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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 57 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE CINCUENTA Y SIETE

EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO

(2)

Lectura bíblica: Lv. 25:23-34

Hay ciertas palabras cruciales que describen el jubileo. Algunas de estas palabras son: dar gritos, libertad o liberación, posesión y familia. El jubileo es un tiempo de dar gritos. Es también un tiempo en que somos liberados, emancipados, de la esclavitud y del cautiverio. Habíamos perdido nuestra posesión divina, pero ésta nos ha sido devuelta en el jubileo neotestamentario para nuestro disfrute. En el jubileo también volvemos a nuestra familia. Si consideramos todos estos asuntos en conjunto, tendremos un entendimiento completo de lo que es el jubileo. Nos encontrábamos en esclavitud y cautiverio pero fuimos liberados, de modo que volvimos otra vez a nuestra posesión para disfrutarla y a nuestra familia para tener una verdadera comunión en la gracia de Dios.

El año del jubileo era también un año sabático. Por esta razón, el primer asunto que se nos revela en Levítico 25 es el año sabático. El jubileo caía en el octavo año sabático, un año sabático de completo reposo, liberación y disfrute. En este año de jubileo, todas las posesiones divinas fueron nuevamente repartidas de forma equitativa, conforme a la economía de Dios. El producto de la tierra era gratuito y podía ser consumido en común no sólo por los hombres, sino también por los animales.

H. No se vende a perpetuidad la tierra
poseída por los hijos de Israel,
porque es de Dios

“La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra Mía es, pues vosotros sois para conmigo extranjeros y peregrinos” (v. 23). Esto significa que nuestra posesión divina le pertenece a Dios, y no podemos perderla para siempre, aun cuando seamos derrotados o caigamos. Ella está resguardada por la gracia de Dios.

En el Nuevo Testamento hay mucha enseñanza con respecto a la recompensa del reino y el castigo del reino. Es posible ser derrotados, incluso al punto de tener que ser disciplinados durante el milenio, pero no es posible perder permanentemente nuestro derecho de propiedad espiritual sobre nuestra posesión divina. Después del milenio, a los creyentes que fueron disciplinados se les devolverá la posesión divina a la que tienen derecho, especialmente en el cielo nuevo y la tierra nueva, a fin de que disfruten de la bendición que es la Nueva Jerusalén. Es en virtud de la gracia de Dios que nos será devuelta nuestra posesión divina por la eternidad.

I. Lo tocante a la redención
de la tierra que fue vendida

Levítico 25:24-28 habla sobre la redención de la tierra que había sido vendida. Este relato es muy significativo y al mismo tiempo es bastante complejo, por lo cual debemos estudiarlo detenidamente.

1. Recuperar el disfrute
de nuestra posesión divina

Aunque es posible debilitarnos y descarriarnos y, por ende, perder nuestro disfrute de la posesión divina, con todo, es posible recuperarlo. Tal vez perdamos este disfrute por algún tiempo, pero al final nos será devuelto.

2. Los hijos de Israel recuperan
lo que habían perdido

Aunque los hijos de Israel a través de todas las generaciones han perdido todo lo que recibieron de Dios, lo recuperarán cuando el Señor regrese. Cuando el Señor vuelva por segunda vez, los israelitas volverán a poseer la porción que les fue asignada por Dios.

3. Si un israelita empobrece y vende algo
de su posesión, entonces su redentor,
su pariente más cercano, ha de venir
y redimirá lo que su hermano vendió

“En toda la tierra de vuestra posesión proveeréis para la redención de la tierra. Si tu hermano empobrece y vende algo de su posesión, entonces su redentor, su pariente más cercano, vendrá y redimirá lo que su hermano haya vendido” (vs. 24-25). Esto significa que empobrecimos y vendimos nuestra posesión, y que el Señor Jesús, nuestro pariente más cercano, ha venido como nuestro Redentor a fin de redimir para nosotros aquello que vendimos.

En Adán lo vendimos todo; pero el Señor Jesús es nuestro pariente, nuestro Redentor, y Él lo redimió todo a nuestro favor. Esto está ejemplificado en el libro de Rut, donde vemos que Rut fue redimida por su pariente Booz. En el libro de Rut, por tanto, encontramos un relato completo del jubileo.

4. Si un hombre no tiene quien
redima su posesión, pero obtiene los medios
y descubre que es suficiente para redimirla,
puede redimirla por sí mismo

“Si un hombre no tiene quien redima su posesión, pero obtiene los medios y descubre que es suficiente para redimirla, cuente entonces los años desde que vendió y devuelva el resto al hombre a quien la vendió, y volverá a su posesión” (vs. 26-27). Esto significa que los hijos de Israel, al no reconocer al Señor Jesús como su pariente más cercano, se han puesto en la posición de tener que asumir la responsabilidad por su redención en cuanto puedan hacerlo. Sin embargo, hasta hoy ellos no han podido hacerlo y, en realidad, jamás podrán hacerlo. Cuando el Señor Jesús retorne, le reconocerán como su pariente y, entonces, ellos serán redimidos por Él.

5. Si él no halla lo suficiente para recobrarla
por sí mismo, quedará en mano
del que lo compró hasta el año del jubileo,
en el cual él volverá a su posesión

“Pero si él no halla lo suficiente para recobrarla por sí mismo, lo que vendió quedará en mano del que lo compró hasta el año del jubileo; y al jubileo saldrá de su poder, y él volverá a su posesión” (v. 28). Esto significa que nos era imposible redimir lo que perdimos hasta que vino el jubileo del Nuevo Testamento, cuando todo lo que perdimos nos es entregado en posesión.

En estos versículos vemos que había tres maneras en las que un israelita podía recobrar su posesión perdida. Primero, podía redimírsela su pariente más cercano. Esto es un asunto de gracia. Segundo, si contaba con los medios, él mismo podía redimirla. Tercero, si no tenía un pariente que se la redimiera, y si no podía redimirla por sus propios medios, podía esperar hasta que llegara el año del jubileo, cuando la posesión vendida le sería devuelta espontáneamente. Esto también es un asunto de gracia. El jubileo, por tanto, constituye un tipo muy claro de la gracia de Dios.


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