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Estudio-vida de Isaíaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6375-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 46 de 54 Sección 1 de 6

ESTUDIO-VIDA DE ISAÍAS

MENSAJE CUARENTA Y SEIS

EL SIERVO DE JEHOVÁ
como pacto para el pueblo y luz para las naciones

Lectura bíblica: Is. 42:1-7; 49:5-9; Mt. 3:17; Lc. 4:18a; He. 7:22; Mt. 26:28; He. 9:15-17; Col. 2:9; 1:19; Jn. 1:4, 9; 8:12; 9:5; 1 P. 1:23; 2:9b; Hch. 26:18a; Zac. 12:1; Ro. 1:16-17; 5:18b; Tit. 3:7; Lc. 4:18b; Col. 1:13

En este mensaje queremos ver más con respecto a Cristo como Siervo de Jehová. Como Siervo de Jehová, Él es un pacto para el pueblo y luz para las naciones. Cristo mismo es el pacto dado a nosotros por Dios. Él no sólo es el pacto, sino también la luz. El pacto fue dado al pueblo escogido de Dios, Israel, y la luz fue dada a las naciones. Tanto Israel como las naciones son plenamente aptos para heredar a Jesús como pacto y disfrutarle como luz.

El pacto guarda estrecha relación con la justicia conforme a la ley. Un pacto es un asunto legal. De hecho, un pacto es una especie de acuerdo legal; en él se cumplen los requisitos de la ley. Si no se cumplen los requisitos de la ley, el pacto no tiene ningún valor. El pacto también guarda relación con la justicia.

Pablo dijo en Romanos que el evangelio es poder de Dios para salvación (1:16). La expresión para salvación significa que resulta en salvación. Para hacer cualquier cosa se requiere del poder correspondiente. El poder de la electricidad hace posible el funcionamiento de todos nuestros aparatos eléctricos. El evangelio es el poder de Dios que hace posible que nosotros seamos salvos, es decir, redunda en nuestra salvación. Esto es así porque en el evangelio se revela la justicia de Dios (v. 17). Dios nos salvó no solamente por Su amor ni solamente por Su gracia, sino también por Su justicia. Dios está obligado por Su justicia, y Su justicia nos da la base, la posición, para decir: “Dios, tienes que salvarme”. Si Dios no nos salvara cuando nosotros nos arrepentimos y creemos en el Señor Jesús, Él no sería justo. El Hijo de Dios, nuestro Salvador, murió por nosotros para cumplir con todos los requisitos de la justicia de Dios. Esto fue conforme a la justicia, así que la ley fue cumplida. Los requisitos legales de Dios han sido cumplidos por nuestro Salvador conforme a la justicia de Dios. Por tanto, Dios tiene que salvarnos conforme a Su justicia. Él tiene que justificarnos.

Antes de la muerte de nuestro Salvador, Dios podía condenarnos. Antes que ello sucediera, nosotros no teníamos base alguna para reclamar ninguna clase de justificación, perdón y salvación. Pero ahora Su muerte ha cumplido con todos los requisitos de la justicia de Dios conforme a Su ley, así que dicha muerte nos ha dado una base justa. Ahora Dios tiene que perdonarnos, justificarnos y salvarnos.

Durante los primeros años de mi vida cristiana yo no tenía tal denuedo. Siempre estaba rogando. Temía que Dios se arrepintiera pensando que había cometido un error al salvarme. Si Él cambiara Su manera de pensar, mi salvación se perdería. Después, supe que Dios me salvó no solamente por amor ni solamente por gracia, sino también por medio de la justicia. Seamos buenos o malos, Dios tiene que salvarnos porque nuestro Salvador murió por nosotros a fin de cumplir plenamente con la justicia de Dios.

La justificación, el perdón y la salvación que Dios nos provee son, todas ellas, cosas que nos han sido “pactadas”. En Mateo 26 el Señor Jesús promulgó el nuevo pacto diciendo: “Porque esto es Mi sangre del pacto, que por muchos es derramada para perdón de pecados” (v. 28). El nuevo pacto es la sangre del Señor, y su sangre representa Su muerte. Él murió por nuestros pecados y transgresiones. El símbolo de Su muerte es la sangre. Fue por medio de esta sangre que, en beneficio nuestro, Cristo hizo el nuevo testamento con Su Padre. Por tanto, la redención, la justificación, el perdón y la salvación nos han sido legados por pacto mediante Su sangre. Hoy en día nuestra salvación es una salvación que nos ha sido legada por pacto.

