Información del libro

Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 27 de 69 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE VEINTISIETE

UN GRAN SUMO SACERDOTE Y EL TRONO DE GRACIA

UN GRAN SUMO SACERDOTE

El libro de Hebreos es un libro en el que se hacen muchas comparaciones. En los mensajes anteriores vimos tres comparaciones: la comparación entre nuestro Dios y el Dios del pueblo judío, entre Cristo y los ángeles, y entre Cristo y Moisés. Ahora abordaremos otra sección de este libro (4:14—7:28) donde encontramos otra comparación, a saber: la comparación entre Cristo y Aarón. Nuestro Dios es más excelente que el Dios que adoran los judíos, y nuestro Cristo es muy superior a los ángeles, Moisés y Aarón. Como hemos visto, cada sección de Hebreos contiene una advertencia. La primera advertencia se encuentra en 2:1-4, y la segunda en 3:7—4:13. Ahora, en esta sección, nos encontramos con la tercera advertencia, la cual se encuentra en 5:11—6:20.

En los capítulos anteriores vimos que Cristo es el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, el Capitán de nuestra salvación y el Apóstol. Todo esto lo hace apto para ser nuestro Sumo Sacerdote. En la Biblia no hay nadie tan maravilloso ni tan excelente como Cristo, nuestro Sumo Sacerdote. Él viene de parte de Dios y nos ministra a Dios. Antes de que Él viniera no teníamos nada de Dios. Dios era Dios y nosotros éramos simplemente hombres, totalmente ajenos a Él. Él vino no sólo para ser nuestro Salvador y Redentor, sino también nuestro Sumo Sacerdote. La mayoría de la gente entiende los títulos Salvador y Redentor de una manera superficial. Si solamente conocemos a Cristo como nuestro Salvador y Redentor, es posible que sólo lo conozcamos de una manera superficial. Por tanto, debemos procurar conocerlo como el Capitán de nuestra salvación, como el Apóstol y como el Sumo Sacerdote. Aunque muchos cristianos saben que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, no muchos entienden lo que realmente esto significa. Por tanto, si hemos de saber lo que significa que Cristo sea nuestro Sumo Sacerdote, debemos estudiar cuidadosamente todo el libro de Hebreos.

Hebreos 4:14 dice: “Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos la confesión”. Primero el Señor Jesús fue enviado por Dios a nosotros por medio de la encarnación (2:14) para ser nuestro Apóstol (3:1), nuestro Autor, nuestro Líder (2:10), Aquel que es Superior a Moisés (3:3) y nuestro verdadero Josué (4:8), para introducirnos a nosotros, Sus compañeros (1:9; 3:14), en la gloria y en el reposo (2:10; 4:11). Después Él regresó de nosotros a Dios por medio de la resurrección y la ascensión (5:5-6), a fin de ser nuestro Sumo Sacerdote, quien está delante de Dios llevándonos sobre Sí y encargándose de todas nuestras necesidades (2:17-18; 4:5).

El mismo Cristo a quien necesitamos y a quien tenemos hoy en el reposo sabático de la vida de iglesia, es nuestro Sumo Sacerdote. Un sumo sacerdote no se encuentra en la calle ni en el desierto, sino en el Lugar Santísimo. ¿Dónde entonces se encuentra nuestro Cristo hoy? Él permanece en el Lugar Santísimo. Nuestro Sumo Sacerdote no está en el altar, ofreciendo sacrificios, ni en el Lugar Santo, preparando los panes de la proposición, encendiendo el candelero o quemando el incienso. Él está en el Lugar Santísimo. La mayoría de los cristianos sólo tienen a un Cristo que está en el altar, es decir, a un Cristo que está en una cruz. Hay muchos himnos que hablan del Cristo crucificado. Otros cristianos tienen a un Cristo que está solamente en el Lugar Santo. Piensan que la meta más alta de su búsqueda espiritual es el Cristo que prepara los panes de la proposición, que enciende el candelero y que enciende el incienso en el Lugar Santo. No han visto al Sumo Sacerdote, quien se encuentra en el Lugar Santísimo. Las funciones principales que realiza nuestro Sumo Sacerdote hoy, no se llevan a cabo ni en el altar ni en el Lugar Santo, sino en el Lugar Santísimo, donde están la presencia de Dios y Su gloria shekiná. Es cierto que Él estuvo en la cruz, pero, como lo revela Hebreos 1:3, Su obra en la cruz ya fue consumada. Jamás le pida que vuelva a hacer esto de nuevo. Ahora, después de haber concluido Su obra, Él está sentado a la diestra de Dios en los cielos. No existe otro lugar más cercano a Dios que éste. El libro de Hebreos fue escrito para ayudarnos a acercarnos a tal Cristo, quien está ahora en la presencia de Dios.

El Cristo que ahora está en el Lugar Santísimo no es meramente nuestro Salvador, Redentor, Apóstol y Capitán de la salvación; más aún, Él es nuestro Sumo Sacerdote. ¿Qué está haciendo Él allí en el Lugar Santísimo? Él está ministrándonos a Dios. Como vimos en un mensaje anterior, la función principal del Sumo Sacerdote consistía en impartir a Dios en Su pueblo escogido. ¡Oh, cuánto necesitamos que nuestro Sumo Sacerdote, desde el Lugar Santísimo, nos ministre a Dios! No debemos prestar atención a nuestras circunstancias, debilidades, problemas ni aun a nosotros mismos, y solamente recordar que hoy en día Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote en el Lugar Santísimo. Mientras tengamos tal Sumo Sacerdote, tenemos todo lo que necesitamos.

