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Estudio-vida de Apocalipsispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1446-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 66 de 68 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE APOCALIPSIS

MENSAJE SESENTA Y SEIS

EL DELEITE Y LA BENDICION
QUE TIENEN LOS REDIMIDOS DE DIOS
EN LA ETERNIDAD

Los números básicos que se ven en la Nueva Jerusalén son doce y uno. Uno es el número de unicidad. Hay un solo Dios, una sola ciudad, un solo trono, un solo río, una sola calle y un solo árbol de vida. Por consiguiente, el uno es el número básico de la iglesia y del edificio de Dios en Su economía. Esta idea no es mía, pues la expresa Pablo en Efesios 4:3-6, donde habla de un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo y un Dios y Padre. Tenemos un solo Dios, un solo trono, una sola administración, una sola autoridad, un solo fluir, un solo camino y un solo árbol. Si vemos esto, seremos guardados para siempre en la unidad.

Esta unidad procede del único Dios, Aquel que es el origen de todas las cosas. El trono, el río, la calle y el árbol proceden de El. El es la única fuente de todo y es el apoyo, y el sostenimiento del edificio del único Dios.

La situación que predomina hoy en la cristiandad es bastante diferente. El cristianismo está lleno de confusión y división. Hay millares de divisiones en el cristianismo actual. Nadie sabe cuántas divisiones hay en los llamados grupos libres. En éstos casi todos afirman ser algo. ¡Cuánto agradecemos al Señor por abrir nuestros ojos y mostrarnos Su único camino! No tenemos nada que no sea el Dios único que está en el único trono con el fluir, con el suministro de vida. Por consiguiente, tenemos un solo testimonio y estamos en una sola iglesia.

La iglesia está constituida por lo divino y lo humano; es una entidad corporativa que consta de Dios y el hombre, y es la morada de ambos, pues ahora nosotros moramos en Dios y El en nosotros. Hoy, la vida de iglesia es una miniatura de la Nueva Jerusalén que estará en el cielo nuevo y la tierra nueva. Quienes estamos en la iglesia podemos testificar que verdaderamente somos uno. Somos uno en Dios, uno en Su autoridad, uno en Su expresión, uno en el fluir, uno en vida y participamos de un solo árbol. En esta unidad moramos en Dios, y El habita en nosotros; por consiguiente somos Su testimonio.

I. LA CIUDAD SANTA

En este mensaje abarcaremos el deleite y las bendiciones de las cuales participan los redimidos de Dios en la eternidad. El primer aspecto crucial de nuestro disfrute en la eternidad será la ciudad santa (22:14, 19). Apocalipsis 22:19 dice: “Y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida, y de la santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro”. Esto indica que tener parte en la ciudad santa representa mucho para nosotros.

La ciudad santa, de la cual nosotros participaremos y la cual disfrutamos, es Dios mezclado con todos Sus santos. En esta única entidad, la ciudad santa, no solamente disfrutaremos a Dios, sino también a Dios mezclado en todos los santos. Disfrutaremos a Dios los unos en los otros, y unos a otros nos disfrutaremos en Dios. Yo lo disfrutaré a usted en Dios, y usted me disfrutará a mí en Dios. Aunque este deleite es misterioso, tenemos hoy un anticipo del mismo en la vida de iglesia donde disfrutamos a Dios los unos en los otros, y unos a otros en Dios. Esta vida es divina, celestial y comunitaria.

El hombre fue creado por Dios con el deseo de tener una vida comunitaria. Nuestra naturaleza humana anhela vivir en comunidad. Para cumplir este deseo la gente va a clubs nocturnos y a fiestas. Sin embargo, ni los clubs nocturnos ni las fiestas satisfacen esta necesidad. Aunque la gente tiene hambre y sed de una vida comunitaria apropiada, está envenenada por los clubs y las fiestas mundanas. En vez de recibir la bebida apropiada para saciar su sed, son envenenados. Solamente hay una clase de fiesta que es pura, alegre, alimenticia, resplandeciente, satisfactoria y edificante, y ésta es la iglesia. Día tras día los que estamos en la vida de iglesia asistimos a una fiesta celestial. Esta fiesta es santa, divina y espiritual. Es la fiesta de Dios mezclado con el hombre. ¡Qué deleite es asistir a esta fiesta!

En mi experiencia de casi cincuenta años en la vida de iglesia, he llegado a conocer el carácter de los jóvenes. Los jóvenes son bastante astutos y exigentes, y pueden traspasar los corazones de sus padres o el de los ancianos de la iglesia. Los ancianos son el blanco de los dardos de los jóvenes. Con frecuencia les he dicho a algunos de esos jóvenes sagaces: “Si la iglesia y los ancianos no le agradan, ¿por qué no se va a otro lugar, tal vez a las montañas para vivir allí solo? Así no lo molestarían ni la iglesia ni los ancianos”. Ellos contestan que nunca dejarían la vida de iglesia debido a la comunión que disfrutan en ella.

El deseo que tenemos de una vida de comunidad no puede ser completamente satisfecho por nuestra vida matrimonial ni por nuestra vida familiar. Es posible que usted tenga muchos hermanos, hermanas, primos, sobrinas, sobrinos y a muchos parientes, pero ellos no pueden satisfacer el deseo interno que usted tiene de una vida comunitaria. Este deseo por la vida de iglesia, es un deseo creado por Dios y sólo puede ser satisfecho en la iglesia.

Nosotros los cristianos somos como ovejas que andan en rebaños. Hace años observé algunos rebaños en Escocia. Noté que las ovejas disfrutan la vida colectiva. Se movían juntas de un lado a otro, comían juntas y dormían juntas. Siempre estaban juntas como rebaño. Nosotros los cristianos tenemos ese mismo deseo, el deseo de la vida de iglesia.

¡Cuánto disfrutamos a Dios en la vida de iglesia! Es posible que alguien diga: “Dios es omnipresente, y puedo disfrutarlo en cualquier parte, en la casa o en la calle. No necesito la vida de iglesia para disfrutar a Dios”. Podemos testificar que no hay comparación entre el disfrute que se tiene de Dios en la iglesia y el que se tiene fuera de ella. Es cierto que usted puede disfrutar a Dios en todo lugar, pero no de la misma manera que lo puede disfrutar en la iglesia. En la vida de iglesia estamos fuera de nosotros mismos disfrutando al Señor. La vida de iglesia es una vida en la que Dios se mezcla con el hombre. En esta maravillosa vida mezclada, cada día disfrutamos a Dios en todos los amados santos, y disfrutamos a los santos en Dios. Este deleite es el primer aspecto de la porción eterna que tenemos en la ciudad santa. El deleite de esta ciudad, la cual es una composición de Dios mezclado con todos los santos, es nuestra porción eterna. En esta ciudad Dios y el Cordero serán la morada donde reposaremos (21:3). En la ciudad santa también disfrutamos a Dios y al Cordero como nuestro templo donde serviremos y adoraremos a Dios (21:22).


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