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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 58 de 72 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE HECHOS

MENSAJE CINCUENTA Y OCHO

LA PROPAGACION EN
ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE
EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PABLO

(24)

Lectura bíblica: Hch. 21:18-39

UN RESUMEN DE LA REVELACION
HALLADA EN LA BIBLIA

La Biblia revela que Dios concibió un plan eterno, y que finalmente este plan llegó a ser Su economía. El plan de Dios consiste en obtener un grupo de seres humanos regenerados con la vida divina, para hacerlos hijos Suyos y miembros de Cristo, con miras a que el Dios Triuno, en Cristo, obtenga un Cuerpo que lo exprese.

El plan de Dios se cumplió mediante la encarnación, el vivir humano y la muerte de Cristo, la cual puso fin a todo lo relacionado con la antigua creación e hizo que Su pueblo escogido germinara en resurrección. En Su resurrección, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), quien se propaga a Sí mismo como el Dios Triuno procesado, a fin de producir Su Cuerpo. Después de resucitar, Cristo ascendió a los cielos y fue hecho Señor y Cristo (Hch. 2:36). Además, en Su resurrección, el Señor se infundió esencialmente como Espíritu al soplar en Su pueblo escogido (Jn. 20:22), y posteriormente, en Su ascensión, se derramó económicamente sobre ellos, como el Espíritu consumado que todo lo incluye. Por tanto, ya todos los pasos se han cumplido: la encarnación, el vivir humano, la muerte que lo incluye todo, la resurrección que imparte la vida y la propaga, el soplo que infunde al Espíritu vivificante de modo esencial, y la ascensión y el derramamiento económico del Espíritu consumado. Puesto que todo esto se ha cumplido, la iglesia ha sido producida.

Antes de que Cristo pasara por los procesos requeridos para cumplir el plan de Dios, cada uno de estos pasos ya se hallaban en el Antiguo Testamento en forma de promesas, profecías, tipos, figuras y sombras. Posteriormente, en el cumplimiento de la plenitud de los tiempos, el Dios Triuno se hizo hombre en el Hijo (Gá. 4:4), y en Su humanidad, pasó por los procesos de vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, a fin de cumplir el plan de Dios. Después de que llegó a ser el Espíritu todo-inclusivo, entró en Su pueblo escogido a fin de aplicar todo lo que cumplió en el Hijo. Tal aplicación constituye al pueblo de Dios en testigos vivientes del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido (Hch. 1:8).

¿Qué debemos hacer ahora que tenemos al Espíritu todo-inclusivo en nosotros? Simplemente debemos ser testigos vivientes que contengan, presenten y transmitan al Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido, con miras a propagarlo por toda la tierra, cumpliendo así la economía divina. Este es un breve resumen de la revelación neotestamentaria.

LA MEZCLA QUE HABIA EN JERUSALEN

Puesto que Cristo vino y pasó por los procesos de encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, y debido a que infundió con Su soplo el Espíritu esencial en el pueblo escogido de Dios y luego derramó el Espíritu económico sobre ellos, muchas de las promesas, profecías, tipos, figuras y sombras del Antiguo Testamento que se relacionaban con estos procesos, perdieron su vigencia. Por consiguiente, el pueblo de Dios no debería aferrarse más a tales cosas. Sin embargo, esto es lo que el judaísmo degradado todavía pretende hacer.

En Jerusalén prevalecía una condición de mezcla entre aquellos que aún estaban en el judaísmo degradado y los creyentes cristianos. Por otra parte, allí también se encontraba el primer grupo de vasos que Dios había escogido para que contuvieran a Cristo. Entre ellos estaban los apóstoles, de los cuales Pedro era el principal y Jacobo, el de mayor influencia. Según Hechos 21, junto con ellos había millares de judíos que habían creído en Cristo (v. 20). A pesar de que éstos creían en Cristo, aún pesaba sobre ellos la influencia de su origen judío, que los imposibilitaba desechar su trasfondo y la atmósfera que prevalecía en Jerusalén.

Los creyentes judíos que estaban en Jerusalén insistían en conservar la fe en Cristo junto con las tradiciones obsoletas del Antiguo Testamento; querían preservar ambas cosas. Según mi estudio del Nuevo Testamento, yo diría que Jacobo era el cabecilla de esta tendencia. Pareciera que fue el primero en decir: “No es necesario que contendamos. Podemos conservar la fe en Cristo, y al mismo tiempo guardar las leyes, las costumbres y las prácticas del Antiguo Testamento. De hecho, podemos seguir practicando la circuncisión”.

Puede ser que Jacobo tuviera la buena intención de no ofender a otros, ni de altercar con ellos. Probablemente tenía buenas intenciones al tratar de mezclar la dispensación del Antiguo Testamento con la fe en Cristo. Tenemos que reconocer que Jacobo tenía un corazón amplio, pues en ningún momento sugirió que los creyentes gentiles tenían que ser circuncidados. Examinemos la solución que le dio al problema de la circuncisión, en la comunión que se narra en Hechos 15: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde antiguas generaciones tiene en cada ciudad quien lo proclame en las sinagogas donde es leído cada día de sábado” (vs. 19-21). Jacobo dijo claramente que no era necesario que los gentiles se hicieran circuncidar ni que guardaran la ley, sino que solamente debían abstenerse del culto a los ídolos, de la fornicación, de ahogado y de sangre.

No obstante, Jacobo seguía pensando que los creyentes judíos debían practicar las tradiciones del Antiguo Testamento y guardar la ley. El parecía decir: “Los gentiles no tienen que guardar la ley ni ser circuncidados, pero nosotros los judíos sí debemos hacerlo. Debemos vivir tal como vivieron nuestros antepasados en el Antiguo Testamento. Por supuesto, ahora tenemos fe en Cristo. Así que sugiero que conservemos las prácticas del Antiguo Testamento, además de nuestra fe en Cristo”. Creo que sin duda eso era lo que Jacobo pensaba.


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