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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 41 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE HECHOS

MENSAJE CUARENTA Y UNO

LA PROPAGACION
EN ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE
EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PABLO

(7)

Lectura bíblica: Hch. 15:1-34

El capítulo quince de Hechos es de vital importancia en cuanto a la dispensación o economía de Dios. Al estudiar este capítulo, no prestaremos atención a puntos menores como ya otros lo han hecho. Por el contrario, nos concentraremos en aquellos asuntos que giran en torno al cambio dispensacional.

Hechos 15:1-33 relata los problemas que surgieron a causa de la circuncisión. Los versículos del 1 al 21 tratan sobre la conferencia que los apóstoles y los ancianos celebraron en Jerusalén. Luego, en los versículos del 22 al 33 se describe la solución al problema en cuestión. En este mensaje, estudiaremos Hechos 15:1-33.

UNA HEREJIA RELACIONADA CON LA CIRCUNCISION

Leamos Hechos 15:1: “Entonces algunos descendieron de Judea y comenzaron a enseñar a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme a la costumbre de Moisés, no podéis ser salvos”. Estos hombres procedentes de Judea habían venido con la firme intención de inculcar el judaísmo a los creyentes gentiles.

Decir que si alguien no se circuncida conforme a la costumbre de Moisés no puede ser salvo, equivale a anular la fe en la economía neotestamentaria de Dios, y es una verdadera herejía. Por lo tanto, quienes enseñaban tal herejía a los creyentes, quizá hayan sido los mismos a los que Pablo llamó falsos hermanos en Gálatas 2:4.

La circuncisión era una ordenanza externa que habían heredado los judíos de sus antepasados, empezando con Abraham (Gn. 17:9-14). Esta ordenanza distinguía a los judíos y los separaba de los gentiles. La circuncisión se había convertido en un rito muerto y tradicional, en una simple marca en la carne sin ningún significado espiritual, lo cual estorbó considerablemente la propagación del evangelio de Dios, que es según Su economía neotestamentaria (Gá. 2:3-4; 6:12-13; Fil. 3:2).

La circuncisión, la observancia del sábado y la abstención de ciertos alimentos son las tres principales ordenanzas de la ley mosaica, que hacen que los judíos sean distintos y separados de los gentiles, a quienes aquéllos consideraban inmundos. Todas estas ordenanzas bíblicas de la dispensación del Antiguo Testamento constituyeron un obstáculo para la propagación del evangelio entre los gentiles conforme a la dispensación neotestamentaria de Dios (Col. 2:16). Según la economía neotestamentaria de Dios, ser circuncidado impide que Cristo le aproveche al creyente (Gá. 5:2).

Hechos 15:1 hace referencia a la costumbre de Moisés. Observar la costumbre de Moisés, es decir, practicar las ordenanzas externas de la ley, no sólo equivale a hacer nula la gracia de Dios y a dejar sin efecto la muerte de Cristo (Gá. 2:21), sino también a llevar a los creyentes, a quienes Cristo había liberado, de regreso a la esclavitud de la ley (Gá. 5:1; 2:4).

PABLO Y BERNABE CONTIENDEN POR LA FE

La enseñanza que establece la circuncisión como un requisito para ser salvos, anula la redención de Cristo, la gracia divina y la economía neotestamentaria de Dios. Pablo y Bernabé no toleraron esta herejía y, a causa de ella, tuvieron “una disensión y discusión no pequeña” (Hch. 15:2) con aquellos que habían descendido de Judea y enseñaban esto a los creyentes. En este pasaje, Pablo y Bernabé contendieron por la fe (Jud. 3) en contra de una de las mayores herejías, a fin de que la verdad del evangelio permaneciese con los creyentes (Gá. 2:5).

JERUSALEN, EL ORIGEN DEL PROBLEMA

En realidad, era la responsabilidad de Pedro y de Jacobo, quienes estaban en Jerusalén, dar solución al problema causado por esta herejía. Dicha enseñanza jamás debió haber llegado hasta Antioquía. Seguramente, estos maestros heréticos primero esparcieron su enseñanza en Jerusalén antes de ir a Antioquía. Sin embargo, no hallamos ningún indicio de que Pedro y Jacobo hubiesen intervenido para frenar esta herejía.

La responsabilidad de Pedro y de Jacobo

El problema descrito en Hechos 15 se originó en Jerusalén. Los apóstoles y ancianos de Jerusalén debieron haber erradicado esta enseñanza herética antes de que se extendiera a las iglesias gentiles. Esto nos muestra que había deficiencias en Pedro y en Jacobo, puesto que no hicieron nada para detener esta enseñanza. Este problema les concernía a ellos. Cuando dicha herejía se extendió hasta Antioquía, ya era demasiado tarde; Pablo y Bernabé no podían solucionarla. Así que fue necesario que subieran a Jerusalén, al lugar de origen del problema.

Es posible que cuando leamos el libro de Hechos, sobrestimemos a Pedro y a Jacobo, y que los elevemos demasiado. Tal vez exaltemos a Pedro y consideremos a Jacobo como una persona muy piadosa. Pero si éste es el caso, no tendremos la debida visión de la situación mencionada en el capítulo quince. Nuestro concepto y comprensión erróneos nos impedirán discernir correctamente la raíz del problema. Dicha raíz no eran los judaizantes heréticos que habían descendido a Antioquía, sino Pedro y Jacobo. Considero que ésta es una apreciación justa.

En Hechos 1 vemos que Pedro estuvo con el Señor cuando El preparó a los apóstoles para que llevaran a cabo el ministerio. Durante ese tiempo, el Señor les dijo: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (1:8). El Señor los designó para que fueran Sus testigos, no solamente en Jerusalén, en Judea y en el pueblo mixto de Samaria, sino que también en las partes más remotas de la tierra, incluyendo los países gentiles. La palabra del Señor había sido muy clara. Si Jacobo, quien era hermano de Jesús en la carne, no hubiera estado presente cuando el Señor pronunció estas palabras, al menos debía conocerlas. Lucas, el autor del libro de Hechos, demostró que conocía estas palabras. Por tanto, Jacobo debió haberlas escuchado aún antes que Lucas. Así que, tanto Pedro como Jacobo debieron haber detenido esta enseñanza herética basándose en lo dicho por el Señor en 1:8, según lo cual ellos debían ser testigos hasta lo último de la tierra. Puesto que el Señor había pronunciado estas palabras, no era necesario discutir ni argumentar al respecto. Pedro y Jacobo debieron haber actuado para erradicar esta herejía desde su origen, en Jerusalén.

Si somos razonables y tenemos el debido discernimiento al leer el capítulo quince, nos daremos cuenta de que el problema se debió en realidad al descuido de Pedro y de Jacobo. Ellos no cumplieron con su deber; no actuaron responsablemente. Como resultado, dicha enseñanza herética persistía en Jerusalén, e incluso prevalecía. De lo contrario, ¿cómo pudo extenderse hasta Antioquía? En esa época las comunicaciones con ciudades lejanas eran muy difíciles. Por consiguiente, es muy significativo el hecho de que esta herejía se hubiera extendido de Jerusalén hasta Antioquía.


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