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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
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ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE TREINTA Y DOS

EL RESULTADO DEL SERVICIO SACERDOTAL

Lectura bíblica: Lv. 9:4, 6, 22-24

En este mensaje centraremos nuestra atención en el fruto, el resultado, de nuestro servicio sacerdotal. Es difícil hablar del resultado de nuestro sacerdocio porque dicho resultado no es material, sino espiritual, misterioso, celestial y divino. El resultado del servicio sacerdotal del Nuevo Testamento es la aparición de Dios a nosotros (v. 4), la aparición de la gloria de Dios a nosotros (vs. 6, 23b), la bendición divina (vs. 22-23) y el fuego consumidor (v. 24). Consideremos ahora cada uno de estos asuntos.

I. LA APARICIÓN DE DIOS A NOSOTROS

La aparición de Dios a nosotros guarda relación con el hecho de tomar a Cristo como las ofrendas. Al confesar nuestros errores, fracasos y malas acciones, espontáneamente tomamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestra ofrenda por las transgresiones. Esto puede llevarnos a tomarlo como nuestro holocausto. Quizás le digamos: “Señor Jesús, Tú eres mi holocausto. Yo no puedo llevar una vida de absoluta entrega a Dios, pero Tú sí puedes. Te tomo ahora, Señor, como mi entrega absoluta a Dios”. Esta clase de oración indica que deseamos vivir a Cristo para satisfacción de Dios. Entonces, la ofrenda por el pecado y el holocausto nos llevarán a tomar a Cristo como ofrenda de harina. Ofreceremos la mejor porción de ella a Dios como alimento, y nosotros nos alimentaremos de Cristo tomándole como nuestra comida diaria, como nuestro diario suministro de vida. Además, esto nos llevará a experimentar una sensación de paz, un ambiente tranquilo, y disfrutaremos a Cristo como nuestra paz, descanso, satisfacción y consuelo. Como resultado de tomar a Cristo en calidad de todas estas ofrendas, la presencia de Dios estará con nosotros. Ésta es la aparición de Dios a nosotros. No podemos verlo ni tocarlo físicamente, pero ciertamente tenemos la sensación de que Él se nos ha aparecido. Puesto que no podemos negar la sensación de que Dios se nos ha aparecido, desearemos adorarle, ofreciéndole nuestras alabanzas y acciones de gracias. Ésta es la manera en que experimentamos la aparición de Dios, la cual es resultado de nuestro servicio sacerdotal. Debemos tener esta experiencia no sólo temprano por la mañana, sino también durante el día.

Podemos experimentar la aparición de Dios en distintas situaciones. Por ejemplo, podemos disfrutar la aparición de Dios mientras predicamos el evangelio. Al predicar el evangelio, podemos aplicar a Cristo como las ofrendas, y el resultado de ello es que disfrutamos la aparición de Dios. A menudo disfrutamos de esto en las reuniones de la iglesia. Dios puede aparecérsenos incluso mientras salimos a caminar.

Nuestro sacerdocio neotestamentario redunda en que disfrutamos a Dios en Su aparición. La aparición de Dios será casi siempre una experiencia apacible y nos hará estar en silencio. A veces, Dios en Su soberanía dispondrá nuestras circunstancias para que concuerden con la quietud de Su aparición. En esos momentos pareciera que todo el universo está en completa calma, y que nosotros y Dios somos los únicos que existimos. Esta apacible aparición de Dios es el primer resultado de nuestro servicio sacerdotal neotestamentario.

II. LA APARICIÓN DE LA GLORIA DE DIOS A NOSOTROS

El segundo resultado del servicio sacerdotal es la aparición de la gloria de Dios a nosotros. Cuando servimos a Dios en nuestro espíritu, disfrutando a Cristo según las normas de Dios, disfrutaremos de la aparición de Dios, que a menudo viene acompañada de la aparición de la gloria de Dios. La gloria de Dios es Dios mismo expresado. Cuando Dios es expresado, eso es la gloria.

