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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 37 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE TREINTA Y SIETE

SE REVELAN LOS MISTERIOS DEL REINO

(3)

En el mensaje anterior vimos que la buena tierra representan aquellos que viven conforme a la constitución del reino de los cielos. Esta constitución los describe como pobres en espíritu, puros de corazón, ajenos al tráfico mundano, sin dureza de corazón, ni las piedras ocultas de concupiscencia, egoísmo, carnalidad y mal genio. Todas estas virtudes corresponden a los requisitos contenidos en la constitución del reino de los cielos. Aquellos que son la buena tierra tampoco tienen espinos, ansiedad, ni son arrastrados por el engaño de las riquezas. Por todo esto ellos llegan a ser la buena tierra en la cual la semilla puede crecer, pues son los que viven en conformidad con la constitución del reino de los cielos. Su modo de vivir empareja perfectamente con la constitución.

El reino de los cielos se edifica por la multiplicación de la semilla. El sembrador siembra la semilla, la cual crece y se multiplica, y finalmente esta multiplicación llega a ser el constituyente del reino. Esto confirma que ningún tipo de labor externa edifica el reino, sino únicamente la multiplicación de la semilla que el sembrador echa a la tierra. Cristo, el sembrador, vino sembrándose a Sí mismo como la semilla de vida. Esta semilla se ha depositado en la humanidad con el fin de producir fruto, esto es, los hijos del reino. Esto es la multiplicación de la semilla, y tal multiplicación edifica el reino. Por lo tanto, el reino es la multiplicación de la semilla sembrada por el sembrador. El sembrador mismo es la semilla, y la multiplicación de la semilla es la multiplicación del sembrador. Así que, el reino se edifica con la multiplicación de Cristo. El reino es el agrandamiento de Cristo, o sea, la multiplicación de Cristo como la semilla sembrada en nosotros. Si vemos esto, sabremos la clase de vida que debemos vivir y en qué situación debemos estar para participar en el reino. Habiendo visto este asunto, procederemos a analizar la segunda parábola (13:24-30, 36-43).

II. EL ESTABLECIMIENTO DEL REINO Y
SUS FALSOS CONSTITUYENTES

A. El reino de los cielos es semejante a un hombre que siembra buena semilla

El versículo 24 dice: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que siembra buena semilla en su campo”. En la segunda parábola el Señor comenzó diciendo: “El reino de los cielos es (o, ha venido a ser) semejante a”, porque el reino de los cielos comenzó a establecerse cuando esta parábola empezó a cumplirse, esto es, en el día de Pentecostés, cuando la iglesia fue edificada (16:18-19). Desde aquel momento, después de que la iglesia fue fundada, la cizaña, o sea los creyentes falsos, fue sembrada entre el trigo, los creyentes verdaderos.

El reino de los cielos comenzó con la segunda parábola. Esta es la razón por la cual el Señor utilizó la expresión, “el reino de los cielos ha venido a ser semejante a” y no la usó en la primera parábola, pues hasta ese momento el reino de los cielos aún no había venido. La primera parábola estaba relacionada con la obra preliminar del establecimiento del reino de los cielos, mientras que, para el tiempo de la segunda parábola, el reino de los cielos ya había llegado; así que, el Señor dijo que el reino de los cielos había venido a ser semejante a un hombre que siembra buena semilla en su campo.

B. El Rey celestial sembró
buena semilla en Su campo

La parábola de la cizaña es fácil de entender. En la primera parábola la semilla que el sembrador echa a la tierra, era la palabra del reino. El versículo 19 habla de esto claramente. Pero en la segunda parábola vemos que la semilla se ha desarrollado y se ha convertido en los hijos del reino (v. 38). En primera instancia, esto significa que la semilla es la palabra sembrada en la humanidad, la cual ha crecido y ha llegado a ser los hijos del reino. En los mensajes anteriores señalé que la semilla es la palabra, la cual contiene a Cristo en ella como vida. Conforme a la segunda parábola esta semilla crece en nosotros, los ciudadanos o hijos del reino. Por lo tanto, el trigo son los hijos del reino, los creyentes genuinos, aquellos que fueron regenerados por la vida divina.


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