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Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 54 de 62 Sección 1 de 1

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO

PROSEGUIR A LA META PARA ALCANZAR EL PREMIO
DEL LLAMAMIENTO A LO ALTO

Lectura bíblica: Fil. 3:10-14; Ro. 8:11; Ap. 20:6

En este mensaje nos concentraremos en dos palabras mencionadas en Filipenses 3:14: la meta y el premio. Si llegamos a la meta, recibiremos el premio. Por tanto, proseguir a la meta tiene como fin obtener el premio. Pero ¿cuál es la meta y cuál es el premio? Muchos contestarían que ambos son Cristo, lo cual es cierto, pero en este mensaje veremos algo más específico en cuanto a la meta y el premio, según se presenta en 3:10-14.

Filipenses 3:10-13 nos ayuda a entender la meta y el premio del versículo 14. La superresurrección del versículo 11 es en realidad un sinónimo de Cristo. En el versículo 10 Pablo habla de conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Dicho versículo indica claramente que para conocer a Cristo necesitamos conocer Su resurrección. Sin embargo, muchos cristianos descuidan este asunto tan importante; cuando mucho, sólo conocen a Cristo y Su muerte, pero desconocen el poder de Su resurrección. Hoy entre los cristianos rara vez se escucha un mensaje correcto y apropiado acerca del poder de Cristo. Son pocos los predicadores que hablan del poder de la resurrección de Cristo como lo hizo Pablo.

Ya mencionamos que Pablo anhelaba ganar a Cristo y ser hallado en El, a fin de conocerle, y experimentar el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Conocer a Cristo de esta manera es el resultado de ganarle y de ser hallado en El. Este pensamiento es tan profundo, que muy pocos cristianos le han prestado la debida atención. Nuestra mente natural no puede tocar las profundidades de lo que significa “a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección”.

Al llegar aquí debemos preguntarnos algo importante: ¿Dónde está Jesucristo hoy en día? En este mensaje, les contestaré que Cristo está en resurrección. No cabe duda de que, por una parte, Cristo está en los cielos, y que por otra, El está en nosotros. Quiero recalcar el hecho formidable de que hoy en día Cristo está en resurrección. Un día, Cristo, quien existía desde la eternidad pasada, se hizo hombre mediante la encarnación, y posteriormente, fue crucificado y sepultado. Así, la muerte le permitió entrar en otra esfera, en la esfera de la resurrección. En Su preexistencia, Cristo era Dios y estaba con Dios desde la eternidad; luego, mediante la encarnación, El vino a ser un hombre en la carne, y después, por medio de la crucifixión y la sepultura, entró en la resurrección. ¿Había escuchado que Cristo está ahora en resurrección? En el día de Su resurrección, los ángeles dijeron a las mujeres que Cristo ya no se hallaba en la tumba, puesto que había resucitado de los muertos (Lc. 24:1-6). Esto indica que El está en resurrección.

Ya que Cristo está ahora en resurrección, no podemos conocerlo en nuestra experiencia a menos que conozcamos el poder de Su resurrección. Hoy en día, los cristianos conocen a Cristo en Su encarnación y crucifixión, pero en Filipenses 3, Pablo anhelaba conocerlo no sólo en Su muerte, sino también en Su resurrección.

En el versículo 11, que es la continuación del versículo 10, Pablo declara: “Si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. La expresión “superresurrección” es extraña. Después de resucitar, Cristo llegó a estar enteramente en resurrección. Esta resurrección, en la cual se encuentra Cristo hoy en día, no es una resurrección ordinaria, como la de Lázaro; más bien, se trata de una superresurrección. Es por eso que Pablo añade en el griego el prefijo ex a la palabra resurrección, con el fin de mostrar que la resurrección de Cristo es extraordinaria, que es una resurrección sobresaliente.

LA SUPERRESURRECCION

Para estar en la superresurrección se requiere abandonar todo lo que pertenezca a la vieja creación y ser introducidos en Dios. Lázaro ciertamente resucitó, pero nunca salió de la esfera de la vieja creación, ni tampoco fue introducido en Dios. Al final de la era venidera, todos los incrédulos que hayan muerto serán resucitados. Pero tal resurrección no los sacará de la vieja creación ni los introducirá en Dios. Sólo existe una resurrección que es capaz de sacarnos de la vieja creación e introducirnos en Dios, a saber, la resurrección de Cristo. Por esta razón, la resurrección de Cristo es la superresurrección. Cristo es el único que salió de la vieja creación y entró en Dios. En el mensaje anterior, vimos que Cristo vivió por treinta y tres años y medio en un cuerpo físico y en un entorno que pertenecían a la vieja creación. Luego, mediante Su muerte y Su resurrección, El abandonó la vieja creación y fue introducido en Dios.

