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Estudio-vida de Romanospor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2929-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 68 de 69 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS

MENSAJE SESENTA Y OCHO

DIOS CONDENÓ AL PECADO EN LA CARNE
PARA QUE PODAMOS ESTAR EN EL ESPÍRITU

Lectura bíblica: Romanos 8:3-9

Romanos 8:3 dice: “Porque lo que la ley no pudo hacer, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. La expresión Dios envió a Su Hijo en semejanza de carne de pecado se refiere a la encarnación, el primer paso del proceso por el que el Dios Triuno pasó. Aquí en el versículo 3 el sujeto de la oración no es el Hijo de Dios, sino Dios mismo. En este versículo Pablo no dice que el Hijo de Dios vino en semejanza de carne de pecado; más bien, dice que Dios mismo envió a Su Hijo en semejanza de carne de pecado. Esto quiere decir que conforme a este versículo, es Dios quien hace esto. Él envió a Su Hijo por medio de la encarnación en la semejanza de la carne de pecado.

Después del primer paso de este proceso, la encarnación, Dios procedió a condenar el pecado mediante la crucifixión. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado en la forma, la semejanza, de la carne de pecado, Dios condenó al pecado en la carne. Por lo tanto, la muerte del Hijo en la cruz fue el acto por el cual Dios condenó al pecado.

LOS JUSTOS REQUISITOS DE LA LEY
SON CUMPLIDOS EN NOSOTROS

Tanto el paso de la encarnación como el de la crucifixión tienen un solo objetivo, el cual se revela en el versículo 4: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. La expresión para que al principio de este versículo indica que se nos va a hablar del propósito de la acción descrita en el versículo anterior. Así pues, Dios envió a Su Hijo y condenó al pecado en la carne con un propósito definido. Esto significa que algo resultó de la encarnación y la crucifixión. El producto o resultado de estos dos pasos es que los justos requisitos de la ley son espontáneamente cumplidos en nosotros. No es necesario que nos esforcemos por cumplir lo que la ley requiere. El cumplimiento de los justos requisitos de la ley es resultado de la encarnación y la crucifixión de Cristo. Debido a que el Cristo encarnado fue crucificado, los requisitos de la ley pueden ser cumplidos en nosotros automáticamente.

En el versículo 4 Pablo dice que los requisitos de la ley son cumplidos “en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Esto indica que Dios envió a Su Hijo y condenó al pecado en la carne, con el fin de que los justos requisitos de la ley fueran cumplidos en un pueblo que no anda conforme a la carne, sino conforme al espíritu.

En la eternidad Dios se había propuesto llevar a cabo Su propósito. Podríamos decir que Dios tenía una vía abierta ante Él para poder avanzar y cumplir así Su deseo. Pero un enemigo llamado “pecado” apareció y bloqueó dicha vía. Por lo tanto, Dios envió a Su Hijo y condenó al pecado en la carne con el fin de quitar ese obstáculo del camino. Mediante la encarnación y la crucifixión de Cristo, Dios condenó al pecado y lo eliminó. Como resultado de ello, esta vía fue despejada de nuevo. El resultado de quitar el pecado y reabrir aquella vía es que los justos requisitos de la ley de Dios son cumplidos en nosotros.

Debemos notar que Pablo aquí no dice que los justos requisitos de la ley sean cumplidos en el Hijo de Dios. Al contrario, dice que son cumplidos en nosotros, en aquellos que han sido escogidos, redimidos, visitados, alcanzados y tocados por Dios. Aquellos designados por el pronombre nosotros en el versículo 4 son personas muy importantes, porque los justos requisitos de la ley son cumplidos en ellos. ¿Quiénes son éstos? Son los escogidos de Dios, aquellos que Él seleccionó.

¿Se da cuenta de que ha sido usted escogido por Dios? De entre millones de personas que han poblado esta tierra desde el tiempo de Adán, Dios lo seleccionó a usted. Podemos usar un ejemplo sencillo que nos ayudará a entender la selección de Dios. Cuando usted va al supermercado a comprar manzanas, se encuentra ante un montón grande de ellas. Usted escoge y compra sólo una docena de ellas de entre aquel gran lote de manzanas, seleccionando las que más le gustan. De una manera similar Dios nos ha elegido. En vez de considerarnos muy valiosos y creernos indispensables, tal vez despreciemos y aborrezcamos nuestro yo. Sin embargo, Dios no nos aborrece. En la eternidad usted le cayó bien, y Él lo seleccionó. Si usted le preguntara por qué le cae usted bien, Él contestaría, diciendo: “Simplemente me caes bien”. Nosotros somos el pueblo elegido de Dios. Además, somos aquellos que Él ha redimido, alcanzado y tocado. De acuerdo con los cuatro Evangelios, ser tocados por Dios reviste gran trascendencia. Ser tocados por Él nos hace diferentes. Puedo testificar que Él me tocó hace más de cincuenta años, y que inmediatamente me convertí en otra persona. Así pues, nosotros mismos estamos incluidos en el pronombre nosotros usado en el versículo 4, pues hemos sido tocados por Dios.


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