRINCIPIO DE LA BENDICION

En Hebreos 7:7 dice: “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”. En este versículo vemos que el principio de la bendición consiste en que el mayor bendice al menor. Ser mayor o menor no es esencialmente un asunto de edad. Es un asunto de la medida de Cristo. Somos mayores o menores dependiendo de la medida de Cristo que tengamos. En Mateo 11:11 el Señor dijo: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Aquí el Señor Jesús afirma que Juan el Bautista era mayor que todos los que lo precedieron. No obstante, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. La razón por la cual Juan era mayor que sus predecesores era que él estaba muy cerca de Cristo. Abraham era grande, pero él no vio a Cristo. Juan el Bautista sí lo vio. Sin embargo, aunque Juan estaba muy cerca de Cristo, Cristo no estaba en él. Los que están en el reino de los cielos no solamente están cerca de Cristo, sino que Cristo está en ellos. Por esta razón, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. Los hombres más destacados del Antiguo Testamento podían decir que Cristo estaba por venir, y Juan el Bautista pudo decir que Cristo estaba delante de él. No obstante, todos los que estamos en el reino de los cielos afirmamos que Cristo está dentro de nosotros. Aún podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Por consiguiente, estamos más cerca de Cristo que Juan el Bautista y que todos los que lo precedieron.

Lo grande o lo pequeño que seamos depende de la medida de Cristo que tengamos. Si usted tiene más de Cristo, es mayor; si tiene menos de Cristo, es menor. Si, por tener más de Cristo, somos mayores que los demás, entonces estamos facultados para bendecirlos; pues el mayor siempre bendice al menor. La razón es sencilla: el mayor tiene una medida de Cristo tan considerable que puede dar a los demás. Si usted es mayor que yo, significa que tiene una porción más grande de Cristo que yo. En este caso, usted tiene algo más de Cristo que ministrarme. Bendecir a los demás significa ministrarles a Cristo. Los que tienen una pequeña medida de Cristo necesitan la bendición de los que tienen una medida más grande. Los bendecimos con el Cristo de quien participamos y a quien disfrutamos. Si disfrutamos más a Cristo, entonces tenemos más de Cristo para ministrar a los demás. Ministrar así a Cristo es una bendición.

II. EL SIGNIFICADO DE LA BENDICION

Resulta bastante difícil dar una definición adecuada de la bendición. Hace años sólo podía decir que la bendición pide o desea el bien para los demás. Pero después de varios años de experiencia, puedo decir que la bendición es la superabundancia que se recibe de Dios por la madurez en vida de alguien. Dios no puede fluir hacia los demás sin un canal humano. Si Cristo jamás se hubiese encarnado, Dios no habría podido fluir en el hombre, porque no habría habido ningún canal. El fluir de Dios necesita la humanidad como canal. La única humanidad que Dios puede usar como canal es la que está saturada y empapada de El. Por esta razón, Jacob no bendijo a nadie hasta que llegó a la madurez. Jacob no bendijo a Labán ni a Esaú. Aun cuando vio a su hermano después de estar veinte años con Labán, no lo bendijo. Fue sólo cuando bajó a Egipto que bendijo al faraón, el principal gobernante de la tierra (47:7, 10). Para entonces, Jacob estaba lleno de Dios. Mediante la bendición que dio Jacob al faraón, la bendición de Dios se derramó hasta llegar al faraón.

Un niño de dos años de edad no puede bendecir a nadie; pero un niño de siete u ocho años puede bendecir en cierta medida. Esto muestra el hecho de que bendecir a los demás depende de nuestra madurez en vida. La madurez en vida es un asunto de estar llenos de Dios. Cuando usted está lleno de Dios, rebosa de El, y por tanto, puede bendecir a todos los que se encuentre. Hace años, yo no podía decir esto acerca de la bendición. Esta comprensión de la bendición no viene de la lectura de libros, sino únicamente de la experiencia.


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