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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 26 de 72 Sección 1 de 2

ESTUDIO VIDA DE MATEO

MENSAJE VEINTISEIS

LA CONTINUACION DEL MINISTERIO DEL REY

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III. LA AUTORIDAD DEL REY

En Mateo 8:23—9:8 vemos la autoridad del Rey. La secuencia que presenta Mateo es maravillosa. Después de que el Rey indicó que no tenía nada material, ni siquiera un hogar o un lugar donde descansar, y después de no permitir que Sus seguidores cumpliesen con sus deberes para con los muertos, la narración de Mateo revela la autoridad de este Rey. A pesar de que El no tenía nada, tenía autoridad. De Mateo 8:23 a 9:8 encontramos tres aspectos de Su autoridad: la autoridad sobre los vientos y el mar (8:23-27), la autoridad sobre los demonios (8:28-34) y la autoridad para perdonar pecados (9:1-8).

A. Sobre los vientos y el mar

La autoridad del Señor se manifestó sobre los vientos y el mar. Esta no es una autoridad ordinaria, sino extraordinaria. El Señor se encontraba en una barca con Sus discípulos, cuando “se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca” (v. 24). Cuando los discípulos, temiendo por sus vidas, despertaron al Señor (v. 25), El les dijo: “¿Por qué os acobardáis así, hombres de poca fe?” (v. 26). La fe proviene de la palabra del Señor y depende de ella (Ro. 10-17). El Señor les había dado Su palabra en el versículo 18 diciéndoles que pasaran al otro lado. Si ellos hubieran creído esa palabra, no habrían tenido necesidad de orar como lo hicieron en el versículo 25. Esto significa que no habían comprendido plenamente la palabra del Señor; por lo tanto, su fe era pequeña.

El versículo 26 dice: “Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y sobrevino gran calma”. Mientras el Señor y los discípulos iban navegando hacia el otro lado del mar, donde echarían fuera demonios, algo en el aire y bajo el mar empezó a causarles dificultades. En el aire estaban los ángeles caídos y en el agua los demonios. Así que, el mandato del Señor no fue en realidad dirigido a los vientos ni al mar, sino a los ángeles caídos que se encontraban en el aire y a los demonios que estaban bajo el agua. No se reprende lo que no tiene vida, sino lo que tiene personalidad. El Rey reprendió a los vientos y al mar, debido a que en los vientos estaban los ángeles satánicos caídos (Ef. 6:12), y en el mar se encontraban los demonios (Mt. 8:32). Los ángeles caídos, que están en el aire, y los demonios, que están en el agua, se pusieron de acuerdo para impedir que el Rey fuera al otro lado del mar, porque sabían que allí echaría fuera a los demonios (vs. 28-32). Tan pronto como el Rey les ordenó a los ángeles caídos y a los demonios malignos que cesaran, ellos obedecieron de inmediato, y sobrevino una gran calma. El hecho de que fuera una “gran calma”, contrasta con la medida de la fe de los discípulos, la cual era pequeña (v. 26).

El versículo 27 dice: “Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué clase de hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” En realidad no fueron los vientos y el mar los que obedecieron la autoridad del Rey, sino los ángeles caídos que estaban por encima de los vientos y los demonios que estaban debajo del mar. Por lo tanto, en los versículos del 23 al 27 vemos una manifestación de la autoridad sobrenatural del Rey. El Señor no tenía madriguera, nido, ni dónde recostar Su cabeza; sin embargo, tenía una autoridad sobrenatural sobre el ambiente natural. Era plenamente apto para ser el Rey del reino celestial. Aparte de El nunca existió sobre la tierra un Rey con una autoridad tan extraordinaria.

B. Sobre los demonios

Cuando el Señor Jesús arribó a la tierra de los gadarenos, salieron a Su encuentro dos hombres poseídos por demonios. Cuando los dos endemoniados se encontraron con el Señor Jesús, los demonios clamaron diciendo: “¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (v. 29). El Rey se llamaba a Sí mismo el Hijo del Hombre (v. 20), pero los demonios lo llamaron Hijo de Dios, tentándolo para que se desviara de Su posición como Hijo de Hombre. Los demonios le preguntaron si había venido a atormentarlos antes de tiempo. La expresión “antes de tiempo” implica que Dios señaló un tiempo a partir del cual los demonios serían atormentados, y los demonios lo sabían. Este tiempo empezará después del milenio y durará eternamente. (Véase la nota de Apocalipsis 20:13 en la Versión Recobro).

Aquellos demonios, no queriendo ser atormentados antes de tiempo, rogaron al Señor Jesús, diciendo: “Si nos echas fuera, envíanos a la piara” (v. 31). El hecho de que los demonios le rogaran, indica que estaban bajo el poder y autoridad del Rey. El versículo 32 dice: “El les dijo: ¡Id! Y ellos salieron, y entraron en los cerdos; y he aquí, toda la piara se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas”. La palabra “¡Id!” fue la orden autoritaria del Rey, y los demonios la obedecieron. El Rey atendió al ruego de los demonios de entrar en los cerdos, ya que éstos son animales inmundos ante los ojos de Dios (Lv. 11:7). Los cerdos, incapaces de tolerar tal posesión por los demonios, se precipitaron en el mar. Los demonios consintieron en ello, porque el agua es su morada (12:43-44).

El Señor Jesús, al permitir que los demonios entrasen en los cerdos, no tenía por meta dañar la ocupación de los que apacentaban los cerdos; más bien, la destruyó con la esperanza de que aquellos que participaron en esa ocupación inmunda fuesen salvos y se volviesen a El. Los cerdos inmundos, condenados por Dios, no debían haber estado presentes.

Cuando los dueños de los cerdos oyeron lo que había sucedido, se ofendieron. El versículo 34 dice: “Y he aquí toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos”. Ellos rogaron al Señor Jesús que se fuera, y El lo hizo (9:1). Los habitantes de aquella ciudad, por haber perdido sus cerdos, rechazaron al Rey. Ellos preferían sus cerdos inmundos más que al Rey del reino celestial. Probablemente eran gentiles. (Gadara estaba a orillas del mar de Galilea, al otro lado de Galilea de los gentiles, 4:15). Ellos rechazaron al Rey celestial debido al modo inmundo que tenían de ganarse la vida.

La venida del Rey a este distrito puso todo en su lugar: no sólo fueron echados fuera los demonios de aquellos dos hombres, sino que los cerdos se ahogaron. Por tanto, toda la región fue limpiada, y los demonios regresaron a su morada. Esta fue una exhibición de la autoridad del Señor.


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