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Estudio-vida de 1, 2 y 3 Juan, Judaspor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3089-5
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ESTUDIO-VIDA DE 1 JUAN

MENSAJE TREINTA Y SEIS

LAS VIRTUDES DEL NACIMIENTO DIVINO:
VENCER AL MUNDO, LA MUERTE, EL PECADO,
EL DIABLO Y LOS ÍDOLOS

(1)

Lectura bíblica: 1 Jn. 5:4-13

En 1 Juan 2:28—5:21 vemos las virtudes del nacimiento divino. Primero, en 2:28—3:10a tenemos la práctica de la justicia divina. Luego, en 3:10b—5:3 tenemos la práctica del amor divino. Para practicar la justicia divina necesitamos tener una base, y dicha base es el nacimiento divino; asimismo, necesitamos un medio, el cual es la vida divina. Al permanecer en la comunión divina según la unción divina, practicamos la justicia divina. Para practicar el amor divino, necesitamos la vida divina como simiente divina, y también necesitamos al Espíritu divino (3:10b-24). Además de esto, es necesario probar los espíritus (4:1-6), y también necesitamos a Dios mismo, quien es el amor supremo y el Espíritu abundante (4:7—5:3).

La economía de Dios consiste en que Él mismo se forje en nosotros. Para ello, es necesario que nosotros nazcamos de Él, es decir, que experimentemos el nacimiento divino. Este nacimiento divino introduce en nosotros la vida divina junto con la naturaleza divina. Como aquellos que han nacido de Dios, ahora tenemos en nosotros al Dios Triuno, quien se mueve y opera en nuestro ser como la unción. Día a día debemos permanecer, morar, en el disfrute del Dios Triuno en conformidad con esta unción. Espero que en todos nosotros quede grabado el hecho de que el Dios Triuno está forjándose en nuestro ser. Él, como la vida y la naturaleza divinas, se mueve y actúa en nosotros en calidad de la unción divina. Ahora lo único que tenemos que hacer es morar en Él en conformidad con dicha unción divina.

En este mensaje empezaremos a ver las virtudes del nacimiento divino que nos capacitan para vencer al mundo, la muerte, el pecado, el diablo y los ídolos (5:4-21). No podemos vencer estas cosas por nosotros mismos, por lo que somos, ni por nada que podamos hacer, sino por la vida eterna que está en el Hijo. Sin duda alguna, vencer al mundo, la muerte, el pecado, el diablo y los ídolos es una virtud del nacimiento divino. En 1 Juan 5:4-13, el pasaje que consideraremos en este mensaje, se revela que podemos tener la experiencia práctica de vencer estas cinco categorías de cosas negativas por medio de la vida eterna que está en el Hijo.

NUESTRO ESPÍRITU FUE REGENERADO
CON LA VIDA DIVINA

En 5:4 Juan dice: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. La palabra todo se refiere a todo aquel que ha nacido de Dios; sin embargo, esta expresión debe de referirse especialmente a aquella parte de nuestro ser que ha sido regenerada con la vida divina, esto es, al espíritu de una persona regenerada (Jn. 3:6). El espíritu regenerado del creyente no practica el pecado (1 Jn. 3:9), y vence al mundo. El nacimiento divino junto con la vida divina constituye el factor básico de una vida victoriosa.

Tanto en el Evangelio de Juan como en su epístola, se recalca el nacimiento divino (Jn. 1:13; 3:3, 5; 1 Jn. 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18), por medio del cual la vida divina es impartida en los que creen en Cristo (Jn. 3:15-16, 36; 1 Jn. 5:11-12). Este nacimiento divino, el cual nos trae la vida divina, es el factor básico de todos los misterios acerca de la vida divina, tales como la comunión de la vida divina (1:3-7), la unción de la Trinidad Divina (2:20-27), el permanecer en el Señor (2:28—3:24) y el modo de vivir divino que practica la verdad divina (1:6), la voluntad divina (2:17), la justicia divina (v. 29; 3:7), y el amor divino (vs. 11, 22-23; 5:1-3) por la cual se expresa a la persona divina (4:12). El nacimiento divino junto con la vida divina es también el factor básico en la sección del 5:4 al 5:21. Este nacimiento les da seguridad a los creyentes, a quienes Dios ha engendrado, dándoles confianza en la capacidad y virtud de la vida divina.

Puesto que los creyentes regenerados poseen la vida divina, la cual es capaz de vencer al mundo, el poderoso sistema satánico, los mandamientos de Dios no les son pesados ni gravosos (5:3).

La regeneración ocurre de manera definitiva y particular en nuestro espíritu. Juan 3:6 dice que lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Esto indica que la regeneración tiene lugar en nuestro espíritu. Puesto que nuestro espíritu fue regenerado, no puede pecar; por el contrario, nuestro espíritu es capaz de vencer todas las cosas negativas.

Nuestro espíritu fue regenerado con la vida divina. Esto significa que la vida divina fue impartida o infundida en nuestro espíritu. Sin embargo, nuestro cuerpo no ha sido regenerado, y nuestra alma aún permanece sin la vida de Dios. Por esta razón, después que somos regenerados en nuestro espíritu, debemos morar en la vida divina para que ésta pueda extenderse en nuestra alma sin impedimento. La propagación de la vida divina de nuestro espíritu regenerado a nuestra alma propicia un cambio metabólico en nuestro ser, un cambio que el Nuevo Testamento lo llama la transformación. Con esto vemos que después que somos regenerados en nuestro espíritu, necesitamos que la vida divina sature nuestra alma a fin de que se efectúe la transformación de nuestro ser interior, es decir, a fin de que se produzca el cambio metabólico de nuestra alma. Finalmente, vendrá el tiempo cuando nuestro cuerpo, mediante el poder de la vida divina, será transfigurado en un cuerpo glorioso.

Como seres humanos que somos, estamos compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Asimismo, la salvación de Dios se lleva a cabo en tres etapas: la regeneración, la transformación y la transfiguración. La regeneración aconteció en nuestro espíritu cuando creímos en el Señor Jesús. Ahora, si permanecemos en la comunión de la vida divina, la vida divina podrá extenderse libremente a nuestra alma y transformar las partes de nuestro ser interior. Finalmente, cuando el Señor Jesús regrese, Él transfigurará nuestros cuerpos. Entonces estaremos plenamente inmersos en la vida divina y en la gloria divina.

Actualmente nuestra alma y nuestro cuerpo nos causan problemas. Si no permanecemos en la comunión de la vida divina, nuestro cuerpo y nuestra alma nos causarán dificultades. ¡Pero alabado sea el Señor por la esperanza de que nuestro cuerpo, que tantos problemas nos causa, será transfigurado! También damos gracias al Señor por la transformación que está ocurriendo en nuestra alma. Todos los creyentes han experimentado la regeneración, que es el paso inicial de la salvación de Dios. Mediante la regeneración, el nacimiento divino, nosotros recibimos la vida divina, la vida eterna, la cual está en el Hijo. De hecho, esta vida eterna es el Hijo mismo.


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