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Estudio-vida de 1, 2 y 3 Juan, Judaspor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3089-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 18 de 49 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 JUAN

MENSAJE DIECIOCHO

LOS REQUISITOS CORRESPONDIENTES
A LA COMUNIÓN DIVINA

(10)

Lectura bíblica: 1 Jn. 2:3-11

En estos mensajes que tratan sobre los requisitos necesarios para permanecer en la comunión divina vimos que hay dos condiciones o requisitos que debemos cumplir para mantener activa esta comunión. El primer requisito, descrito en 1 Juan 1:5—2:2, es el de confesar nuestros pecados; y el segundo requisito, descrito en 2:3-11, es el de amar a Dios y a los hermanos. Por consiguiente, si queremos mantener nuestra comunión con Dios, debemos tomar las medidas necesarias en cuanto al pecado y debemos amar a Dios y a los hermanos.

En los versículos 9 y 11 del capítulo 2 Juan dice que el que aborrece a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas. En el versículo 10 él dice: “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo”. En estos versículos Juan recalca que debemos amar a los hermanos. Mi carga en este mensaje es considerar por qué Juan señala que el último requisito para mantener activa la comunión divina es amar a los hermanos.

LA META DE LA COMUNIÓN DIVINA

Para entender por qué amar a los hermanos es la condición o el requisito final que corresponde a la comunión divina, es preciso entender cuál es el propósito de la comunión divina. ¿Cuál es la meta de la comunión divina? En esta comunión disfrutamos de las riquezas de la vida divina, pero ¿con qué propósito disfrutamos estas riquezas en la comunión? La meta del disfrute que tenemos de las riquezas de la vida divina en la comunión divina, es la vida de iglesia. Es de crucial importancia comprender que la meta de la comunión divina es la vida de iglesia.

La comunión de los apóstoles

En 1:3 Juan dice: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. En este versículo las palabras os lo anunciamos y nosotros se refieren a los apóstoles. Los apóstoles oyeron y vieron la vida eterna. Luego la anunciaron a los creyentes a fin de que éstos tuvieran comunión con ellos. Puesto que la comunión descrita en 1:3 fue primeramente la porción de los apóstoles, la cual consistía en disfrutar al Padre y al Hijo por medio del Espíritu (2 Co. 13:14), se le llama “la comunión de los apóstoles” (Hch. 2:42) y “nuestra comunión” [la de los apóstoles]. Los apóstoles son los representantes de la iglesia. Así, pues, cada vez que en el Nuevo Testamento se habla de los apóstoles, se halla implícita la iglesia, pues los apóstoles representan a la iglesia. Este principio permanecerá vigente incluso en la Nueva Jerusalén. En cuanto a la Nueva Jerusalén, Apocalipsis 21:14 dice: “Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”. Los apóstoles representan a todos los santos de la iglesia. Puesto que los apóstoles representan a la iglesia y puesto que a la comunión de la vida divina se le llama la comunión de los apóstoles, podemos afirmar que esta comunión tiene como objetivo la vida de iglesia.

La comunión del Espíritu

En 1:3 Juan dice que la comunión de los apóstoles es la comunión que ellos tienen con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Por lo tanto, esta comunión incluye a los apóstoles y también al Padre y al Hijo. Aquí sólo se mencionan el Padre y el Hijo, pero no se menciona el Espíritu porque el Espíritu está implícito en la comunión. Sin embargo, en otros pasajes se nos dice claramente que esta comunión es “la comunión del Espíritu Santo” (2 Co. 13:14). La comunión divina es la comunión de los apóstoles, los representantes de la iglesia, y también la comunión que ellos tienen, como representantes de la iglesia, con el Padre y el Hijo. El hecho de que a la comunión divina también se le llame la comunión del Espíritu, significa que esta comunión es llevada a cabo por el Espíritu. Esta comunión no se da meramente con el Espíritu, sino que también es del Espíritu. Esto significa que la comunión es del Espíritu y llevada a cabo por el Espíritu.

Acabamos de señalar lo que significa que la comunión divina sea la comunión del Espíritu. De hecho, el Espíritu mismo es la comunión. Esto significa que la comunión no sólo es llevada a cabo por el Espíritu, sino que también el Espíritu mismo es dicha comunión.

Podríamos usar una vez más el ejemplo de la electricidad para describir en qué consiste la comunión divina. La electricidad fluye desde la central eléctrica hasta el salón de reuniones de la iglesia. Por ello, cuando se activa el interruptor, todas las luces del techo tienen “comunión” en virtud de la corriente, del fluir, de la electricidad. Es la corriente de la electricidad la que lleva a cabo esta comunión. Sin embargo, sería aun más acertado decir que, de hecho, la corriente misma es la comunión, ya que sin la corriente eléctrica, no habría ninguna comunión. La corriente de la electricidad es, pues, la comunión de la electricidad, y en esta comunión participan la central eléctrica, el salón de reuniones y las luces.

Hoy en día la comunión divina es la comunión de los apóstoles. Esto significa que es la comunión de la iglesia. Esta comunión es también la comunión que los creyentes tienen con los apóstoles. Más aun, es la comunión que los apóstoles y los creyentes tienen con el Padre y el Hijo. Puesto que esta comunión es llevada a cabo por el Espíritu, es llamada la comunión del Espíritu.


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