Cuando sirvamos a Dios con Cristo como las ofrendas según las normas prescritas por Dios y no según nuestras propias preferencias, a menudo disfrutaremos la aparición de la gloria de Dios. Veremos a Dios mismo expresado de distintas maneras. Por ejemplo, al visitar a un incrédulo en su casa para predicarle el evangelio, tal vez percibamos la gloria de Dios manifestada en nuestras palabras o en la expresión o actitud que esa persona muestra para con nosotros. Además, a menudo disfrutamos la gloria de Dios, Su expresión, en las reuniones de la iglesia. Quizás la reunión no sea muy viviente, pero de pronto alguien ofrece una oración muy viviente, y la reunión es resucitada y avivada. En esos momentos, percibimos que Dios es expresado en gloria.

En 2 Corintios 3 Pablo escribió acerca de la gloria del ministerio antiguotestamentario y de la gloria del ministerio neotestamentario. “Ahora bien, si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras vino en gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecía, ¿cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu? Porque si hay gloria con respecto al ministerio de condenación, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia” (vs. 7-9). En el caso de Moisés, quien tenía el ministerio antiguotestamentario, un ministerio de muerte y de condenación, la gloria —una gloria física— se manifestó en su rostro. Nosotros, los que tenemos el ministerio neotestamentario del Espíritu y de la justicia, tenemos una gloria en vida y en espíritu.

Las reuniones cristianas son maravillosas y misteriosas porque tienen que ver con Dios. El Señor Jesús dijo: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Creemos que el Señor está con nosotros en cada reunión, pero Él manifiesta Su presencia de distintas maneras y, dependiendo de nuestra condición en la reunión, Él nos da diversas sensaciones con respecto a la reunión. Por ejemplo, algunas veces Él permite que tengamos una sensación de muerte a fin de mostrarnos que estamos mal. Otras veces, Él despierta a todos los que están en la reunión, y todos tienen la sensación de que Dios los ha despertado. Este despertar es totalmente divino, y es en tales circunstancias que Dios se nos aparece en Su gloria, en Su expresión.

La aparición de la gloria de Dios en las reuniones de la iglesia está relacionada con el disfrute que tenemos de Cristo como las ofrendas. Si en una iglesia de doscientos santos, sesenta de ellos disfrutaran a Cristo como las ofrendas durante el día, la aparición de Dios y la expresión misma de Dios estaría entre ellos por la noche a la hora de reunirse. La expresión de Dios se ve en el hecho de que ellos se reúnan en el nombre de Cristo. Sin embargo, si ningún santo disfrutara a Cristo como las ofrendas, la situación sería todo lo contrario. Dicha reunión no expresaría a Dios.

La atmósfera de las reuniones indica lo que somos para con Dios. Nadie puede aparentar nada. La reunión es verdaderamente una exhibición de nuestra vida cristiana y, en particular, del grado en que disfrutamos a Cristo en nuestra vida privada y en nuestra vida familiar. Nuestras reuniones son una exhibición del verdadero disfrute que tenemos de Cristo. Si disfrutamos a Cristo, la reunión será una exhibición de las riquezas de Cristo. Si no disfrutamos a Cristo, no habrá ninguna exhibición de las riquezas de Cristo en la reunión. En ese caso, de nada servirán nuestros gritos y alabanzas, ya que la reunión no está bajo nuestro control. El punto aquí es que nuestra experiencia de Cristo afecta las reuniones; en particular, afecta —e incluso determina— la atmósfera de las reuniones de la iglesia.

La atmósfera de las reuniones es un indicio de la aparición de la gloria de Dios, y esta aparición depende de que ministremos Cristo como las ofrendas a otros. Cuando ministramos Cristo como las distintas ofrendas a otros, lo disfrutamos a Él, y aquellos a quienes les ministramos también lo disfrutan. Esto afectará la atmósfera de las reuniones porque el resultado de ello será la aparición de la gloria de Dios.


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