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Estudio-vida de 1 y 2 Pedropor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2858-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 36 de 47 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 2 PEDRO

MENSAJE DOS

LA PROVISIÓN DIVINA

(2)

Lectura bíblica: 2 P. 1:1-4

En el mensaje anterior empezamos a hablar sobre 2 Pedro 1:1-4. Prestamos especial atención a las palabras asignado y justicia de 1:1. Examinemos ahora lo que significa la fe en este versículo.

LA FE: LO QUE DA SUSTANTIVIDAD
A LA SUSTANCIA DE LA VERDAD

La fe es lo que da sustantividad a la sustancia de la verdad (He. 11:1), la cual es la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. El contenido de la economía neotestamentaria de Dios consiste en “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” (2 P. 1:3), es decir, en el Dios Triuno que se imparte en nosotros como vida internamente y como piedad externamente. La fe preciosa que Dios nos asignó por medio de la palabra de Su economía neotestamentaria y del Espíritu, responde a la realidad de este contenido y nos conduce a dicha realidad, de modo que su sustancia llega a ser el elemento mismo de nuestra vida y experiencia cristianas. Tal fe les es asignada como porción a todos los creyentes en Cristo, la cual es igualmente preciosa para todos los que la reciben. Como tal porción, esta fe es objetiva para nosotros en la verdad divina. Sin embargo, ella introduce en nosotros el contenido de aquello a lo cual da sustantividad, de manera que el contenido, junto con la fe misma, llegan a ser subjetivos para nosotros en nuestra experiencia. Esto puede compararse con el paisaje (la verdad) y el acto de ver (la fe), los cuales son objetivos para la cámara (nosotros). Pero cuando la luz (el Espíritu) imprime el paisaje en la película (nuestro espíritu), que está en la cámara, tanto el acto de ver como el paisaje llegan a ser subjetivos para la cámara.

Hemos señalado que la fe es lo que da sustantividad a la sustancia de la verdad. Tomemos como ejemplo la manera en que una persona ciega da sustantividad a una mesa de madera usando el sentido del tacto. Aunque la mesa de madera es un cuerpo sólido, el ciego no puede verla. Pero al tocarla con su mano, él puede darle sustantividad. De este modo él percibe la mesa de madera como un objeto real. Por consiguiente, al tocarla le da sustantividad, y al darle sustantividad él percibe la mesa como un objeto real. Este ejemplo puede ayudarnos a entender la manera en que la fe da sustantividad a la sustancia de la verdad.

La herencia neotestamentaria que Dios nos ha legado contiene muchas riquezas, muchas bendiciones. Sin embargo, nuestra mentalidad natural está ciega a todas estas riquezas y bendiciones. Por tanto, Dios nos diría: “Ejercita tu fe. Es con ella que puedes dar sustantividad a todas Mis bendiciones neotestamentarias”. La realidad o sustancia de las bendiciones neotestamentarias que Dios nos ha dado es la verdad misma. De hecho, la fe es lo que da sustantividad a la realidad de la sustancia de la verdad, y la verdad en sí es el contenido de la economía neotestamentaria de Dios.

Muchos de nosotros estamos familiarizados con la frase la economía de Dios. La palabra griega traducida “economía” es oikonomía, que significa “administración doméstica”, “un arreglo familiar”, y por ende, “plan”. La economía de Dios, el plan de Dios, consiste en impartirse a Sí mismo en nosotros. De ahí que la meta de la economía neotestamentaria de Dios es que Dios mismo se imparta en el hombre. Esta economía tiene un contenido, y dicho contenido posee una realidad, la cual es la verdad revelada en la Biblia. La Biblia no es simplemente un libro de doctrinas, sino una revelación de la verdad, que es la realidad del contenido de la economía de Dios. Esta realidad tiene una sustancia, y lo único que puede darle sustantividad a esta sustancia es la fe. Así, pues, vemos una vez más que la fe es lo que da sustantividad a la sustancia de la realidad de la economía neotestamentaria.

El contenido de la economía neotestamentaria de Dios consiste en “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” (1:3). Hemos visto que tales cosas en realidad son el Dios Triuno que se imparte a nosotros como nuestra vida interna y nuestra piedad externa. En el Estudio-vida de 1 Timoteo hicimos notar que la fe es el contenido del evangelio completo según la economía neotestamentaria de Dios. Así que esta fe es objetiva, según se menciona en 1 Timoteo 1:19; 2:7; 3:9; 4:1, 6; 5:8; 6:10, 12, 21; 2 Timoteo 2:18; 3:8; 4:7; y Tito 1:13. La verdad es la realidad del contenido de la fe, según se menciona en 1 Timoteo 2:4, 7; 3:15; 4:3; 6:5; 2 Timoteo 2:15, 18, 25; 3:7, 8; 4:4; Tito 1:1 y 14. La piedad es un vivir que es la expresión de Dios, lo cual se menciona en 1 Timoteo 2:2, 10 (reverencia a Dios); 3:16; 4:7, 8; 5:4 (respetuosos); 6:3, 5, 6, 11; 2 Timoteo 3:5, 12 (piadosamente); Tito 1:1 y 2:12 (piadosamente). La fe equivale al contenido de la economía, la dispensación, de Dios. La verdad es el contenido, la realidad, de la fe conforme a la economía de Dios. La vida eterna es el medio y el poder para llevar a cabo las realidades divinas de la fe, y la piedad es el vivir que expresa la realidad divina, una expresión de Dios en todas Sus riquezas. La fe subjetiva es la respuesta a la verdad de la fe objetiva; tal fe recibe las realidades divinas y participa de ellas.

