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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 72 Sección 1 de 5

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE DOS

LOS ANTEPASADOS Y LA CONDICION DEL REY

(2)

D. Abraham

La genealogía presentada en el Evangelio de Mateo comienza con Abraham, pero la genealogía dada en el Evangelio de Lucas se remonta a Adán. Mateo no abarca a Adán ni a sus descendientes, pero Lucas sí lo hace. ¿Qué significado podría tener esta diferencia? Lucas es un libro sobre la obra salvadora de Dios, mientras que Mateo es un libro sobre el reino. La salvación es para el linaje creado y caído, al cual representa Adán, pero el reino de los cielos es únicamente para el pueblo escogido de Dios, el linaje llamado representado por Abraham. Por lo tanto, Mateo empieza con Abraham, pero la genealogía presentada en Lucas se remonta a Adán.

1. Llamado

En los primeros diez capítulos y medio de Génesis vemos que Dios trató de obrar con el linaje creado, pero no pudo. El linaje creado le falló. El hombre cayó tanto que la humanidad se rebeló contra Dios hasta lo máximo y edificó la torre y la ciudad de Babel para expresar su rebelión (Gn. 11:1-9). Entonces Dios renunció al linaje creado y caído y llamó a un hombre, a Abraham, y lo sacó de ese linaje para que fuese el padre de otro. De un lugar lleno de rebelión e idolatría, donde todos eran uno con Satanás, Dios llamó a un hombre, Abraham (Gn. 12:1-2; He. 11:8). Desde el momento en que Dios llamó a Abraham y lo sacó de Babel (la cual vino a ser Babilonia) para que morase en Canaán, Dios renunció al linaje adánico e invirtió todos Sus intereses en el linaje nuevo, el cual tenía a Abraham por cabeza. Este es el linaje llamado, el linaje transformado. No es un linaje según lo natural, sino un linaje según la fe.

El reino de Dios está destinado para este linaje. Nunca podría ser para el linaje caído. Por consiguiente, Mateo, al referirse al reino de los cielos, comienza con Abraham. Debido a que el libro de Lucas trata de la obra salvadora de Dios (e indudablemente la salvación es para el linaje caído), la genealogía que presenta se remonta a Adán. En el libro de Lucas, después de ser salvos, somos espontáneamente traslados del linaje caído al linaje llamado. Anteriormente, éramos descendientes de Adán; ahora somos descendientes de Abraham. Gálatas 3:7 y 29 nos dicen que los que creen en Jesucristo son hijos de Abraham. ¿De quién es usted hijo? ¿Es usted hijo de Adán o hijo de Abraham? Somos los judíos genuinos (Ro. 2:29). Nuestro abuelo es Abraham. Estamos en la misma categoría que él. Si no fuésemos descendientes de Abraham, no tendríamos parte en el libro de Mateo, ni aun en el breve libro de Gálatas, porque éste fue escrito para los descendientes de Abraham. Sólo si somos descendientes de Abraham, tendremos parte en Gálatas. ¡Alabado sea el Señor porque somos los hijos de Abraham! “Si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gá. 3:29).

Abraham fue llamado por Dios. La palabra griega traducida iglesia es ekklesía, la cual significa “los llamados a salir”. Por lo tanto, nosotros los que estamos en la iglesia también somos llamados. Abraham fue llamado a salir de Babel, lugar de rebelión e idolatría y a entrar en la buena tierra, la cual tipifica a Cristo. Nosotros también estábamos en Babel. Eramos caídos, rebeldes, y adorábamos ídolos. En la actualidad todo el linaje humano está en Babel. Nosotros estábamos allí, pero un día Dios nos sacó al llamarnos de allí y nos puso en Cristo, la tierra elevada. Fuimos llamados por Dios a “la comunión (la participación) de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor” (1 Co. 1:9). “Para los llamados ... Cristo [es] poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:24).

2. Justificado por la fe

Abraham, habiendo sido llamado, fue justificado por la fe (Gn. 15:6; Ro. 4:2-3). Los que han caído dependen de su propia obra, pero los llamados creen en la obra de Dios, y no en la suya. Ninguna persona caída puede ser justificada ante Dios por sus propias obras (Ro. 3:20). Por lo tanto, los llamados, habiendo sido llamados por Dios y sacados de su linaje caído, no confían ya en sus propios esfuerzos, sino en la obra de gracia que Dios efectúa. Abraham y todos los demás creyentes son así. “Los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gá. 3:9). La bendición de la promesa de Dios, “la promesa del Espíritu” (Gá. 3:14), es para los que creen. Por la fe recibimos al Espíritu, quien es la realidad de Cristo así como Cristo mismo hecho real para nosotros (Gá. 3:2). Así que, tanto Abraham como nosotros somos asociados con Cristo y unidos a El por la fe. Por la fe en la obra de gracia efectuada por Dios, los llamados de Dios son justificados por El y participan de Cristo, su porción eterna.


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