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Estudio-vida de 1, 2 y 3 Juan, Judaspor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3089-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 12 de 49 Sección 1 de 5

ESTUDIO-VIDA DE 1 JUAN

MENSAJE DOCE

LOS REQUISITOS CORRESPONDIENTES
A LA COMUNIÓN DIVINA

(4)

Lectura bíblica: 1 Jn. 1:8-10

En este mensaje continuaremos hablando sobre los requisitos correspondientes a la comunión divina.

DESCARRIARNOS

En 1:8 Juan dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Decir que no tenemos pecado es decir que no tenemos el pecado que mora en nosotros (Ro. 7:17), en nuestra naturaleza. Esto era lo que enseñaba la herejía gnóstica. Con esto, el apóstol vacunaba a los creyentes contra esta falsa enseñanza. Esta sección, 1:7—2:2, trata de los pecados cometidos por los creyentes después de que ellos son regenerados. Tales pecados interrumpen su comunión con Dios. Si los creyentes, después de haber sido regenerados, no tuvieran pecado en su naturaleza, ¿cómo podría ser que pequen en su conducta? Aunque sólo pequen ocasionalmente, y no habitualmente, el hecho de que aún pequen es suficiente prueba de que el pecado todavía opera dentro de ellos. De no ser así, su comunión con Dios nunca se vería interrumpida. La enseñanza del apóstol aquí condena también la enseñanza actual acerca del perfeccionismo, según la cual en esta vida terrenal es posible llegar a un estado en el cual uno es completamente libre del pecado. Asimismo, la enseñanza del apóstol anula la actual errónea enseñanza sobre la erradicación de la naturaleza pecaminosa, la cual, interpretando incorrectamente lo dicho en 3:9 y 5:18, afirma que los que han sido regenerados no pecan debido a que su naturaleza pecaminosa ya fue totalmente erradicada.

La palabra griega traducida “nos engañamos a nosotros mismos” puede también traducirse “nos descarriamos”. Decir que no tenemos pecado porque fuimos regenerados, es engañarnos a nosotros mismos, lo cual hace que no reconozcamos nuestra propia experiencia y que nos descarriemos.

La palabra “verdad” del versículo 8 denota la realidad de Dios revelada, los hechos que nos son transmitidos en el evangelio, tales como la realidad de Dios y de todas las cosas divinas, las cuales son Cristo (Jn. 1:14, 17; 14:6); la realidad de Cristo y de todas las cosas espirituales, las cuales son el Espíritu (v. 17; 15:26; 16:13; 1 Jn. 5:6); y la realidad de la condición del hombre (Jn. 16:8-11). Aquí denota especialmente la realidad de nuestra condición pecaminosa después de la regeneración, como nos es mostrada bajo la iluminación de la luz divina en nuestra comunión con Dios. Si decimos que después de haber sido regenerados no tenemos pecado, la realidad, la verdad, no permanece en nosotros, pues no reconocemos nuestra verdadera condición después de la regeneración.

CONFESAR NUESTROS PECADOS

En el versículo 9 Juan añade: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. Esto se refiere a la confesión de nuestros pecados, de nuestros fracasos, después de ser regenerados, y no a la confesión de nuestros pecados antes de nuestra regeneración.

Dios es fiel a Su palabra (v. 10) y justo con relación a la sangre de Jesús Su Hijo (v. 7). Su palabra es la palabra de la verdad de Su evangelio (Ef. 1:13), la cual nos dice que Él nos perdonará nuestros pecados por causa de Cristo (Hch. 10:43); y la sangre de Cristo ha satisfecho Sus justos requisitos para que Él pueda perdonar nuestros pecados (Mt. 26:28). Si confesamos nuestros pecados, Dios, conforme a Su palabra y con base en la redención efectuada mediante la sangre de Jesús, nos perdona porque Él tiene que ser fiel a Su palabra y justo con relación a la sangre de Jesús; de otro modo, Él sería infiel e injusto. Debemos confesar nuestros pecados para que Él nos pueda perdonar. Tal perdón, cuyo fin es restaurar nuestra comunión con Dios, es condicional, pues depende de nuestra confesión.

En el versículo 9 Juan nos dice que Dios nos perdona y nos limpia. Al perdonarnos, Dios nos libera de la culpa de nuestros pecados, y al limpiarnos, Él nos lava de la mancha de nuestra injusticia.

Las palabras injusticia y pecados son sinónimas, pues toda injusticia es pecado (1 Jn. 5:17). Así que ambas se refieren a nuestras malos actos. La palabra pecados se refiere a la transgresión cometida contra Dios y los hombres a causa de nuestros malos actos, y la palabra injusticia denota la mancha causada por nuestros malos actos, la cual hace que no estemos bien ni con Dios ni con los hombres. Con respecto a la transgresión, lo que se necesita es el perdón; pero con respecto a la mancha, lo que se requiere es que Él nos limpie. Así que, necesitamos tanto del perdón de Dios como de Su limpieza para que nuestra comunión con Él sea restaurada, de modo que podamos disfrutarle en una comunión ininterrumpida con una buena conciencia, una conciencia sin ofensa (1 Ti. 1:5; Hch. 24:16).


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