La fe preciosa que Dios nos ha asignado por medio de la palabra de la economía neotestamentaria de Dios y del Espíritu, responde a la realidad de tal contenido y nos conduce a dicha realidad. Tal fe hace que la sustancia de la economía de Dios llegue a ser el elemento de nuestra vida y nuestra experiencia cristianas. Ésta es la fe que ha sido asignada como porción a todos los creyentes en Cristo. Esta fe es objetiva para nosotros en la verdad divina, pero nos trasmite el contenido de aquello a lo cual da sustantividad. Así, pues, la acción de dar sustantividad es la fe, y esta fe nos trasmite todo aquello a lo cual da sustantividad. De este modo, la fe hace que todas las cosas a las cuales da sustantividad sean subjetivas para nosotros y podamos experimentarlas.

Usemos la cámara como ejemplo. Supongamos que usted desea fotografiar cierto paisaje. El paisaje corresponde a la verdad, y el hecho de ver dicho paisaje corresponde a la fe. Tanto el paisaje como el acto de ver son objetivos con relación a la cámara, porque ninguno de los dos ha entrado en ella. Sin embargo, la luz hace posible que el paisaje quede impreso en la película. La luz corresponde al Espíritu, y la película corresponde a nuestro espíritu. Así, tanto el acto de ver como el paisaje entran en la cámara y llegan a ser subjetivos con respecto a ella. Con el “clic” de la cámara la luz penetra dentro de ella y deja impreso el paisaje en la película. Nosotros somos la “cámara”, y nuestro espíritu es la “película”. De este modo, el paisaje y la acción de ver llegan a ser subjetivos para nosotros. Esto es la fe.

La fe incluye todos los elementos del “paisaje” de la herencia neotestamentaria, conforme a la economía neotestamentaria. En el Nuevo Testamento podemos ver un cuadro completo de este paisaje. No obstante, este paisaje se halla fuera de nosotros. ¿Cómo puede entrar en nosotros? Entra cuando nosotros lo vemos y también por medio de la obra del Espíritu. Ésta fue la experiencia que tuvimos cuando fuimos salvos y regenerados. Nosotros escuchamos la predicación del evangelio, el obturador de la cámara hizo “clic”, y la luz entró en nosotros. Como resultado, el paisaje divino quedó impreso en nuestro espíritu.

A veces predicamos el evangelio a las personas, y ellas no experimentan este “clic”. Mientras les predicamos, quizás algunos digan para sus adentros: “No estoy de acuerdo con lo que usted dice”. Otros tal vez nos digan: “No me interesa”, y otros quizás respondan: “Éste debe de estar loco. ¿De qué estará hablando?”. Asi que no encontramos ninguna respuesta positiva. Pero tarde o temprano, por la misericordia del Señor, la luz divina y el paisaje divino entrarán en algunas personas. El paisaje entonces quedará impreso en la película y jamás se borrará. Aun si tratáramos de cambiar de parecer, no podríamos borrar el paisaje que ha quedado impreso en la “película” de nuestro espíritu.

Muchos de nosotros podemos testificar que llegamos a creer en el Señor aparentemente sin motivo alguno. Al escuchar la predicación del evangelio, algo hizo “clic” dentro de nosotros, y espontáneamente creímos en el Señor. Es posible que anteriormente hubiéramos disputado acerca de Dios y de Cristo. Tal vez dijimos: “¿Será que de veras existe Dios? Quizás sí exista un Dios, pero ¿cómo puede Jesús de Nazaret ser Dios en la carne? No creo que el hombre Jesús sea Dios”. Sin embargo, en cuanto experimentamos ese “clic”, automáticamente comenzamos a creer que Jesús es el Hijo de Dios. Entonces pudimos confesar: “No sé por qué, pero ahora creo que Jesús es Dios. ¡Aleluya, Jesucristo es mi Dios! ¡Alabado sea el Señor!”.

Muchos de nosotros podemos testificar que hemos tenido este tipo de experiencia. En un momento dado hubo un “clic” dentro de nosotros, y en ese instante entró en nosotros la fe preciosa que Dios nos asignó. A partir de entonces pudimos tener fe en el Señor.

Yo experimenté este “clic” de la fe cuando fui salvo y regenerado. Aunque nací en el cristianismo, no experimenté la salvación sino hasta que tuve diecinueve años. Una tarde, sólo por curiosidad, fui a escuchar a una joven predicar el evangelio. Mientras ella hablaba, experimenté un “clic” tras otro. Ese mismo día fui salvo de una manera dinámica y definitiva.

Todos nosotros hemos tenido la experiencia de que el paisaje divino se imprima en la película de nuestro espíritu por medio del “clic” de la cámara. Tal vez esto varíe en cuanto a grado, pero en esencia es lo mismo. Todos hemos experimentado ese casi imperceptible “clic”, y ahora todos poseemos la misma fe preciosa.

Esta fe es la verdadera porción que Dios nos ha asignado. Es la realidad de la economía neotestamentaria que nos fue asignada en la esfera de la justicia de Dios y mediante ella, la justicia que es también la justicia de nuestro Salvador Jesucristo. Esta justicia doble —la justicia de Dios y de Cristo—, es la esfera en la cual y el medio por el cual se nos ha asignado la porción neotestamentaria.


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