Podemos usar la compra de una casa para ilustrar esto. Podríamos afirmar que hemos comprado una casa, pero necesitaremos del título de propiedad como prueba de nuestra compra. El título de propiedad es un acuerdo, un pacto. La casa nos ha sido dada en virtud de un pacto, y la garantía de este pacto es el título de propiedad. Nuestra compra ha sido debidamente pactada; ha sido legalizada. En cierto sentido, podríamos afirmar que el título de propiedad, el pacto, equivale a la casa. El título de propiedad de la casa es el pacto, y el pacto es la casa.

Isaías dice en dos ocasiones, en 42:6 y 49:8, que Dios nos dio a Cristo como nuestro pacto. Esto significa que la salvación de Dios, las bendiciones de Dios y todas las riquezas de Dios nos han sido legadas por pacto, y este pacto es simplemente Cristo. Así como el título de propiedad equivale a la casa misma, Cristo equivale a la totalidad de la salvación, las bendiciones, la gracia, la realidad y las riquezas de Dios. Todo esto nos ha sido legado por pacto. Nuestro pacto es Cristo. La salvación de Dios, la justicia de Dios, la justificación de Dios, el perdón de Dios, la redención de Dios, las riquezas de Dios y todo cuanto Dios tiene y hará nos ha sido legado por pacto.

En el idioma griego la palabra para pacto también es la palabra para testamento. Todo pacto apropiado con el tiempo se convierte en un testamento. Antes que la persona que promulgó el pacto muera, es todavía un pacto; pero después que ella muere, se convierte en un testamento. De acuerdo con la terminología actual, un testamento representa la voluntad testada, la última voluntad de una persona. Supongan que su padre tuviera una voluntad testada en la que les lega diez millones de dólares, veinte casas y quince barcos. ¿Acaso no se alegrarían? Nuestro Padre que está en los cielos nos ha otorgado muchas cosas. Tenemos una voluntad testada en la que se nos otorgan cientos de legados. Mi Padre celestial me ha dado todos estos legados, los cuales me han sido pactados en la forma de un testamento. En esto consiste el nuevo testamento. Tenemos el Nuevo Testamento de la Biblia en nuestras manos, pero estos textos no son la realidad misma. La realidad de todos los cientos de legados contenidos en el Nuevo Testamento es Cristo. Sin Cristo, la Biblia sería un libro vacío; así pues, el verdadero testamento, la verdadera voluntad testada, es Cristo. Cristo es nuestro título de propiedad, y este título de propiedad, como Espíritu todo-inclusivo, vivificante y consumado que mora en nosotros, está en nuestro espíritu.

Cristo como Espíritu es uno con nosotros, de modo que somos uno con Él como el testamento. Sabemos que hemos sido perdonados, justificados, redimidos y salvados debido a que la Biblia nos lo dice. La Biblia es el pacto de Dios, y después de la muerte de Cristo este pacto se ha convertido en un testamento, una voluntad testada. Pero sin Cristo, la Biblia es un libro vacío. En realidad, Cristo es el pacto, y este Cristo que es el pacto está en nuestro espíritu y se ha hecho un espíritu con nosotros (1 Co. 6:17).

Este pacto es completamente acorde con la justicia de Dios; no guarda relación con el amor. Una voluntad testada es un asunto legal que no depende del amor o la gracia. Dicha voluntad depende de la ley, y la ley guarda relación con la justicia. Cristo nos ha sido dado como tal pacto legal. Él es nuestro perdón, nuestra justificación, nuestra redención y nuestra salvación. Esto no lo digo yo, sino que es la lógica de Pablo. Pablo dijo que el evangelio es el poder de Dios para salvación porque la justicia de Dios se revela en el evangelio. En 1 Corintios 1:30 se nos dice que Dios hizo de Cristo nuestra justicia. Esta justicia guarda estrecha relación con el pacto de Dios. La salvación que Dios efectúa es una salvación que nos ha sido legada por pacto. Hoy en día la salvación y la redención que hemos recibido nos han sido legadas por el pacto que Cristo Jesús puso en vigencia. En realidad, Él mismo es el pacto.


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