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Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 54 de 69 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO

UN REINO INCONMOVIBLE

En este mensaje llegamos a un tema muy solemne: el reino inconmovible (12:25-29). El reino que estamos recibiendo es un reino inconmovible (v. 28). El hecho de que este reino sea inconmovible, significa que no pertenece ni a la tierra ni a los cielos. Ésta es una afirmación fuerte. Debido a que nuestra mente ha sido tan afectada por las doctrinas, tal vez argumentemos contra esta afirmación diciendo: “¿Y qué acerca del reino de los cielos? ¿No habla la Biblia acerca de él?”. Ciertamente el Nuevo Testamento nos habla del reino de los cielos, pero también nos dice que los cielos serán conmovidos (v. 26; Hag. 2:6). El hecho de que los cielos sean conmovidos demuestra que el reino que estamos recibiendo no es del cielo. Aunque aparentemente las expresiones “reino inconmovible” y “reino de los cielos” son contradictorias, más adelante veremos que en realidad no hay contradicción alguna.

I. POR CAUSA DEL ANTIGUO PACTO,
LA TIERRA FUE CONMOVIDA COMO UNA ADVERTENCIA
PARA LOS QUE MORABAN SOBRE LA TIERRA

Por causa del antiguo pacto, la tierra fue conmovida como una advertencia para la tierra (vs. 25-26; Éx. 19:18). Cuando fue dado el antiguo pacto en el monte de Sinaí, la tierra fue estremecida. Esto fue una advertencia para los moradores de la tierra.

II. POR CAUSA DEL NUEVO PACTO,
NO SOLAMENTE LA TIERRA, SINO TAMBIÉN
EL CIELO SERÁ CONMOVIDO COMO
UNA ADVERTENCIA DE PARTE DEL CIELO

Un día, por causa del nuevo pacto, no sólo la tierra, sino también el cielo será conmovido como una advertencia de parte del cielo mismo. Esto concuerda con lo dicho en Hageo 2:6.

III. ÚNICAMENTE EL SEÑOR
Y LAS COSAS QUE PROCEDEN DE ÉL
PERMANECERÁN PARA SIEMPRE

Tanto la tierra como los cielos pueden ser conmovidos; y únicamente el Señor y las cosas que proceden de Él permanecerán para siempre (v. 27; 1:11; 13:8). Eso significa que el reino que estamos recibiendo procede del Señor mismo. Hebreos 1:11, refiriéndose a los cielos y la tierra, dice: “Ellos perecerán, mas Tú permaneces para siempre; y todos ellos se envejecerán como una vestidura”.

El reino es, de hecho, el Señor mismo como la realeza que reside en nosotros. Hemos visto que la fe es el Señor mismo como el elemento en nosotros que nos hace creer. Ahora, bajo el mismo principio, el reino es el Señor mismo como realeza. Para entender mejor este asunto, leamos Daniel 2:34-35, que dice: “Estabas mirando, hasta que una piedra se desprendió sin que la cortara mano alguna, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Pero la piedra que hirió a la imagen se hizo un gran monte que llenó toda la tierra”. La piedra cortada no con mano es el Cristo celestial quien fue “cortado” en la cruz sin la intervención de la mano humana. El versículo 44 se refiere a los pies de la imagen, diciendo: “En los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. El versículo 45 también habla de esta piedra diciendo: “Del monte se desprendió una piedra sin que la cortara mano alguna, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro”. Estos versículos indican que la piedra, que es Cristo mismo, finalmente vendrá a ser un gran monte que llenará toda la tierra. Este gran monte es el reino venidero. Por lo tanto, el reino inconmovible que estamos recibiendo es Cristo mismo y Su agrandamiento.

IV. EL REINO,
EL CUAL PROCEDE DEL SEÑOR,
ES INCONMOVIBLE

A. Nos arrepentimos por causa del reino

El evangelio que el Nuevo Testamento nos predica es el evangelio del reino (Mt. 3:1-2; 4:17, 23; 10:7; 24:14). Es por causa del reino que nos arrepentimos (Mt. 3:2). Quizás cuando fuimos salvos no escuchamos un evangelio tan claro. En aquel tiempo, teníamos temor de irnos al infierno y sólo deseábamos ir al cielo. Así que nos arrepentimos por causa del cielo. El evangelio que se nos predicó no era el evangelio correcto, porque el arrepentimiento no tiene como fin que vayamos al cielo, sino que entremos en el reino.


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