Información del libro

Estudio-vida de Isaíaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6375-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 44 de 54 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE ISAÍAS

MENSAJE CUARENTA Y CUATRO

JEHOVÁ EL SALVADOR

Lectura bíblica: Is. 40:3-31; Jn. 3:34a; 7:17; 1 Jn. 2:17a; 1 P. 1:23-25; Mt. 9:36; Jn. 10:2-4, 11, 14; Ef. 6:10; Fil. 4:13, 12; 2 Ti. 4:7

En el mensaje anterior señalamos que el libro de Isaías puede ser dividido en dos secciones. La primera sección está compuesta por los primeros treinta y nueve capítulos, y la segunda sección está compuesta por los últimos veintisiete capítulos. El capítulo 40, el primer capítulo de la segunda sección, nos muestra a Cristo como Jehová el Salvador. Los capítulos del 41 al 66 revelan a Cristo como Siervo de Jehová. Como Siervo de Jehová, Él está tipificado por tres personas: Ciro, Isaías e Israel. El libro de Isaías presenta a Ciro en un sentido muy bueno y positivo. Dios dijo que Él había escogido a Ciro, amaba a Ciro y había designado a Ciro para que llevase a cabo Su comisión. En Isaías, Ciro tipifica a Cristo. Isaías, el profeta de Jehová, también tipifica a Cristo como Siervo de Jehová. Israel, como siervo corporativo de Jehová, también tipifica a Cristo. Cristo es la totalidad de Israel. En este mensaje queremos ver la revelación del Cristo todo-inclusivo hallada en Isaías 40, en el cual Cristo es revelado como Jehová el Salvador, como las buenas nuevas.

No es fácil comprender el libro de Isaías. El capítulo 40 podría ser considerado como el capítulo más difícil de entender en este libro. Isaías escribió este capítulo de una manera maravillosa con una profecía definida referente a Juan el Bautista. Podríamos considerar que los capítulos del 40 al 66, un total de veintisiete capítulos, es la palabra que Jehová dirige a Su pueblo escogido bajo disciplina, Israel. Éstas son palabras de consuelo. En los primeros treinta y cinco capítulos, Isaías no manifestó ningún sentimiento positivo con respecto a Israel. Él reprendió, condenó y puso al descubierto a Israel al máximo. Jeremías fue, incluso, más severo que Isaías a este respecto. Él hizo notar repetidas veces lo maligno que era Israel. Los primeros treinta y cinco capítulos de Isaías están llenos de reprensiones a Israel. Los capítulos del 36 al 39 constituyen un intervalo respecto a una persona: Ezequías. Después de esa breve historia de cuatro capítulos, el tono de Isaías cambia completamente. Ya no encontramos más reprensiones ni condenación. En lugar de ello, tenemos las palabras de consuelo que Jehová dirige a Israel; y el inicio de la palabra de Jehová consiste en las buenas nuevas. Isaías dice en 40:9: “¡He aquí, vuestro Dios!”. Siempre y cuando Dios esté presente, las buenas nuevas estarán aquí.

El Nuevo Testamento nos muestra que Dios vino al hombre como Jesús, Aquel que se encarnó. Dios mismo se encarnó (Jn. 1:1, 14). Así es como Él vino al hombre. Génesis 18 relata cómo Dios vino a Abraham. Él visitó a Abraham acompañado de dos ángeles. Él y esos ángeles tenían la forma de hombres cuando se acercaron a Abraham, pero Jesús vino de forma diferente. Él vino mediante la encarnación, es decir, tomó el camino de entrar en el hombre y hacerse un hombre para ser directamente partícipe del linaje humano, participando de sangre y carne. Para Su venida, fue necesario que un precursor Suyo preparara la venida del Dios encarnado a Su pueblo. Este precursor fue Juan el Bautista. El Nuevo Testamento comienza con la introducción, recomendación y presentación realizada por Juan en favor del Dios encarnado.

I. INTRODUCIDO POR LA VOZ DE UNO
(JUAN EL BAUTISTA)
QUE CLAMA EN EL DESIERTO

La presentación hecha por Juan fue profetizada por Isaías en 40:3-4. Jehová el Salvador, Jesús, fue introducido por la voz de Juan el Bautista que clamaba en el desierto. En el versículo 3, la voz de aquel que clama dice: “Abrid / camino a Jehová; / enderezad en el yermo / calzada para nuestro Dios”. Abrir camino a Jehová es abrirle camino a Jesús. Jesús es el Jehová neotestamentario. Jehová y Jesús son una sola persona. En el Antiguo Testamento, el nombre de Jesús es Jehová, y en el Nuevo Testamento, el nombre de Jehová es Jesús. Abrir camino a Jehová es enderezar en el yermo calzada para nuestro Dios. El camino de Jehová, Jesús, es una calzada para nuestro Dios. Esto significa que Jesús es nuestro Dios.

El versículo 4 dice: “Todo valle será alzado, / y bajado todo monte y collado; / los lugares torcidos serán enderezados, / y los lugares ásperos, allanados”. Cuando recién llegué a los Estados Unidos, viajaba con frecuencia y me maravillaba ante sus autopistas. Si había un valle, se extendía un puente sobre él. El terreno era nivelado y alterado a fin de construir las autopistas.

Tenemos que considerar qué era lo que Isaías quiso decir al hablar de preparar calzada para nuestro Dios. Abrir camino a Jehová es preparar nuestro corazón. Jesús viene con la intención de entrar en nuestro espíritu, pero para ello, Él primero tiene que pasar por nuestro corazón. Nuestro corazón está compuesto de cuatro partes: la mente, la parte emotiva, la voluntad y la conciencia. El corazón humano está lleno de valles, montes, collados, lugares torcidos y lugares ásperos.

Antes que fuésemos salvos, ¿era nuestro corazón recto o torcido? ¿era tierno o áspero? En nuestro corazón había valles, montes, lugares torcidos y lugares ásperos. Incluso ahora tenemos que confesar que nuestro corazón todavía no es completamente recto, no ha sido lo suficientemente nivelado. Nuestro corazón todavía es un corazón torcido y áspero. La calzada es un corazón que ha sido pavimentado. Todas las partes y avenidas de nuestro corazón tienen que ser hechas rectas por el Señor mediante nuestro arrepentimiento a fin de que el Señor pueda entrar en nosotros para ser nuestra vida y tomar posesión de nosotros (Lc. 1:17).

Es posible que nuestra mente esté plagada de áreas torcidas y que nuestra parte emotiva sea muy áspera. Es posible que seamos fríos para con el Señor. Por esto Juan clamaba en el desierto a fin de enderezar en el yermo calzada para nuestro Dios. El corazón humano es como un yermo lleno de lugares torcidos y ásperos. ¿A qué se parece nuestro corazón? ¿Es un camino recto y pavimentado, sin valles, montes, lugares torcidos ni lugares ásperos? En esto consiste el clamor de Juan el Bautista a fin de introducir al Salvador, quien es Jesús, la revelación de Jehová Dios.


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