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Estudio-vida de 1, 2 y 3 Juan, Judaspor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3089-5
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ESTUDIO-VIDA DE 1 JUAN

MENSAJE TREINTA Y NUEVE

LAS VIRTUDES DEL NACIMIENTO DIVINO:
VENCER AL MUNDO, LA MUERTE, EL PECADO,
EL DIABLO Y LOS ÍDOLOS

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Lectura bíblica: 1 Jn. 5:18-21

Antes de empezar a examinar 1 Juan 5:18-21, quisiera añadir algo acerca de la petición que imparte vida, de la cual se habla en 5:14-17. En 5:14-17 se nos da a entender que además de poseer la vida eterna y disfrutarla, también podemos ministrar esta vida a otros. Esto significa que podemos dar vida eterna a otros. Al respecto, el pensamiento de Juan es muy profundo. No obstante, aunque es profundo, también se aplica de manera práctica a nuestra vida cristiana. Si disfrutamos la vida eterna y la experimentamos, ciertamente podremos ser canales por los cuales esta vida sea impartida a otros. Así, podremos ministrar vida eterna a otros miembros del Cuerpo.

En 5:16 Juan dice que hay pecado de muerte por el cual no debemos pedir. Ya señalamos que conforme a la disciplina gubernamental de Dios, hay pecados que son de muerte. Sin embargo, este tema de los pecados que son de muerte no debe distraernos del pensamiento básico contenido en estos versículos, a saber, el de ministrar vida eterna a otros. En esta sección se nos da a entender que podemos ser canales por los cuales la vida eterna fluye de nosotros hacia los demás. Así que, en vez de procurar saber si alguien será sanado o si cierto pecado es de muerte, simplemente debemos reconocer el hecho de que todos los santos con quienes nos relacionamos, quienes también son miembros del Cuerpo, necesitan que la vida eterna fluya de nosotros hacia ellos.

Debemos ministrar vida a otros. La manera de ministrar vida a los santos es orar con ellos o tener comunión con ellos. A veces podemos ministrar vida a un hermano simplemente visitándolo, sin hablarle mucho; el solo hecho de tener contacto con él le ministra vida. Mientras estamos con dicho hermano, la vida fluye de nuestro ser hacia él. Así, pues, en 5:14-17 debemos ver que tenemos vida eterna, y que podemos experimentarla y disfrutarla, para después ministrarla a otros.

EL NACIMIENTO DIVINO

En 5:18-21 se da una conclusión muy enfática a la Epístola de 1 Juan. En esta conclusión Juan recalca una vez más el nacimiento divino (v. 18). Como ya señalamos, la estructura de este libro se compone del nacimiento divino, la vida divina, la comunión divina, la unción divina y todas las virtudes que provienen del nacimiento divino. Espero que todo lo relacionado con el nacimiento divino, es decir, el hecho de que hemos sido engendrados por Dios, quede grabado profundamente en nosotros. Asimismo, es imprescindible que quede grabado en nosotros lo tocante a la vida divina, la cual fue sembrada como simiente divina en nuestro ser; lo tocante a la comunión divina, la cual hace posible que disfrutemos las riquezas de la vida divina; lo tocante a la unción divina, por la cual permanecemos en el Señor y tenemos comunión con Él; y lo tocante a todas las virtudes que proceden del nacimiento divino. Con respecto a estos asuntos, no debemos tener simplemente el conocimiento de ellos; más bien, debemos tocar las profundidades de la realidad de estos asuntos mencionados en esta epístola.

En 5:18 Juan dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca”. Con miras a que no cometamos pecado, el cual no sólo interrumpe la comunión de la vida divina (1:6-10), sino que también puede producir la muerte física (5:16-17), el apóstol, persuadido de la capacidad de la vida divina, recalca una vez más nuestro nacimiento divino. El simple hecho de haber nacido de la vida divina, no permite que nosotros, quienes hemos sido regenerados, practiquemos el pecado (3:9), es decir, que vivamos en el pecado (Ro. 6:2).


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