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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 185 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE SEIS

DIOS LLAMA AL QUE HA PREPARADO
(2)

En el mensaje anterior, cubrimos cuatro aspectos del llamamiento que hace Dios al que El prepara: la motivación del mismo, el tiempo y el lugar de éste, y la persona que llama. En este mensaje, vamos a estudiar el propósito del llamamiento de Dios y la persona llamada.

V. EL PROPOSITO DEL LLAMAMIENTO DE DIOS

A. Liberar a los hijos de Israel
de la tiranía de los egipcios

Tanto en lo negativo como en lo positivo, el llamamiento que Dios hizo a Moisés tenía un propósito muy importante. Negativamente, Dios lo llamó a liberar a los hijos de Israel de la tiranía de los egipcios. En Exodo 3:8, el Señor dijo: “He descendido para librarlos de mano de los egipcios”. Cuando Dios llamó a Moisés, Egipto era el país más avanzado de la tierra, y Faraón tenía poder absoluto. Aquí estaba un hombre que tenía ochenta años de edad, alguien que había pasado los últimos cuarenta años de su vida apacentando un rebaño en el desierto. ¿Cómo esta persona podía liberar a los israelitas del poder tiránico de Faraón? Para Moisés, esto pudo parecer imposible. No obstante, esto era el propósito del llamamiento de Dios por el lado negativo.

B. Sacar a los hijos de Israel fuera de Egipto, la tierra del cautiverio e introducirlos en Canaán, una tierra donde fluye leche y miel

El propósito de Dios en Su llamamiento no consistía solamente en sacar a los hijos de Israel de Egipto, la tierra del cautiverio, sino en introducirlos en Canaán, una tierra “que fluye leche y miel” (3:8, 10, 17). El lado positivo del llamamiento de Dios parecía más imposible que el lado negativo. Sólo podía ser un sueño. Pero esto era precisamente por lo que Dios llamó a Moisés, aunque cuarenta años antes, él se había alejado de la cultura más elevada de la tierra y había pastoreado un rebaño en el desierto.

La nación de Egipto representa el reino de las tinieblas, y Faraón representa a Satanás, el diablo. ¿Cómo puede el pueblo de Dios ser liberado de un poder tan maligno y ser rescatado del reino de las tinieblas? Hoy esto se hace por medio de la predicación del evangelio. No piense que la predicación del evangelio, es decir, guiar a las personas a la salvación es algo fácil. Sacar a una persona de la mano de Satanás y del reino de las tinieblas es una obra poderosa. Por esta razón, la revelación divina en el Nuevo Testamento valora mucho la predicación del evangelio. Pablo dice que el evangelio es el poder de Dios (Ro. 1:16).

El propósito del llamamiento de Dios es muy importante. En tipología, el introducir a los hijos de Israel en la buena tierra equivale a introducir a la gente en Cristo, la persona toda-inclusiva representada por la tierra de Canaán. Hoy Cristo es una buena tierra que fluye leche y miel.

En Su sabiduría, Dios usa la expresión “fluye leche y miel” para describir las riquezas de la buena tierra. La leche y la miel son productos de la combinación de la vida vegetal y la animal. La leche proviene del ganado, que se alimenta de hierbas. La vida animal produce leche a raíz del suministro de la vida vegetal. Por ende, la leche es un producto de la mezcla de dos tipos de vida. Lo mismo sucede con la miel. La miel tiene mucho que ver con la vida de las plantas. Se deriva principalmente de las flores y de los árboles. Por supuesto, una parte de la vida animal; la abeja, está involucrada también. Por tanto, en la producción de la miel, cooperan dos clases de vida. Estas se mezclan mutuamente, y producen la miel.

La leche y la miel representan las riquezas de Cristo, riquezas que proceden de los dos aspectos de la vida de Cristo. Aunque Cristo es una sola persona, El tiene la vida que redime, tipificada por la vida animal, y la vida que se genera, tipificada por la vegetal. Por una parte, Cristo es el Cordero de Dios que nos redime; por otra, El es un pan de cebada que nos suministra. Ambas clases de vida formaban parte de la comida de la Pascua, pues ésta incluía el cordero y el pan sin levadura con las hierbas amargas. Estas vidas se combinaban para el disfrute del pueblo redimido de Dios. No obstante, el propósito del llamamiento de Dios no consiste en dar a Su pueblo un poco de disfrute de la vida animal y de la vida vegetal en Egipto; sino en llevarlos a una tierra extensa donde fluye leche y miel. ¿Tiene la seguridad de que hoy en la vida de iglesia disfruta de Cristo como la buena tierra? Puedo testificar que a diario disfruto de Cristo como una tierra extensa donde fluye leche y miel.

¿Quién estaba calificado para sacar al pueblo de Dios de la tierra de Egipto e introducirlo en esta tierra maravillosa? Antes de que Moisés fuese soberanamente preparado por Dios, nadie podía hacer esto. Aún antes de los cuarenta años de edad, Moisés sabía que su pueblo, los hijos de Israel, se encontraban en cautiverio, y sufrían persecuciones. Al darse cuanta de esto, él pudo haber decidido aprender todo lo necesario para equiparse y rescatar a su pueblo. No obstante, es probable que Moisés no haya visto claramente que la meta no consistía solamente en liberar al pueblo de Dios de Egipto, sino en introducirlos en la buena tierra. Después de ser sacados de Egipto, los hijos de Israel necesitaban una meta, un destino. Aunque Moisés no entendía esto totalmente, esperaba hacer algo por el bien de su pueblo. El “rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (He. 11:24-25). A la edad de cuarenta años, él se consideró maduro, calificado y equipado para liberarlos. En realidad, él no podía hacer nada. En sí mismo, él no tenía el poder de rescatar al pueblo. En cuanto la situación se puso peligrosa, él huyó.


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