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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 40 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE CUARENTA

SE REVELAN LOS MISTERIOS DEL REINO

(6)

Antes de continuar con la parábola de la red, quiero dar una palabra adicional con relación al tesoro y a la perla. En la Biblia el número siete está compuesto de cuatro más tres, tres más cuatro o seis más uno. En la Biblia el número siete se menciona por primera vez con respecto a los seis días de creación más el día de reposo, el sábado. En Apocalipsis las siete iglesias están compuestas de tres más cuatro. Los siete sellos primeramente están compuestos de cuatro más tres, y luego de seis más uno. Vemos el mismo principio con las siete trompetas y las siete copas. En Mateo 13 el número siete se presenta primeramente compuesto de cuatro más tres y después de seis más uno. Las primeras cuatro parábolas están relacionadas con el alimento, pero la quinta y la sexta se relacionan con la transformación que se da para la edificación. Aunque incluso se puede encontrar levadura en el pan más duro, en las perlas y las piedras preciosas no se puede. Además, aunque un barquillo o incluso el pan duro pueden ser arruinados al verterse agua sobre ellos, esto no sucede ni con las perlas ni con las piedras preciosas.

La palabra que el Señor da en Mateo 13 no es solamente una profecía o doctrina, sino también una visión de la situación práctica del cristianismo de hoy con respecto a la iglesia y al reino. Lo que dice acerca de los misterios del reino no es idealista ni intangible, sino práctica. Así que, si queremos entender estas parábolas, debemos pedir al Señor que nos muestre alguna aplicación práctica de ellas. Nuestro entendimiento de las parábolas debe concordar con la situación práctica. Al observar la cristiandad actual, nos daremos cuenta de que los verdaderos creyentes son el trigo y que los falsos cristianos se han mezclado con los verdaderos para frustrar el crecimiento de éstos. En cualquier parte de la tierra, especialmente en Europa, podemos ver más cristianos falsos que verdaderos. En los países predominantemente católicos, como Italia y Brasil, es difícil encontrar un solo creyente genuino entre los muchos llamados cristianos. Por lo tanto, la interpretación que afirma que la cizaña son los falsos creyentes no sólo es doctrinal, sino práctica, según los hechos históricos y la situación real. Además, el gran árbol se encuentra ante nosotros. Hoy día podemos contemplar la enorme fachada de la cristiandad. Esto no es doctrina ni profecía. Ante nuestros ojos tenemos el cumplimiento práctico de esta profecía. También podemos ver la levadura en todas partes. En el cristianismo la levadura se encuentra en todo. Cada aspecto del cristianismo ha sido leudado y en cada rincón se puede encontrarlo. Si hay una pequeña cantidad de verdad, de seguro se encuentra mezclada con una enorme cantidad de levadura. Esta es la verdadera situación de hoy.

Podemos interpretar y aplicar las primeras cuatro parábolas de una manera práctica, y debemos hacer lo mismo con la quinta y la sexta. Recientemente el Señor nos mostró la manera práctica de entender estas parábolas. Para entender cualquier profecía de una manera práctica necesitamos ver los hechos. Sólo al verlos, podemos entender. En el recobro del Señor tenemos el tesoro y la perla. En las primeras cuatro parábolas tenemos el trigo, la cizaña, la semilla de mostaza y la levadura. Nosotros no somos la cizaña, sino el trigo y la harina fina. No obstante, en el recobro del Señor esto no es adecuado Si sólo somos el trigo o la harina fina, no estaremos satisfechos, pues en el recobro del Señor también se encuentran la perla y el tesoro de piedras preciosas. El Señor, en Su recobro, debe tener una iglesia pura, sólida y genuina, como una perla. En tal perla no hay mezcla ni opacidad; por el contrario, es absolutamente pura y resplandeciente. Si queremos saber cómo es la iglesia en el recobro del Señor, veamos una perla, y así sabremos cómo debe ser la iglesia. Aunque todavía no estamos completamente satisfechos con nuestra situación, podemos decir que las iglesias en el recobro del Señor son como perlas. No importa cuán sólido sea el pan, todavía existe la posibilidad de que sea leudado. Pero cuando la iglesia se haya convertido en una perla, será imposible leudarla. ¿Quién puede añadir levadura a una perla o a una piedra preciosa?