No pensemos que Cristo nunca estuvo en la vieja creación. Colosenses 1:15 dice que Cristo es el Primogénito de la creación. Su cuerpo físico pertenecía a la vieja creación, mientras vivía en casa de un carpintero de Nazaret, El se hallaba en la esfera de la vieja creación. Posteriormente, cargando la vieja creación sobre sus hombros, la clavó en la cruz. Ahora, Cristo está en resurrección y, por ende, se halla completamente en Dios, fuera de la esfera de la vieja creación. Todo lo que El es, tiene y hace, está en Dios. En esto consiste la superresurrección.

Si queremos conocer a Cristo, debemos conocer la superresurrección y llegar a ella. Las palabras de Pablo “llegase a la superresurrección” implican una meta. En el versículo 14, él menciona esta meta, la cual corresponde con la superresurrección del versículo 11. Por consiguiente, llegar a la superresurrección es llegar a la meta. En los versículos 12 y 13 vemos que Pablo no consideraba haberlo ya alcanzado, pero, olvidando lo que quedaba atrás y extendiéndose a lo que estaba delante, él proseguía a la meta de la superresurrección.

En un mensaje pasado dijimos que la meta era Cristo mismo, y ahora aclaramos que esta meta es la superresurrección. Hablando de una manera general, Cristo es la meta, conforme a los versículos 8 y 9, pero hablando de manera específica, la meta es la superresurrección. Si relacionamos el versículo 14 con el versículo 11, nos daremos cuenta de que la meta es la superresurrección. Por tanto, de un modo general, la meta es Cristo, y, de un modo específico, la meta es la superresurrección.

Ahora debemos preguntarnos: ¿Podemos llegar a la meta de la superresurrección en esta era, o sólo nos queda correr la carrera con la esperanza de llegar a la meta en la era venidera? Algunos piensan que debemos esperar a la era venidera para alcanzar esta meta; sin embargo, si no la alcanzamos en esta era, tampoco llegaremos a ella en la era venidera. Por tanto, debemos esforzarnos durante nuestra vida por alcanzar dicha meta.

En 1:21 Pablo declara: “Para mí el vivir es Cristo”. Puesto que Cristo era la meta de Pablo, podemos decir que el vivir de Pablo era la meta, o sea Cristo como la superresurrección. Al igual que el apóstol, nuestro vivir también debe ser la superresurrección, ya que ésta es el propio Cristo que hemos de vivir. Esto significa que día tras día debemos vivir la superresurrección. Por ejemplo, un hermano que ama mucho a su esposa debe preguntarse si su amor es natural o si está en resurrección. Incluso los incrédulos pueden amar a sus esposas de una manera natural. Sin embargo, si un hermano ama a su esposa en resurrección, su amor no tendrá nada que ver con la vieja creación y se encontrará en Dios. Esto demuestra que vivir a Cristo significa vivir la superresurrección, la cual consiste en llevar una vida absolutamente en Dios, lejos de la vieja creación.

De joven me preguntaba por qué a Pablo le parecía tan difícil llegar a la meta. Pensaba que ello se debía a las persecuciones, y que éstas le impedían correr la carrera cristiana. Años más tarde, aprendí por experiencia propia, que es más fácil vencer la oposición que amar a mi esposa en la superresurrección, es decir, no conforme a mi vida natural. Durante los cincuenta años o más que llevo en Cristo, ciertamente he sido un cristiano ferviente. Me he enfrentado con muchos obstáculos en la carrera cristiana, el principal de los cuales es la vida natural con sus pensamientos y sus hábitos. La vida natural es una verdadera frustración en nuestra carrera cristiana.

¿Se ha preguntado alguna vez si sus conversaciones cotidianas son naturales o están en la esfera de la superresurrección, y en qué medida? Aunque no hable con palabras malignas ni difamatorias, tal vez su conversación sea natural. Quizás hable de algo positivo, pero lo haga de una manera natural, y no en resurrección. En cierta manera es fácil corregir nuestro carácter, comportamiento, ética o moralidad, pero es extremadamente difícil vivir en resurrección.