Según el Antiguo Testamento, siempre que el sumo sacerdote entraba en la presencia de Dios en el Lugar Santísimo, él llevaba sobre sus hombros dos piedras de ónice en las cuales estaban grabados los nombres de los hijos de Israel (Éx. 28:9-12). Además, portaba un pectoral en el que estaban engastadas doce piedras preciosas grabadas con los nombres de los hijos de Israel (vs. 15-30). Esto quiere decir que el pueblo de Israel estaba sobre los hombros y el pecho del sumo sacerdote. Ya que los hombros representan la fuerza y el pecho el amor, el pueblo de Israel era llevado en la fuerza y en el amor del sumo sacerdote. Cuando el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo, llevaba consigo a todo el pueblo de Dios. A los ojos de Dios, cuando él estaba allí, todo Su pueblo también estaba con él. De igual manera, cuando Dios ve a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, en el Lugar Santísimo, Él nos ve sobre Sus hombros y sobre Su pecho. ¡Cuánto necesitamos ver esta visión! Nuestro Sumo Sacerdote, quien se encuentra en el Lugar Santísimo, en los cielos, nos lleva y nos presenta ante Dios. Ahora mismo nos encontramos sobre Sus hombros y sobre Su pecho en el Lugar Santísimo. Nosotros estamos allí con Él en la gloria shekiná de Dios.

Mientras Cristo nos lleva ante Dios en el Lugar Santísimo, Él nos ministra a Dios. Cuando el apóstol Pablo oró al Señor, pidiéndole que le quitara aquel aguijón (2 Co. 12:7-8), el Señor le respondió: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9). Era como si el Señor le estuviera diciendo: “Pablo, no te quitaré ese aguijón, pero Me impartiré a Mí mismo en ti como gracia. Cuando esto suceda descubrirás cuán valioso y suficiente soy, y más de Mí se añadirá a ti”. Esta experiencia de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, quien nos lleva sobre Sus hombros y Su pecho y nos ministra a Dios dentro de nosotros, es una experiencia que corresponde al Lugar Santísimo, donde podemos disfrutar a Dios mismo y todas Sus riquezas. Cuando entramos en esta experiencia nos es difícil determinar dónde estamos y qué está sucediendo. Lo único que podemos declarar es que estamos sobre los hombros y el pecho de nuestro Sumo Sacerdote, y que Él está ministrándonos algo que nos consuela y fortalece interiormente. Quizás todo lo que podamos decir sea: “He recibido algo del Señor, pero simplemente no logro describir ni definir qué es”. Esta experiencia que tenemos de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote es la más elevada y la que nos brinda el mayor disfrute. Todos debemos aprender a permanecer en el Lugar Santísimo sobre Sus hombros y sobre Su pecho. Ésta es una experiencia de la tercera etapa de nuestra salvación, la cual corresponde al Lugar Santísimo. No debemos sentirnos satisfechos con ser sólo cristianos del atrio; ni cristianos tambaleantes del Lugar Santo. Debemos proseguir hasta entrar en el Lugar Santísimo donde está la presencia y la gloria shekiná de Dios.

Esta experiencia que tenemos de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote indudablemente ocurre en los cielos. No obstante, también podemos experimentar esto en nuestro espíritu y en la iglesia, ya que la iglesia hoy es la morada de Dios en nuestro espíritu. Cristo, la escalera celestial que une la tierra con el cielo y trae el cielo a la tierra, se encuentra en nuestro espíritu. La morada de Dios y la escalera celestial unen al Lugar Santísimo que está en los cielos con nuestro espíritu. Considere el caso de la electricidad. Es por medio del fluir eléctrico que nuestros hogares están unidos a la central eléctrica. La electricidad se encuentra tanto en el generador de la central eléctrica como en nuestros hogares. Si no fuera por este fluir eléctrico, la central eléctrica se hallaría muy lejos de nuestras casas; pero gracias a este fluir estos dos lugares llegan a ser uno. De igual forma, el cielo está muy lejos de nuestro espíritu, pero este maravilloso Cristo se encuentra tanto en los cielos como en nuestro espíritu. Romanos 8:34 dice que Cristo está sentado a la diestra de Dios intercediendo por nosotros, y Romanos 8:10 dice que Cristo también está dentro de nosotros. No es que haya dos Cristos, uno en el cielo y otro dentro de nosotros, ni se trata de un mismo Cristo en dos ocasiones distintas. Así como la electricidad de la central de energía está unida a nuestros hogares, de la misma manera el Cristo que está en el tercer cielo está unido a nuestro espíritu. Él es mucho más maravilloso que la corriente eléctrica. Si por medio de la electricidad dos lugares pueden llegar a ser uno, cuanto más nuestro maravilloso Cristo puede estar tanto en los cielos como en nuestro espíritu.


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