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Estudio-vida de 1, 2 y 3 Juan, Judaspor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3089-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 49 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE 1 JUAN

MENSAJE SEIS

LOS REQUISITOS CORRESPONDIENTES
A LA COMUNIÓN DIVINA

(1)

Lectura bíblica: 1 Jn. 1:5-7

En los mensajes anteriores hablamos acerca de dos misterios: el misterio de la vida divina y el misterio de la comunión divina. Aunque no abarcamos estos asuntos de manera exhaustiva, creo que en cierto modo éstos nos han sido revelados y que, por lo menos, hemos recibido algunas pautas que nos ayudarán a profundizar en ellos. En este mensaje daremos inicio al tema de los requisitos de la comunión divina, es decir, las condiciones que tienen que cumplirse para poder disfrutar de esta comunión.

Si deseamos ser partícipes de la comunión divina, es preciso que cumplamos con ciertos requisitos, condiciones u obligaciones. Sólo entonces podremos disfrutar de la comunión divina. Los requisitos correspondientes a la comunión divina se revelan en la segunda parte del capítulo 1 y en la primera parte del capítulo 2 (1:5—2:11). Solamente dos versículos hablan de la vida divina (1:1-2) y otros dos versículos tratan de la comunión divina (vs. 3-4), mientras que diecisiete versículos están relacionados con los requisitos correspondientes a la comunión divina. Esto indica que, en lo que respecta a nosotros, dichos requisitos constituyen un tema sumamente importante.

La vida divina y la comunión divina son provistas por Dios. Sin embargo, para poder disfrutar de la comunión divina, nos corresponde a nosotros cumplir con ciertos requisitos, condiciones o exigencias. Es muy sencillo recibir la vida divina y ser introducido en la comunión de la vida divina; pero no es igualmente sencillo mantener activa esta comunión y permanecer en ella. Es por eso que aquí el apóstol Juan no se salta los requisitos que debemos cumplir para permanecer en la comunión divina. Como veremos, hay principalmente dos requisitos que se abarcan en 1:5—2:11, los cuales son: confesar los pecados (1:5—2:2) y amar a Dios y a los hermanos (vs. 3-11).

La primera condición que debemos cumplir para participar de la comunión divina tiene que ver con el pecado y los pecados. El pecado y los pecados representan un serio problema en relación con el disfrute que tenemos de la comunión divina, pues hacen que nuestra comunión con el Dios Triuno sea estorbada e interrumpida. Por esta razón, el apóstol Juan dedica varios versículos a la confesión de nuestros pecados. Antes de examinar estos versículos, quisiera comunicar a usted algunos asuntos que nos ayudarán a entender lo que dicen los escritos de Juan en cuanto al pecado y los pecados.

EL PECADO QUE MORA EN NOSOTROS

Según la Biblia, el pecado mora en nosotros, en nuestra carne. Romanos 7:20 dice: “Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Aquí la palabra mora indica que el pecado es algo que está vivo. Si se tratara de un objeto inanimado, como por ejemplo, una silla, usted nunca usaría el verbo morar, es decir, usted jamás diría que en su casa mora una silla. Así que, si uno afirma que algo mora en un lugar específico, aquello tiene que estar vivo y ser orgánico. Por consiguiente, el hecho de que el pecado more en nosotros indica que el pecado es una entidad viva.

El pecado descrito en Romanos 7 está personificado. Las actividades del pecado son comparables a las de una persona. El pecado toma ocasión por el mandamiento y produce codicia en nosotros (v. 8), y también el pecado puede engañarnos y matarnos (v. 11). Según lo que Pablo dice en el versículo 17, el pecado mora en nosotros y obra ciertas cosas en nosotros: “Ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí”. Además, Pablo dice que el pecado entra (5:12), reina (v. 21), se enseñorea de la gente (Ro. 6:14), produce muerte en nosotros (7:13) y es algo que está bastante vivo (v. 9). Por lo tanto, el pecado no es una cosa o una sustancia inanimada; al contrario, el pecado es una entidad viva que puede morar en nosotros y hacer cosas en contra de nuestra voluntad. Ésta es la razón por la cual Pablo dijo que ya no era él quien hacía ciertas cosas, sino el pecado que moraba en él.

Algunos se oponen a nosotros por causa de que enseñamos que el pecado mora en nuestra carne y que este pecado que mora en nosotros está personificado. Sin embargo, esta enseñanza acerca del pecado que mora en nosotros y las actividades que realiza, concuerda perfectamente con las Escrituras. No podemos negar lo que Pablo dice en Romanos 7 en relación con el pecado.


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