En el recobro del Señor, por un lado debemos ser como una perla y por otro, como una piedra preciosa. En cuanto a la vida, somos la perla, y en cuanto a nuestro vivir, somos el tesoro, las piedras preciosas. Acordémonos de que en la Nueva Jerusalén cada puerta es una perla, pero los muros están edificados con piedras preciosas. Las puertas de perla son la entrada, el comienzo, y los muros, la expresión. La iglesia es nuestra vida y el reino es nuestro vivir. Nosotros, la iglesia, fuimos regenerados y librados del mundo corrupto de Satanás. Sin embargo, no somos únicamente la perla, la entrada, o sea el comienzo, sino también las piedras preciosas, por las cuales se tiene la expresión. Esto representa nuestro vivir bajo el gobierno celestial. Esto es el reino. Como la iglesia, somos la perla, la cual tiene vida y es un nuevo comienzo, una entrada. Y como el reino, somos el tesoro, las piedras preciosas, erigido como algo que ha sido edificado para expresar a Cristo bajo la constitución celestial. Este es nuestro vivir y nuestra expresión.

Algunos maestros afirman que el reino está relacionado con Israel, pero quizá nadie enseñe que la perla se relaciona con la iglesia. Aquellos que relacionan el reino con Israel se aferran demasiado a la doctrina y al estudio de las dispensaciones. Necesitamos aplicar las parábolas del tesoro y de la perla no sólo de una manera doctrinal o dispensacional, sino también de una manera práctica. Para aplicarlas prácticamente debemos ver que durante el período del cristianismo el Señor ha trabajado para obtener el tesoro y la perla. En el cristianismo podemos encontrar trigo, cizaña, el gran árbol, y la levadura en la harina. Pero el Señor no sólo dio las cuatro parábolas dirigidas hacia el cristianismo, sino también otras dos parábolas acerca de la vida apropiada y genuina de iglesia. Las iglesias en el recobro del Señor se encuentran en la quinta y la sexta parábolas. Estas iglesias hoy son el tesoro y la perla. En cuanto a la vida se refiere, somos la perla, pero en cuanto a nuestro vivir, somos el tesoro. Es por la vida que somos las puertas de perla, y por nuestro vivir que somos los muros hechos de piedras preciosas. Estos muros representan el reino de vida, el vivir práctico de la iglesia bajo el dominio de Dios.

Esto nos capacita para entender de manera más completa la Nueva Jerusalén. Las doce puertas de perla representan la iglesia como la entrada, y los muros de piedras preciosas representan el reino, la expresión de un vivir según la norma celestial. Cuando usted dice: “Señor Jesús, cómo te agradezco que tengo la vida divina”, esto es la perla. Pero cuando dice: “Oh Señor, concédeme más gracia para poder ser pobre en espíritu y puro de corazón, para vivir conforme a Tu regulación, y para que trabajes de tal manera que no haya en mí más rocas ni espinos, y yo pueda vivir conforme a la constitución celestial”, inmediatamente usted llega a ser el tesoro. En un aspecto, somos la perla, pero en otro, somos el tesoro.

La quinta parábola habla acerca de un hombre que encuentra un tesoro, y la sexta, de un comerciante que busca una perla. En cuanto al reino, Cristo es el hombre, y con respecto a la iglesia, es el comerciante. Esto concuerda con el concepto de toda la Biblia. El reino requiere un hombre; para tener el reino de Dios sobre la tierra existe la necesidad de un hombre. Cristo vino como este hombre, no como el primer hombre, sino como el segundo. Primeramente este hombre encontró el reino; luego, debido al rechazo de Israel, El escondió de los judíos este reino. Con respecto a la iglesia, Cristo es el comerciante, alguien que siempre busca obtener algo de gran valor. En cuanto al reino, el hombre compró el campo, la tierra, y lo hizo porque el reino está en la tierra. Sin embargo, para obtener la perla, el comerciante no compró el mar, sino únicamente la perla. Cristo compró la perla directamente así como la tierra, pero no compró el tesoro directamente. Aunque Cristo redimió la iglesia y la tierra, no redimió el reino. El reino no necesita un redentor ni un comprador. No obstante, la tierra perdida, o sea, la tierra que Dios creó y que después se perdió, sí requiere un redentor. De igual manera, la iglesia, compuesta de los escogidos y predestinados de Dios, también requiere un comprador debido a que éstos se habían perdido. Por lo tanto, el reino requiere sólo un hombre, pero la iglesia necesita un comerciante y un redentor.


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