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Estudio-vida de Númerospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6614-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 53 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE NÚMEROS

MENSAJE ONCE

CONFORMAN UN EJÉRCITO

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Lectura bíblica: Nm. 6:22-27; 2 Co. 13:14

En este mensaje llegamos a una maravillosa sección del libro de Números: 6:22-27. Estos versículos abarcan el tema de ser bendecidos por Dios en Su Trinidad Divina.

VIII. BENDECIDOS POR DIOS

Esta sección, que abarca el tema de ser bendecidos, viene después que hemos tomado medidas con respecto a la contaminación, después que nuestra castidad ha sido puesta a prueba y después que hemos hecho el voto nazareo. Estas tres cosas, de hecho, constituyen tres pasos. Primero, debemos deshacernos de todo aquello que nos contamina; luego, debemos someternos a la prueba relacionada con una sospecha; y después, debemos consagrarnos al Señor haciendo el voto nazareo.

Si dedicamos tiempo para considerar estos tres pasos, nos daremos cuenta de que servir al Señor y combatir por Su reino no son asuntos superficiales, insignificantes ni triviales; al contrario, son asuntos muy profundos, elevados y significativos. Tenemos que alcanzar el nivel de un nazareo, de alguien que vence en cuanto al afecto natural, los placeres terrenales, la rebelión y la muerte súbita. Si vencemos en estas cuatro cosas y nos mantenemos lejos de ellas, estaremos en la posición adecuada para recibir a Dios mismo como nuestra bendición.

A. Bendecidos por Dios en Su Trinidad Divina

Después del relato del voto nazareo, el Señor habló a Moisés para que les dijera a Aarón y a sus hijos —todos los sacerdotes, que tenían una relación muy estrecha con Él— que bendijeran a Su pueblo conforme a Su Trinidad Divina. Jehová es el Dios Triuno. Como Dios Triuno, Él se imparte a Sí mismo en nosotros en Su divinidad y en Su Trinidad Divina. Si no fuera triuno, Dios no podría impartirse en Sus escogidos para ser la bendición de ellos. De hecho, esta bendición es Dios mismo impartido en Su pueblo escogido. Aunque Dios desea bendecir a Sus escogidos de esta manera, ellos deben ascender a una norma que corresponda con Su bendición.

La bendición única en todo el universo es Dios mismo. Aparte de Dios, todo es vanidad. El universo entero fue creado por Dios; pero sin Dios, aparte de Dios, aun el universo creado por Él es vanidad. La existencia del universo constituye un gran milagro, pero sin Dios, la milagrosa existencia del universo es vanidad. Sin Dios, todo es “vanidad de vanidades” (Ec. 1:2). Sólo Dios es real. Únicamente Él es la verdadera bendición para nosotros. Si ganáramos todo el universo y no obtuviéramos a Dios, seríamos las personas más miserables. En la historia abundan los casos de personas que obtuvieron muchas riquezas y muchas cosas materiales, pero que al final comprendieron que, sin Dios, todo ello era vanidad. Dios mismo es nuestra bendición, y esta bendición viene a nosotros mediante la impartición del Ser divino en Su Trinidad Divina: en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Ni la teología tradicional ni la teología básica en cuanto a la Trinidad Divina de Dios consideran que la Trinidad Divina tiene como objetivo que Dios sea impartido en nosotros. Esta luz vino a nosotros sólo en los últimos treinta años.

Efesios 1 nos relata de qué manera el Dios Triuno en Su Trinidad Divina bendice a Su pueblo escogido, redimido y transformado. Este capítulo aborda principalmente los tres pasos que Dios sigue para bendecirnos en Su Trinidad Divina, es decir, cómo Dios nos bendice en el Padre (vs. 3-6), en el Hijo (vs. 7-12) y en el Espíritu (vs. 13-14). Al final, debido a tal fluir de la Trinidad Divina como bendición dada al pueblo escogido de Dios, hay un resultado; el resultado de este fluir bienaventurado es la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (vs. 22-23). La iglesia, el Cuerpo de Cristo, es el resultado completo de que la Trinidad Divina como fluir imparta todo lo que Dios es a Su pueblo escogido. El Cuerpo de Cristo es la plenitud, la totalidad, de Aquel que todo lo llena en todo.

Al igual que Números, Apocalipsis —el último libro de la Biblia— es también un libro que contiene muchos números. Esto se cumple especialmente en la descripción de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén tiene doce puertas donde están inscritos los nombres de las doce tribus (21:12), y doce cimientos sobre los que están escritos los nombres de los doce apóstoles (v. 14). Además, el árbol de la vida da doce clases de fruto (22:2). En cada una de estas menciones del número doce se encuentra encubierto, e incluso mezclado, el Dios Triuno como bendición de Su pueblo.

La consumación de lo que está escrito en toda la Biblia es Dios el triuno como una bendición muy particular y subjetiva dada a Su pueblo. La consumación de todo el relato bíblico es la Nueva Jerusalén, la cual es Dios mismo en Su Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— que de forma implícita en el número doce se halla mezclado con Su pueblo escogido, redimido y transformado para ser su bendición. Esta bendición perdurará eternamente. Tal bendición es el cumplimiento máximo de la bendición de Dios dada a Israel en Números 6. Una vez que aparezca la Nueva Jerusalén, se cumplirá plenamente esta bendición.

En la bendición de Números 6, “Jehová te bendiga y te guarde” (v. 24) es atribuido al Padre; “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su gracia” (v. 25) es atribuido al Hijo; y “Jehová alce sobre ti Su semblante y te dé paz” (v. 26) es atribuido al Espíritu Santo. El Padre nos bendice, el Hijo resplandece sobre nosotros y el Espíritu Santo alza Su semblante sobre nosotros. Como resultado, somos guardados, recibimos gracia y tenemos paz.

La mayoría de las epístolas de Pablo comienzan diciendo algo relacionado con la gracia y la paz. La gracia es del Hijo, y la paz es del Espíritu. La gracia es un tanto objetiva. La paz es subjetiva; es el resultado, el producto, del disfrute que tenemos de la gracia. Primero recibimos la gracia, y luego disfrutamos la paz. Recibimos gracia en el Hijo y disfrutamos paz en el Espíritu.

En el principio era la Palabra, y la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, llena de gracia (Jn. 1:1, 14). De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia (v. 16). La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia vino por medio de Jesucristo (v. 17). Esta gracia es de hecho una persona, el propio Cristo. Cuando recibimos la gracia, el resultado de ello es que tenemos paz. Esta paz es el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu vivificante y que llega a ser el Espíritu de paz dentro de nosotros.

La bendición presentada en Números 6 no es una bendición propia del Antiguo Testamento ni del Nuevo Testamento; más bien, es la bendición eterna del Dios Triuno, la cual consiste en que el propio Dios Triuno se imparte a nuestro ser en Su Trinidad Divina para que le disfrutemos. Ésta es la bendición eterna de Dios.

“Jehová te bendiga” significa que Jehová se da a Sí mismo a usted. No obstante, Dios no se da a nosotros de una manera meramente objetiva, como cuando un hermano le da un regalo a otro. Dios mismo se da a nosotros en Su Trinidad, paso a paso y poco a poco. Si me preguntaran qué bendición he recibido de parte del Señor, yo les contestaría: “La única bendición que he recibido del Señor es mi Dios Triuno. Mi Dios Triuno es mi bendición”.


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