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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 37 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE TREINTA Y SIETE

LA ABSTENCIÓN DE TODA MUERTE

Lectura bíblica: Lv. 11:24-25, 27b-28a, 31-35, 39-40, 36a, 37, 3, 9, 21, 44-45

Hemos visto que el capítulo 11 de Levítico hace hincapié en el asunto de la dieta, el asunto del comer. Ahora debemos ver que este capítulo también hace mucho hincapié en la muerte. En Levítico 11 se usa la palabra cadáver o cadáveres por lo menos trece veces, y muertos o muere es usada tres veces. Sin la muerte, no habría cadáveres; de ahí que un cadáver denote muerte. Mientras haya un cadáver, hay muerte.

Que la muerte sea mencionada en relación con nuestra dieta indica que lo que comemos, nuestra dieta, es un asunto de vida y muerte. Si tenemos contacto con cosas limpias, recibiremos vida; pero si tenemos contacto con cosas inmundas, recibiremos muerte.

En este capítulo, las palabras abominación y abominable también se refieren a la inmundicia. Debemos detestar la inmundicia, aborrecerla al máximo, por cuanto nos acarrea muerte. Cada vez que tenemos contacto con algo inmundo, tenemos contacto con la muerte. En Levítico 11 la inmundicia es sinónimo de muerte. Dondequiera que haya inmundicia, también habrá muerte; más aún, el resultado final de la muerte es un cadáver. Incluso los cadáveres de animales limpios son inmundos (vs. 39-40).

La muerte es algo desagradable y abominable. Por tanto, debemos abstenernos de la muerte. Aparentemente el capítulo 11 habla sobre abstenernos de la inmundicia; en realidad, este capítulo nos habla sobre abstenernos de la muerte. La muerte de la cual debemos abstenernos no es principalmente la muerte física, sino la muerte espiritual. En la tierra, la muerte espiritual predomina más que la muerte física. La muerte espiritual se encuentra en todas partes. La muerte espiritual no sólo abunda en los lugares pecaminosos y mundanos, sino también en los lugares más morales y éticos. El capítulo 11 de Levítico nos advierte que debemos abstenernos de la muerte espiritual.

Para que entendamos mejor lo que es la muerte espiritual, consideremos el significado de los dos árboles en el huerto del Edén: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Después que Dios creó al hombre, lo puso frente a estos dos árboles (Gn. 2:8-9). El árbol de la vida es simple, llana, íntegra y absolutamente un árbol de vida. Con respecto a este árbol no hay complicación alguna; únicamente posee un solo elemento: la vida. El hombre que Dios creó, por consiguiente, se encontraba frente al árbol de la vida.

En la Biblia, Dios es representado o simbolizado por un árbol (cfr. Os. 14:8). Cuando Dios se encarnó y vivió en la tierra, Él dijo de Sí mismo: “Yo soy la vid” (Jn. 15:5a). Una vid se extiende a medida que crece, y es por ello que está disponible a nosotros. Un pino, por el contrario, crece hacia arriba. No podríamos tocar la copa de un pino que ha crecido completamente, pero sí tenemos fácil acceso a una vid. Me alegro de que el Señor no dijo que era un pino, sino que era una vid. Nuestro Dios es elevado, pero descendió al grado de convertirse en una vid, extendiéndose a los cuatro confines de la tierra.

Esta vid es el árbol de la vida. Podemos demostrar esto al unir Juan 15:5a con Juan 14:6a, donde el Señor declara: “Yo soy [...] la vida”. Por una parte, Él es la vid, un árbol; por otra, Él es la vida. Por consiguiente, Él es el árbol de la vida. Cristo, la corporificación del Dios Triuno, es el árbol de la vida.

