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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 176 de 185 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE CIENTO SETENTA Y SEIS

COMPAÑERO DE DIOS
(1)

Lectura bíblica: Ex. 32:30-33:23

En este mensaje, llegamos al relato de un asunto muy particular, un relato que revela que Moisés era compañero de Dios (32:30-33:23).

SE NECESITABA UN MEDIADOR

El becerro de oro fue un golpe muy duro para Dios y para Moisés. Antes del becerro, todo estaba tranquilo. Moisés se encontraba en la cumbre del monte con el Señor, y el Señor le reveló el diseño del tabernáculo, su mobiliario y utensilios. Sin duda, Dios y Moisés estaban muy contentos. No obstante, al final de los cuarenta días que Moisés pasó en el monte con Dios, los hijos de Israel cometieron una maldad al hacer un becerro de oro y al adorarlo. Así quebrantaron los cuatro primeros mandamientos.

La adoración del becerro de oro causó un problema grave. ¿Qué debería hacer Dios? ¿Podría abandonar a los hijos de Israel? ¿Debía abandonar el propósito por el cual los sacó de Egipto? Por supuesto Dios no podía hacer eso. Si usted hubiera sacado a más de dos millones de gente fuera de Egipto, no por sus propias ganas, sino conforme a la promesa que usted hizo, ¿podría usted abandonarlos? ¡Por supuesto que no! Dios liberó a los hijos de Israel para cumplir la promesa que El hizo a Abrahán, Isaac y Jacob. Dios sacó al pueblo de Egipto, lo condujo a través del desierto, y los llevó al monte Sinaí, donde El les dio entrenamiento. De repente, los hijos de Israel cometieron la maldad de adorar al becerro de oro. Esto fue una sorpresa, y causó a Dios un grave problema. ¿Qué debía hacer El? En principio, podemos tener la seguridad de que Dios no abandonaría a Su pueblo ni a Su proyecto con ellos. Por el contrario, El seguiría con ellos. ¿Pero cómo podría El seguir adelante con los hijos de Israel en esta situación?

El problema que Dios enfrentó con Su pueblo lo podemos comparar a ciertos problemas que existen entre marido y esposa ó entre padres e hijos. Una esposa puede causar un grave problema a su esposo, y los hijos hacer lo mismo con sus padres, pero el marido no puede abandonar a la esposa, ni los padres a sus hijos. Debe haber una manera para que sigan adelante juntos. Del mismo modo, Dios tuvo que encontrar la manera de seguir con Su pueblo. El necesitaba salir del problema que ello causaron.

Dios encontró una salida por medio de Moisés como intermediario, mediador. Esta posición de intermediario entre Dios y los hijos de Israel requería que Moisés estuviese íntimamente relacionado con ambas partes. Moisés fue el único en reunir los requisitos para ser mediador. El no tenía nada que ver con la adoración del becerro de oro. Se mantuvo alejado de esta maldad y fue preservado en presencia de Dios. Por consiguiente, él era la única persona pura entre el pueblo de Dios. Además Moisés era muy allegado a Dios. Como lo veremos, la manera en que Moisés expresa su súplica a Dios indica que disfrutaba de una relación íntima con El.

Yo creo que en lo profundo de Su corazón, Dios anhelaba que Moisés se presentaba como mediador entre El y el pueblo. Dios deseaba que Moisés le proporcionara una salida al problema. Sin un intermediario con capacidad de hablar íntimamente con Dios, El no hubiera arreglado una solución a este problema. Sin duda, Dios deseaba ser apaciguado. En Exodo 32:30, Moisés indica que se necesitaba una expiación: “Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá pueda obtener la expiación de vuestro pecado” (hebreo).

Los hijos de Israel ofendieron gravemente a Dios. Lo que hicieron era imperdonable. No se trataba de alguna equivocación; hicieron un ídolo y lo adoraron como si fuese Dios. Usaron el nombre del Señor en vano. Así ofendieron a Dios a lo sumo, y es como si no le hubieran dejado a Dios ningún terreno para perdonarlos. Aparentemente Dios se quedaba sin imposibilidad de intervenir, de perdonar esta ofensa o de decir algo al pueblo. Aparentemente lo único que El podía hacer era destruir a los hijos de Israel. Por consiguiente, se necesitaba un intermediario, un mediador, ¡Qué bueno que Moisés estuvo allí como mediador entre Dios y los hijo de Israel!


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