La ansiedad es una característica de la vida natural. ¿Está usted exento de ansiedades y preocupaciones? Recientemente tuve un problema de salud, y como me sentía ansioso, le recordé al Señor Su promesa de Filipenses 4:6 y 7: “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Sin embargo, después de haber declarado que me apoyaba en esta promesa, volví a estar ansioso. Aunque deseaba ser libre de la ansiedad, ésta se negaba a abandonarme. ¿Saben por qué estaba tan ansioso? Porque no estaba plenamente en resurrección. En la superresurrección no hay cabida para la ansiedad. La ansiedad pertenece a la vieja creación, y no tiene cabida en la esfera de la resurrección, en la esfera de la nueva creación.

Pablo sabía por experiencia que es difícil llevar una vida que esté plenamente en Dios y completamente fuera de la vieja creación. En 1:21 él declaró: “Para mí el vivir es Cristo”. Esta es una simple declaración, pero no la explicación ni la definición de la misma. Sin embargo, el capítulo tres revela que vivir a Cristo consiste en vivir la superresurrección y que ésta debe ser nuestra meta. Todas nuestras acciones y palabras deben hallarse en resurrección. No debemos hacer nada que no esté en resurrección, ni pronunciar ninguna palabra que esté fuera de dicha esfera. No debe preocuparnos si algo está correcto o incorrecto, sino si está en resurrección. Inclusive nuestro amor debe hallarse en resurrección.

La superresurrección no contiene ningún elemento de la vieja creación; antes bien, se halla completamente saturada del elemento divino. Es por eso que las personas perciben a Dios cuando tienen contacto con alguien que vive en la superresurrección. El vivir de dicha persona, sus acciones y palabras, se encuentran en la resurrección. En esto consiste vivir diariamente en la superresurrección. Filipenses 3 revela que Pablo procuraba llevar esta vida; esto era lo que él tenía en mente cuando declaró que deseaba conocer a Cristo y el poder de Su resurrección, si en alguna manera llegase a la superresurrección. El no consideraba haberlo alcanzado ya, pero proseguía a la meta de la superresurrección.

Damos gracias al Señor por habernos mostrado las profundidades de estos versículos de Filipenses 3. Lo que El ha dicho acerca de la superresurrección no será en vano. Creo firmemente que muchos llegaremos a tener un vivir que esté completamente en Dios y fuera de la vieja creación.

De la misma manera en que la meta es la superresurrección, el premio también lo es. La meta ha sido trazada para que la alcancemos y el premio nos es dado para que lo disfrutemos. Podemos llegar a la meta en esta era, pero el premio lo disfrutaremos en la era venidera.

En Romanos 8:11 Pablo declara: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Este versículo revela que podemos llegar a la superresurrección en esta era. Aquí, Pablo declara que el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará la parte de nuestro ser que está muriendo, es decir, nuestro cuerpo mortal. Ya vimos que el Espíritu es la realidad de la resurrección de Cristo, la realidad de la superresurrección. El Espíritu mora en nosotros para forjar la superresurrección en nuestro ser de una manera real y práctica. Por consiguiente, Romanos 8:11 indica que podemos llegar a la superresurrección en esta era.

Apocalipsis 20:6 se refiere al premio que recibiremos en la era venidera, al premio de la primera resurrección: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El mil años”. La palabra griega traducida “primera”, es la misma que se tradujo “mejor” en Lucas 15, refiriéndose al vestido que le trajeron al hijo pródigo cuando éste regresó a su casa. Por tanto, la primera resurrección es la mejor resurrección, la superresurrección. Si en esta era no procuramos llevar una vida que esté absolutamente en Dios y totalmente fuera de la vieja creación, no disfrutaremos del premio en la era venidera. Sin embargo, si llegamos a la superresurrección hoy en día, ésta llegará a ser nuestro premio en la era venidera. Por tanto, nuestra meta hoy, será nuestro premio mañana, cuando reinaremos con Cristo en el milenio. Ese será el disfrute que tendremos de la superresurrección como nuestro premio. Dios nos ha llamado a lo alto en Cristo con el fin de que obtengamos este premio. Dicho premio debe ser la meta que perseguimos y logramos alcanzar en esta era.


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