La Biblia no sólo comienza con el árbol de la vida, en Génesis, sino que también concluye con el árbol de la vida, en Apocalipsis. Apocalipsis 22:2a dice: “A uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”. El versículo 14 del mismo capítulo añade: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida”. Estos versículos hablan sobre el árbol de la vida, el cual está en la Nueva Jerusalén. ¿Y qué acerca de hoy? Hoy en día, en la vida de iglesia podemos disfrutar a Cristo como árbol de la vida. Según Apocalipsis 2:7, el Señor prometió darse a nosotros como árbol de la vida para nuestro deleite. “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”. La vida de iglesia hoy en día es una figura anticipada, una miniatura, de la Nueva Jerusalén, la cual es el Paraíso de Dios. Por tanto, en un sentido muy real, en la vida de iglesia nosotros estamos verdaderamente en el Paraíso de Dios, disfrutando a Cristo como nuestro árbol de la vida.

En Oseas 14:8, el Señor se compara a Sí mismo con un árbol de hoja perenne. Él no sólo es el árbol de la vida, sino también un árbol de hoja perenne. Como árbol de la vida, Él es siempre verde.

En el huerto del Edén no sólo estaba el árbol de la vida, sino también el árbol del conocimiento del bien y del mal. El árbol de la vida representa a Dios mismo como la totalidad y fuente de la vida. Cuando Dios puso a Adán en el huerto, Él sabía que en este universo había también otra fuente: Satanás, el enemigo de Dios. No sólo existe una fuente, Dios, quien es la fuente de la vida, sino también otra fuente, Satanás, la fuente de la muerte. Así como Dios es la totalidad y fuente de la vida, Satanás es la totalidad y fuente de la muerte. Por consiguiente, el árbol del conocimiento del bien y del mal representa la muerte.

La vida es pura y sencilla, mientras que la muerte está llena de complicaciones. El árbol que representa la muerte es el árbol del conocimiento del bien y del mal. En él vemos tres cosas que hacen de la muerte un asunto complicado: el conocimiento, el bien y el mal. Puesto que el conocimiento está relacionado con la muerte, cuanto más conocimiento adquiramos, mayor será nuestra participación en la muerte. Asimismo, el bien tiene que ver, no con la vida sino con la muerte. El mal, por supuesto, es un elemento propio de la muerte. Todos asociamos el mal con la muerte, pero es posible que asociemos el conocimiento y el bien con la vida. Sin embargo, según la Biblia, la vida se menciona por aparte, mientras que la muerte se menciona junto con el conocimiento y con el bien. A la postre, el conocimiento, el bien y el mal redundan en la muerte.

Si hemos de llevar una vida santa, debemos abstenernos de todo lo que pertenezca a la muerte. En particular, debemos abstenernos de esparcir chismes, una práctica muy común. Los que tienen el hábito de chismorrear a menudo aparentan estar preocupados por los demás y por su situación; en realidad, debido a que tienen el hábito de contar chismes, lo que buscan es más conocimiento con el propósito de chismorrear. La fuente de donde proviene el hábito de chismorrear es el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Por medio de la caída de Adán, dicho árbol fue plantado en nosotros. Pese a que hemos sido salvos y a que Dios como árbol de vida fue plantado en nuestro ser, el árbol del conocimiento del bien y del mal todavía está en nosotros. Eso significa que cada uno de nosotros es un huerto del Edén en miniatura. Dentro de nosotros está Dios como árbol de la vida y también Satanás como árbol del conocimiento del bien y del mal.

La práctica de chismorrear no tiene nada que ver con el árbol de la vida, ya que el chisme jamás imparte vida a los oyentes. Contar chismes es involucrarse con la muerte; es esparcir a los demás muerte, la cual pertenece al enemigo de Dios. Abstenerse de contar chismes es abstenerse de la muerte. Si hemos de llevar una vida santa, una vida que se abstiene de todo lo relacionado con la muerte, tenemos que apartarnos de la fuente de la muerte, es decir, tenemos que apartarnos del árbol del conocimiento del bien y del mal.


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